El mandato proviene de Jesús. “Denles ustedes de comer” (Luc 9,13). Ahora en Navidad el clamor del Señor se convierte en eco profético que agita las conciencias para poner la mirada y el corazón en los pobres del país porque la Navidad retrata la miseria de los pobres. La Navidad es también celebración de la pobreza de muchos.
No es posible vivir la Navidad ni el significado de su visión cristiana mientras casi dos millones de dominicanos viven con enormes carencias, limitaciones y necesidades insatisfechas. El planteamiento del mensaje evangélico exige solidaridad, exige justicia social y acción transformadora. Levantemos la mirada para ver también la miseria, la angustia y el sufrimiento de Haití y Venezuela. Y de otras geografías de la pobreza.
La Navidad tiene más que ver con la justicia social que con la beneficencia. Esta última sólo sirve para tranquilizar conciencias pero tiene poco que ver con la exigencia de distribuir equitativamente los recursos y los bienes para garantizar que todos dispongan de lo necesario para vivir dignamente.
La Navidad no es olvido de la pobreza. Es también rebeldía contra la injusticia. No se trata de dar limosnas para comer un día, sino de asumir la seguridad alimentaria como un derecho fundamental vinculado al desarrollo humano, tal como lo establece nuestra Constitución Dominicana en sus artículos 54 y 61, y la Ley 589-16 sobre Soberanía, Seguridad Alimentaria y Nutricional.
No se trata tampoco de exhibir caridades humillantes por parte del gobierno o de políticos que juegan con la desgracia de los pobres para obtener votos. Lo que se requiere para que las familias dominicanas puedan alimentarse con dignidad en sus hogares es tener la oportunidad de un trabajo digno y “bien remunerado”. Debemos convertir su hambre y su pobreza en grito y desafío solidario de todos. Mientras hayan pobres que sufran no habrán Navidades completas ni democracia completa.
Sincericemos las estadísticas de la pobreza en el país y convirtamos la pobreza del país en prioridad honesta. En urgencia democrática. En justicia pendiente. Tenemos una tasa de pobreza extrema que se sitúa entre el 5% y el 10%. Dominicanos golpeados por la precariedad, que por derecho deben tener la oportunidad de consumir alimentos sanos y nutritivos en cantidad y calidad adecuadas, al igual que acceder a servicios básicos (agua potable, energía eléctrica, saneamiento ambiental y atención de salud). La violación de este derecho no es casualidad, es perversidad planificada que convierte a los ciudadanos en residuos humanos.
Contra la “mendicidad navideña” está el derecho a alimentarse con dignidad que se ve salvaguardado por el Artículo 25.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.” Exigir el cumplimiento de este derecho es cumplir con el mandato cristiano de “darle de comer” con dignidad. Primero por justicia. Segundo por compasión.
No hay Navidad si no mira el rostro de los pobres. No hay Navidad si no se reconocen y se respetan los derechos de los pobres. Tal como lo expresa el Papa Francisco: «Hacer Navidad significa actuar como Jesús, «que vino por nosotros, necesitados, y para descender hacia los que nos necesitan»… “Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la simplicidad sobre la abundancia, del silencio sobre el escándalo, de la oración sobre “mi tiempo”, de Dios sobre mi “yo”.
Démosle de comer a todos los pobres de aquí impulsando la democracia alimentaria, definida como proceso «de abajo hacia arriba» que debe iniciarse a nivel local, desde las regiones y las ciudades, a fin de que se adopten políticas públicas que contribuyan a la seguridad y la sostenibilidad alimentarias, e invita a los entes locales y regionales a que reconozcan en cada territorio el derecho a alimentos saludables y sostenibles. No es espera con los brazos cruzados. Es acción popular que empuja cambios. Es revolución contra el hambre y la pobreza.
Propongo cambiar la “caridad de noche de Navidad” y la “conciencia social del tiempo de elecciones” por una justicia y solidaridad reales y permanentes, respetuosas de los derechos y dignidad de las personas, incluyendo del derecho a la alimentación digna. ¡Démosle de comer con dignidad para que sean libres sin tener que extender la mano! FELIZ NAVIDAD.