De Gnosis Rivera. Hace días, deambulando por las calles, lucubraba sobre los milagros que las prisas de la vida nos han arrebatado. Luego medité que no, que no han sido arrebatados; son nuestros ojos los que, vendados y ciegos, se han negado al disfrute de hallarlos en cualquier calle. Observé, con alegría inusitada, una pareja que lo hacía; luego, dos esquinas más allá, divisé dos más en el mismo ejercicio. ¡Oh, el deporte aquel que practicaba de joven y que creí, les aseguro, estaba por extinguirse! ¡Me llené de esperanza al ver un mismo día a tres parejas tomadas de las manos!