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Denuncia la demolición del monumento

a las víctimas de la masacre de Mulivaikkal

y al que dio la orden. Denuncia

a los soldados que patrullan en el campus.

Denuncia al vice rector de la universidad

por doblar la rodilla ante la orden del Supremo.

Denuncia al jefe del consejo universitario

con sede en la capital por su soberbia

y su suprema incomprensión

de las necesidades de los jóvenes,

iguales a las de sus padres, de recordar

lo que sucedió en la historia, que hubo

una guerra incivil donde murieron

cien mil civiles en el último año

de sus veinte seis, miles de ellos

en Mulivaikkal. Denuncia al editor

que rehusó publicar un poema

sobre estos acontecimientos

por ser un poema político. Denuncia

a los que esconden la verdad al pueblo

que es uno en Sri Lanka, en la Dominicana,

en China. Denuncia el encarcelamiento

de los Uigurs. Denuncia hasta que

te canses de denunciar. Pero hazlo

con astucia ante la Comisión de

los Derechos Humanos

de las Naciones Unidas en Ginebra,

ante las cortes en países donde hay leyes

que favorecen la extradición, donde

el Supremo y sus rectores temen pisar tierra.