Cuando se producen acontecimientos de hechos históricos, sociales y hasta deportivos, que recuerdan otros de naturaleza parecida acaecidos en épocas pasadas, surgen de inmediato las comparaciones de estos. Por eso, en la intención de explicación del movimiento 15-M que se inició en la plaza Sol de Madrid, se tiende a compararlo con el mayo del 68, que se inició en Paris y se extendió en casi todo Occidente.
Al tratarse de hechos que se tipifican como movimientos sociales, sus similitudes y diferencias no son de difícil identificación: en ambos, sus principales protagonistas expresan una profunda indignación y rabia contra una clase política que, hoy como ayer, se ha esclerotizado en poder, ha abusado de su poder, se ha corrompido, corrompiendo también las formas de representación y las instituciones políticas, hoy con mayores niveles de corrupción y descaro que ayer.
Otra similitud, tanto en el mayo del 68 como los del 2001, son los jóvenes la mayoría de sus los integrantes. Sin embargo, los contextos social y político de ambos movimientos, más que diferentes, parecen opuestos. Si bien en el actual movimiento de "indignados" tiene a los jóvenes como activistas principales, muchos de ellos son egresados de la universidad que no encuentran trabajo, otros no tan jóvenes son desempleados, otros son estudiantes y en todos, además del descontento contra el estado de cosas que están viviendo, lo que más motiva y une es la incertidumbre sobre el futuro en términos individuales
El contexto actual es de debilidad del movimiento obrero, de la virtualización de la economía, de una izquierda en caída libre, de las actitudes conservadoras y hasta reaccionarias de un sector importante de la clase trabajadora y del egoísmo de unas capas medias, ebrias de consumismo y de la hibernación o final de los movimientos sociales urbanos en los países desarrollados. En breve, el movimiento de mayo del 2011, de perspectiva incierta, no tiene la potencialidad de cambio que sí tuvo el del 68.
El mayo del 68, con epicentro en París, en sus inicios, fue un movimiento esencialmente estudiantil, al que posteriormente se sumó la clase trabajadora. Su contexto era el de la guerra de Vietnam, el movimiento por los derechos civiles de los negros norteamericanos, encabezado por Martin Luther King, la primavera de Praga, el auge del movimiento sindical, pero al mismo tiempo de florecimiento del capitalismo industrial y financiero, por eso las nociones de clases sociales antagónicas: la del capital y del trabajo, eran nítidas.
Eso determinó que el embrujo del mayo del 68 se proyectara con fuerza en todo Occidente. En México hubo grandes revueltas estudiantiles, lo mismo en los Estados Unidos, sobre todo en la universidad de Berkeley en California, influyó en los movimientos estudiantiles de la región, del cual algunos de sus integrantes confluyeron en las revueltas armadas en varios países, de las que participaron los actuales presidente de Uruguay y Brasil, Pepe Mujica y Dilma Rousseff.
Un importante punto común de ambos movimientos es la espontaneidad, la falta de horizonte político con un mínimo de organización. A ese propósito, no deja de llamar la atención que a pesar de la justeza de la rabia de sus protagonistas, en el 68 francés, en las elecciones del 30 de junio, menos de dos meses del inicio del movimiento, los partidos socialista y comunista perdieron100 diputados, 39 y 61 respectivamente, ganando el centro derecha la mayoría absoluta. Dos semanas después del inicio del mayo español, la derecha gana las elecciones municipales y autonómicas con la mayor puntuación de toda su historia, con un poder jamás tenido desde el inicio de la democracia, como allí se dice.
No se puede atribuir ambas derrotas a los referidos movimientos, lo que sí está claro es que la desvinculación de éstos del país político real del momento, pudo haber disminuido sus potencialidades y que tampoco lograron impedir el resonante triunfo electoral de las derechas que asediaban a las fuerzas de tradición de izquierda, las cuales, independientemente de sus inconsecuencias, en definitiva, aún constituyen importantes referencias para cualquier proyecto de cambio.
La lección que podemos extraer de la acción de ambos movimientos es que para que un movimiento social o político tenga posibilidades para producir un cambio, no basta una colectiva expresión de rabia ni de la intensidad de esta, que las condiciones de gente se haya empeorado ni que la clase política en el poder carezca de legitimidad. Son necesarios otros factores, en el que el papel de la organización del movimiento con una mínima estructura de dirección es fundamental.
Los sobresaltos que producen los movimientos espontáneos en los sistemas políticos son importantes, pero hasta el momento no han producido cambios sustantivos de cierta duración en las sociedades donde se han producido. Hoy, más que nunca, más que sobresaltos, necesitamos una acción organizada de proyección internacional que vaya al centro de los grandes problemas de la época: el predominio del gran capital financiero, de la burocracia internacional, ineficiente y corrupta y derrochadora de recursos, enquistada en algunas importantes instituciones cooperación internacional, además del deterioro ambiental, la crisis alimentaria y de agua potable.
La identificación de métodos de lucha para enfrentar estos problemas, la organización alrededor de estos métodos y el tipo de unidad que estos eventualmente produzcan podrían conducir a la elaboración del modelo de sociedad que se quiere como alternativa al presente estado de cosas. En la búsqueda de una alternativa organizativa se diluyó el mayo del 68 y hasta el momento, aparte de la conciencia de estos problemas que expresan algunos participantes del mayo del 21, todo apunta a que el calor del verano podría diluirlo.
En lo que concierne a los movimientos de protesta de nuestro país y a quienes se reclaman alternativos, esta reflexión podría serles útil. Sin una claridad de lo que se quiere en términos de proyecto de sociedad, sin un mínimo de organización y con una actitud de autosuficiencia y de desprecio hacia las formas organizativas de izquierda realmente existentes, independientemente de sus debilidades, deficiencia e ineficacia y sin una unidad efectiva de todas las franjas que se reclaman alternativa, no es posible articular ninguna acción sostenida que provoque un cambio en esta sociedad.
Finalmente, la burbuja del mayo del 68 duró hasta mediados de los 70, apuntaló muchas conquistas democráticas, pero no produjo la esencia de la "revolución que queríamos tanto". En Francia las fuerzas de izquierda se plegaron a la lógica de la ex Unión Soviética que prefería su alianza con la derecha gaullista y su convivencia y pacto tácito con los Estados Unidos para impedir cualquier cambio revolucionario en Europa, dejando en banda el movimiento.
A pesar de todo, la lección del mayo del 68 es y seguirá siendo una referencia para cualquier movimiento por el cambio, lo es para este mayo del 2011 y para cualquiera otro, aunque sólo se proponga lo posible de lo que es lo deseable.