(Al Santo Padre, porque me ha liberado del infierno)
Las palabras del Papa en Alemania han resultado incomprensibles, incluso para sus propios acólitos, atrapado entre el dogma y la razón que lo tortura, mostró al gran Cantinflas que lo habita. A diferencia de Juan Pablo II, es un mal actor, un pésimo teólogo y peor malabarista y, aunque deben callar, representa una gran vergüenza para el clero pensante y sensato de su Iglesia, y me comentan con abaja voz: "con este Papa no necesitamos a Lutero".
Incongruente, "laevis cogitare", un día nos habla de renovación y el otro de conservadurismo, un día nos habla de creación y el otro de evolución, uno de ecumenismo y el otro de integrismo, "sit lux et tenebrae" .Quizás por esto un diario italiano afirma que el Papa renunciará el próximo 16 de abril, al cumplir los 85 años; rumor posiblemente tirado a la calle por algunos curas pasquinos espantados que han visto en sus declaraciones desmedidas una clara señal de "seniles virtutes" que se asoman a su mente , no se explican de donde le salió decir que la Iglesia debe despojarse de sus riquezas y de sus poderes políticos, no estaba en el guión de su viaje.
Ciertamente, no sé si existen precedentes recientes de una "pontificia abdicationem", aunque existe un viejo decir: "pro iniuria clericali letalis potionibus": "para entuertos clericales, pócimas letales".
Ahora, de repente, como aquel insulto medieval que lanzó al Islam en Ratisbona, se le ocurre decir que la Iglesia necesita una "fuerte renovación", que debe "despojarse" de su "riqueza terrenal" y de su "poder político", de "abrirse" a las preocupaciones del mundo. Desesperado, de fundamentalista ha pasado a ser todo un revolucionario, hiriendo a su propia Iglesia en el centro de su corazón: su poder político y su riqueza. Habló muy claro, no habló de curas pobres sino de una "Iglesia Pobre" y la polémica ha quedado abierta.
Con su decir, ha abierto una vieja herida medieval surgida entre los franciscanos, en torno al tema de "la pobreza de la Iglesia". En el seno de la orden se había producido en 1245 una división entre los llamados "conventuales" y los "espirituales", los fraticelli radicales puros que defendían un ideal de pobreza absoluta, alegando que, tanto Jesús como sus discípulos carecían de posesiones individuales o comunales. Disputa que tuvo su punto más álgido cuando en el 1318, Juan XXII los condenó como heréticos, provocando que el General de la Orden, Cesena, buscara la protección de Luis IV de Baviera, después de ser excomulgado.
Y no quiero imaginarme como habrá caído esta "proclama revolucionaria" dentro de los círculos conservadores eclesiales de hoy, la que hecho este "papa fraticelli" tan "carpetozo":
¿Qué será de la riqueza de nuestra Iglesia? ¿A quienes les venderemos nuestras obras de arte, nuestros palacios, nuestras docenas de miles de propiedades inmobiliarias que tenemos alquiladas a terceros en Roma y en todas partes del mundo, de las que recibimos jugosas rentas? ¿Qué haremos con los bancos, con los altares de oro robado a indígenas de América y copones misales? ¿Les daremos nuestros dineros a los pobres? ¿Abandonaremos a los ricos poderosos y dejaremos de propagar la sumisión y la ignorancia entre los pueblos? ¿Nos tendremos que rasgar las vestiduras por habernos tragado al pederasta y colado al mosquito? ¿Acabaremos nuestro matrimonio con el estatus quo? ¿Renegaremos de la iglesia constantiniana? ¿Dejaremos de vivir de los privilegios del Estado? ¿Renunciaremos a nuestros jugosos Concordatos ¿Abandonaremos la superstición y renegaremos de los estúpidos dogmas?…
Theatrum mundi: todo parece indicar que un nuevo Circo Romano nos espera, pero, como siempre, sin nada de pan; colmados de riquezas, seguirán vendiendo esperanzas de cielos imposibles, hostias y placebos espirituales para alentar a los espíritus miedosos, decaídos y harapientos, descuidando los estómagos vacíos de los pobres, ofreciéndoles lo mejor de lo mejor, lo que nada les cuesta,"oraciones" y peticiones a vírgenes y santos inexistentes.
Senil, parece que ha vuelto a asumir sus remotos ideales liberales, los que una vez proclamó antes de probar las mieles vaticanas. Sorprendentemente, ahora nos dice lo que todos venimos criticando y sabemos desde siempre: que la Iglesia y su clero permanece atrasada; que ama el dinero y los privilegios; que hace política a favor de los ricos, para proteger sus intereses; que se encuentra de espaldas al mundo viviendo en el medioevo. Esto lo sabemos todos, hasta el mismo Pontífice de Roma.
Señor Papa, de este susto no me muero, de verlo entrar por la Plaza de San Pedro montado en un burro y palmas, sacando a los mercaderes del templo, dirigiendo una subasta pública, repartiendo la riqueza de la Iglesia entre los pobres y los hambrientos, ordenándole al pontífice dominicano que renuncie al Concordato , diciéndole que abandone su palacio, que se mude en Gualey, a comer yaniqueques arrempujados con vinos de mala muerte, en camiseta, viajando en guagua, con un reloj marca "Rogelio" o "Regino" en su muñeca, con su nariz doblada por los rechinantes olores de los haitianos fronterizos.
Déjese de santas bromillas conventuales, no cruce la línea de Pizarro; con los dineros de la Iglesia y el confort clerical no se juega, recuérdese del caso del cardenal Marcinkus y su Banco Ambrosiano, y, si no me cree, visite un oráculo para que lo conecte con el difunto Juan Pablo I, el que duró 33 días en el trono, uno por cada año de Cristo, pregúntele a que hora se comió el caramelillo.
Señor Papa, ojalá sea cierto lo que dice (aunque usted no miente) y que estas declaraciones no sean el producto de una explosión "senil-toluena" de su mente; pero, razonablemente y gracias a Dios, sospechamos que todo ha sido un desagradable sainete de demagogia político religiosa vaticana desesperada que ni usted mismo se la ha creído, una cortina de incienso encubridor, porque ustedes (la cúpula) jamás renunciarán del poder y a las riquezas. ¡Qué bueno es vivir en la opulencia, rodeado de fieles serviles creyentes codiciosos de inmortalidad, impenitentes compradores de estupideces!
Aunque debo decir que sería yo semihumano si no le agradezco algo, porque desde hoy puedo decir que ambos coincidimos, que pensamos de igual manera, que sustentamos la misma crítica contra su iglesia y, por lo tanto, y he aquí la causa de mi alegría y agradecimiento: desde ahora he quedado libre de toda excomunión y herejía, "ex inferno liberavit", desde hoy viviré tranquilo exclamando junto a usted, y a toda voz, la proclama de nuestra locura metódica: "Deliro ergo sum".