El problema de la democracia dominicana es que es flaca, cascarrañosa, pinta, bizca, coja y desgreñada; tiene mal aliento, apesta y es semianalfabeta, media lengua, fañosa y malapalabrosa; se exhibe, siempre coquetona, muchacha fácil al fin, frente a todo aquel oportunista y trepador que le promete salvarla. Tiene una mala costumbre: a todo aquel con quien decide amancebarse le regala un botellón, un galón, un litro o una tercia, según como le vaya en el fugaz romance. A ellos lo que les interesa es el regalo que siempre les da la malvada (a la que, por cierto, no le importa si, al agacharse se le ve todo).