El 5 de julio de este mismo año, en la entrega que titulamos “Bailar pegao: democracia vs dictadura”, decíamos lo siguiente:

“La cultura dominicana se mueve entre dos perspectivas un tanto contradictorias: democracia vs dictadura. Ellas dos viven en la conciencia dominicana. En diversas ocasiones apelamos a una u otra, dependiendo de las circunstancias”.

Esa afirmación la sustentamos tanto en un cierto conocimiento subjetivo, a partir de realidades vividas, como los datos que nos ofrecen los dos estudios internacionales sobre educación cívica y ciudadana que se han realizado en el país con estudiantes de 8º del nivel primario en los años 2009 y 2016.

Para refrescarles la memoria, entonces decíamos acerca de los resultados de dichos estudios:

“En sus conocimientos y actitudes se ponen de manifiesto las ambigüedades mencionadas antes, quedando presos de esa realidad cultural en la que viven inmerso, pues si bien valoran las decisiones en que se tome en cuenta a la mayoría, al momento de tomar decisiones ante situaciones sociales complejas, afloran las actitudes autoritarias. Por ejemplo, ellos “favorecen las dictaduras, cuando traen orden y seguridad, y, además, cuando traen beneficios económicos”; así mismo, muestran una “actitud positiva hacia la concentración del poder en una sola persona que garantice el orden”; y además piensan que “la opinión más importante del país debe ser la del presidente”, y aún más, se muestran “a favor de que si el presidente no está de acuerdo con el Congreso Nacional debería disolverlo”.

En noviembre del 2020 se publicaron los resultados de otro importante estudio llevado a cabo por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa_IDEICE, bajo el título Informe Encuesta Mundial de Valores y bajo la autoría de José Lepoldo Artiles Gil.

La Encuesta Mundial de Valores (EMV) o World Values Survey (WVS por sus siglas en inglés), es el estudio internacional actual de más larga data, pues se viene realizando desde el año 1981. Se trata de un estudio de investigación social sobre valores, percepciones y actitudes de ciudadanos y ciudadanas de las edades comprendidas de 18 a 67 años. Más de 100 países participan en el mismo, lo que pone de relieve su importancia e interés. El conocido profesor de la Universidad de Michigan, Ronard F. Inglehart, fallecido recientemente el 8 de mayo de este mismo año, ha sido el director principal de tan importante proyecto. Su preocupación por comprender los cambios intergeneracionales en los valores, lo que él llamó La revolución silenciosa publicado con ése mismo nombre en 1977, son pistas importantes para comprender las sociedades contemporáneas y sus consecuencias políticas y económicas.

En el Informe dominicano del estudio del 2020, aparecen las respuestas dadas por quienes fueron encuestados acerca de su valoración sobre los sistemas políticos y las formas de gobierno, que quiero tomar para continuar reflexionando sobre el problema cultura democrática vs cultura autoritaria. Hay cinco afirmaciones sobre las cuales las y los encuestados dieron su opinión en base a las siguientes posibilidades: Muy buena, bastante buena, bastante mala, muy mala, y estas fueron las siguientes:

  • Tener un líder fuerte que no tenga que preocuparse del parlamento y las elecciones.
  • Que haya expertos, y no el Gobierno, que tomen decisiones de acuerdo con lo que piensen que es mejor para el país.
  • Que sea el Ejército el que gobierne el país.
  • Tener un sistema político democrático.
  • Tener un sistema regido por la ley religiosa en el que no hay partidos políticos ni elecciones.

Los resultados se muestran en el gráfico que sigue a continuación:

Como se puede observar un porcentaje alto da una buena valoración a “tener un sistema político democrático”, aunque no deja de ser “preocupante que casi un tercio no lo valora por igual. Al mismo tiempo llama la atención cómo emerge de la conciencia dominicana la valoración del “autoritarismo” cuando un 64% está de acuerdo con un “tener un líder que no tenga que preocuparse del parlamento y las elecciones”, así mismo, que otro alto porcentaje (69.5%) valore que “haya expertos, y no el gobierno, que tomen decisiones de acuerdo con lo que piensen que es mejor para el país”. Más aún, un poco más de un tercio (32.8%) opina “que sea el ejército el que gobierne el país”, o finalmente, que un 50% es de opinión favorable “tener un sistema regido por la ley religiosa en el que no hay particos políticos ni elecciones”.

La existencia de un líder fuerte sin preocupación con el parlamento y las elecciones, un grupo de expertos que tomen decisiones, o un sistema regido por una suerte de ley religiosa, no son más que expresiones de la cultura autoritaria cobijada en nuestra conciencia y que cada día se ve reforzada por las prácticas sociales autoritarias de nuestra vida nacional.

La gran escuela del ejercicio político dominicano, como los grandes maestros de esa escuela, deben prestar mayor atención a los resultados de su gestión. Podemos seguir aspirando a la construcción de una sociedad democrática y participativa, pero si no se dan pasos concretos e inequívocos en ese sentido, y continúan las prácticas autoritarias en el ejercicio del poder, tal realidad no parece tener un futuro predecible y plausible. Fundamentada en tal cultura, la construcción de la democracia es casi como un cuento de hadas.

Comparto la idea de que la escuela es un espacio de construcción de la democracia y la participación, sobre todo cuando estudiantes y maestros tienen la oportunidad de “elegir” sus representantes ante los organismos de representación y decisión de la escuela, y no solo en la enseñanza de lo que es “ciudadanía, ni moral y cívica”. Pero la escuela del ejercicio político se constituye en la mayor y mejor “oportunidad de aprender” qué es democracia y cómo se construye la misma, como qué significa ser sujeto de participación social.

No se debe olvidar, por lo demás, que la irrupción de las redes sociales posibilitando la participación de muchos sectores antes excluidos de la vida social y política, está construyendo un nuevo modo, una nueva manera de ejercicio del poder, en este caso, del poder social. Las experiencias nacionales e internacionales están ahí, no verlas se constituye en una miopía social.

Finalmente, somos un solo país y un solo pueblo, aunque tengamos distintas maneras de pensar y de sentir. Quizás ahí está la clave: el reconocimiento, primero, de que somos un solo país y un solo pueblo y, por lo tanto, ninguna parte específica de la población es más “dominicana” que otra; segundo, que todos y todas queremos y anhelamos contar con oportunidades de desarrollo y crecimiento personal y social; tercero, que por encima de los intereses personales o corporativos, están los intereses de la nación; cuarto, que todos y todas anhelamos vivir dignamente; quinto y, no por último menos importante, que todos y todas queremos ser parte de la construcción de nuestro país, con independencia de nuestras concepciones y preferencias… ¿acaso no son esos y otros, los sueños que ansiamos?

La única manera de construir democracia es asumiendo y aceptando las diferencias de ideas y criterios, así como el respeto de quienes los enarbolan.

En el artículo 6º del proyecto de Constitución de Juan Pablo Duarte, éste decía:

«La nación dominicana es libre e independiente, y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna otra potencia, ni el patrimonio de familia, ni persona alguna propia, ni mucho menos extraña». (La ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte de Juan Isidro Jiménez Grullón. Archivo General de la Nación. Colección Cuadernos Populares 1, págs. 40-41).