"Los que se han ido me envían sus fuertes vibraciones
de inquietante espera.
Lo siento. Lo veo. Pero también me atan aún los hermosos
latidos del corazón de Amor, que me rodea".
DELIA WEBER, julio de 1974.
“Nací triste, como si hubiera presentido un gran dolor en el mundo al cual abría los ojos… Mis primeros recuerdos son de corazón oprimido. De hondo suspirar. De llanto desatado…De terror […] supe que mis compañeras de aprendizaje me decían “La quinta angustia”, porque yo suspiraba constantemente…Y sólo insinuaba sonrisas…como si no supiera reír abiertamente […] al través de mi vida he padecido de una gran angustia, de una vasta soledad […].
Pensamiento Inédito (Santo Domingo, Colección Antología de Nuestra Voz, No. 32, 1987: 15-16).
A principios del siglo XX, en octubre de 1900, nace la precursora del pensamiento místico femenino en la República Dominicana: Delia Weber, la autora del instante existencial captado en la nostalgia como origen primigenio del desaliento y des-ocultamiento del ente en un acto beatífico halado por el misterio.
Delia Weber fue una espectadora del universo. Un universo que para ella no está desnudo, ni tiene complejidades ni instantes inconclusos en su cotidianidad, sólo rutina en sus manos, reconocimiento de las cosas, aceptar reflejar la luz, puesto que nada se mueve, todo está inmóvil, demorado, ya que el espacio es sólo los cuerpos, los objetos mirados-buscados, el ojo-síntesis, las formas inequívocas, los contornos proporcionados por la perspectiva lineal o geometral de la visión. El presentir es el corpus del mundo visto y vivido por ella, dotado de dualidad y un micro universo que se introvierte. Sólo la visión en el ruido de la oscuridad puede encarnar el verbo, las líneas de la divagación elucubrativa para habitar las orillas del presentir a través del lenguaje.
Weber hizo de su ser-en-el mundo una actividad contemplativa. Su obra poética-filosófica es de una pulcritud extraordinaria; se caracteriza por el “saber” por escribir con entusiasmo profético y cautela, en torno a lo divino no como una simple sensación subjetiva sino un reconocimiento interior de las abstracciones que conjura la trascendencia del tiempo.
Su intención como autora mística no fue guiarse por formulaciones teóricas, sino por expresiones de augurios y de palabras de admirable belleza. Toda pensamiento suyo sobre el orden cósmico surge de una alianza ponderativa entre la arbitrariedad de lo absoluto y lo puro de la íntima unidad de lo eterno con Dios, llamado por Weber “Omnipresencia” y “Susbtancia (sic) única”:
¡Tú, que estás en todas partes!…/ ere la fuente y el derramamiento. / La inercia y el movimiento. La luz y la tiniebla. / Lo finito y lo infinito. La ilusión y la verdad. / El tiempo, el espacio, la causa, el efecto, el ser, la nada. / La vida y la muerte. / Eres todo, menos dos.
(Poema “Omnipresencia” en Espigas al Sol).
Su experiencia filosófica partía de la confraternidad espiritual, del concebible vuelo del pensamiento, de la conexión dramática del “ser” con el movimiento, para sentir a lo humano como un dictamen de la sustancia, idea que resume en el poema “La Ley”:
Lo que reciba de ti es tuyo. / Y tengo que devolvértelo, / aunque no lo quiera yo. Es la ley. / Tú soy yo. Y yo soy tú. / Aunque no lo sepas aun…/ Más tarde o más temprano/ verás la fusión, como si te vieras en el agua. (En Espigas al Sol).
Weber hizo del saber un estadio para vivir en perfecta oquedad junto a los dictámenes de una sustantividad que hacia fluir con síntomas de anhelos en el logos. Su afición al arte y a la estética hizo que su obra literaria (poesía, ensayo y dramaturgia) tuviera como referente sus inquietudes sobre el sentido de la humanidad en el mundo.
El sueño y la contemplación adquirieron en sus textos poéticos-filosóficos-místicos una significación ontológica de pre-conciencia. El sueño fue en ella un centinela gratuito que desflora su tránsito por el orden cotidiano; es el orden desde el cual afirma que se vive “viviendo” la experiencia de lo que se busca conocer desde la fe y la pureza, por medio de la luz, el instante y la canción del alma para entrar al “bosque del mundo”. Delia Weber falleció en su morada un 28 de diciembre de 1982. Al final de sus días escribió: “Los que creen en la vida espiritual nos reintegramos a la vida fenomenal sin principio ni fin, y sin importancia”. (Epílogo (De mi autobiografía), y dejándonos como legado al mundo su Síntesis de Autobiografía:
“Oye, Hermano de la Tierra:
No he pasado inútilmente por las veredas de tus caminos. Ni me he detenido sin objeto a la vera de tu casa.
Te di el acento de mi voz. Por mis pasos fui al mar, a pedirle la cambiante fuerza. Pedí dulzuras a las flores para vaciarlas en tus manos.
Sané mis heridas con silencio, para que tú no sangraras en tu amor a los otros, o adquieras inquisidora mirada…
Todo lo di antes de recibirlo. Porque de tu alegría viene mi fragancia, y de tus penas mi insoportable sufrimiento.
Lo que me diste fue siempre mucho. Y tus agravios encontraron en mi tristeza su razón.
Mis lágrimas fueron siempre agua salada para salud y frescura de mi recinto.
Encontré en la paciencia y el trabajo la Paz de esta vida.
Y en el perdón la culminación del amor, de éxtasis y de la Luz Cristiana.
Por la obediencia merecí la dirección secreta de Dios y logré lo alcanzado.
Me llama la Vida. Me llama la Muerte”.