Existe demasiada paz cuando se violentan los derechos de las personas, los bienes y capitales públicos, las instituciones y cuando los presuntos o públicamente señalados como autores de tales hechos, no solo permanecen intocables, sino que progresan y ascienden.

Sin embargo, así hemos vivido durante los últimos 20 años. Nos hemos acostumbrado a vivir sin conflictos sociales graves. Es normal para nosotros que entre un año y salga sin ver ningún estallido social, ni tan siquiera el asomo de uno. Nos sentimos bien con la calma de este pueblo en ocasiones, y en otros momentos esa misma calma podría asombrarnos e indignarnos.

El caso es que, estando en un refrigerador social por tanto tiempo, es muy brusco, de repente, querer regresar a este pueblo—como comentaba en otro lugar al “y si me topan esto va a coger candela”, que profirió Peña Gómez en décadas pasadas, ante toda la prensa y vía medios de comunicación televisiva.

En este país—como también afirmaba en otra parte—desde el ejecutivo de una cadena de hoteles, hasta el humilde dueño de una paletera, se levantan, sin esperar contratiempo alguno, a empezar el día y seguir avanzando sus proyectos y realizando sus tareas.

República Dominicana es una economía que crece y ha crecido, para pocos, pero con todo ha crecido, esos pocos, son relativamente numerosos y de ellos depende mucha más gentes, que desde chóferes distribuidores hasta ejecutivos se benefician del crecimiento de los grupos y magnates a quienes sirven.

En este país—como también afirmaba en otra parte—desde el ejecutivo de una cadena de hoteles, hasta el humilde dueño de una paletera, se levantan, sin esperar contratiempo alguno, a empezar el día y seguir avanzando sus proyectos y realizando sus tareas. Este es un país distinto de aquél que, también una y otra vez, aceptaba el cierre de todos los negocios y la paralización de todas las actividades, acompañadas de intenso despliegue policial y hasta militar.

Esas movilizaciones son extrañas para esta generación. Sí, porque ya va toda una generación de dominicanos que han vivido ajenos a masivos estallidos sociales en el país. Pueden escuchar a sus padres hablando de abril de 1984, o a sus abuelos hablando de abril de 1965, pero en su tiempo de vida nunca han palpado, ni tenido cerca un abril semejante.

Y ahora aparece un Luis Abinader combativo. Aún aquellos que nunca votaremos por él, reconocemos que es lo que necesitamos, quizás no como presidente, pero si como actor político de oposición. Hemos tenido casi una década sin real oposición. En esa década se han constituido nuevas cortes; se han transformado instituciones; se han iniciado y concluido proyectos, sin apenas discusión. El lamentable estado en que se encuentran ciertas parcelas del Poder Judicial—en el que se ha revelado la existencia de grupos mafiosos—evidencia que el progreso del país no puede ser realizado por un partido en solitario, sin cuestionamientos, ni críticas de nadie: el país necesita oposición.

Ahora bien, Abinader debe llegar a este tiempo. Debe salir de ese pasado en el que, casi no causaba asombro decir “si me topan esto va a coger candela” y entender que para la nube de intereses económicos (nacionales y extranjeros) que gravitan en República Dominicana, es inadmisible que ningún actor político toque esa paz en la que vivimos. La paz es su activo, es sobre el cual, junto a cierta seguridad jurídica y otras garantías estatales, ellos pueden hacer sus negocios y dar empleo.  Abinader, en palabras del pueblo norteamericano se da “un tiro en el pie” al asumir un discurso de confrontación que insinúa que se puede tocar la tecla del quebrantamiento de la paz pública, tal y como lo insinuó antes y después de las pasadas elecciones presidenciales, congresuales y municipales en el país (favor observar esta nota, fuente CDN: https://youtu.be/tg8KyjKrfyk).

Un proyecto político necesita contar con la confianza de todos los sectores, o con grados de confianza en todos ellos. El gran capital nativo y extranjero de este país no puede, ni va a sentirse cómodo con alguien que, reiteradamente, y cuando no es favorecido, ataca con virulencia a las instituciones y a la legitimidad misma del sistema.

Abinader viene demostrando que no es consciente de la influencia que tiene, y lanza irresponsablemente las más agresivas consignas sin pensar que detrás le siguen personas tan alienadas con la política, que son capaces de matar o morir en un altercado con la policía en algún municipio cualquiera.

Al presente, la imprudencia de Luis Rodolfo Abinader Corona, ya está dando sus nefastos frutos, pues recientemente el secretario general del Partido de la Liberación Dominicana, Reinaldo Pared, ha dicho que, “si hay que hablar con alguien de la oposición, ése es Hipólito Mejía” ninguneando abiertamente a Luis, que se ha ganado eso a golpe de imprudencia y tozudez.

Finalmente, es cierto que Luis Abinader es un líder joven, a esa juventud e inexperiencia debería añadir madurez y conciencia de todo el poder que ha recibido en las pasadas elecciones. Ojalá pueda hacerlo. Está a tiempo.

Nota: Respecto a las afirmaciones de Abinader de que peligra la paz pública, aparecen reseñadas y dichas por el propio Luis Abinader en esta nota de CDN: https://youtu.be/tg8KyjKrfyk