Desde que Donald Trump resultara electo hace más de cuatro años, se comentó sobre la pertinencia de la herramienta twitter en sus manos, una red caracterizada por la inmediatez y la brevedad, dos actitudes que no suelen estar asociadas al ejercicio de la presidencia donde es útil tener visión de largo plazo, actitud de reflexión y capacidad de concentración.

Jack Dorsey, presidente ejecutivo de Twitter

En el mismo mes de diciembre de 2016, varios comentadores asumieron que él delegaría el manejo de la expresión de sus opiniones en el equipo de comunicaciones de la Casa Blanca, algo que él prefirió obviar.  Aunque consumió mucho tiempo en esta actividad y, saltándose procesos, removió a más de un funcionario por esta vía entre otros desafortunados trinos, pasó mucho tiempo antes de que los manejadores de esta plataforma se decidieran a colocar anotaciones sobre el nivel de veracidad de lo expresado y, que literalmente, hiciera llamamientos públicos peligrosos por otra vía para que le negaran el acceso a un servicio gratuito y disponible para cualquier persona.

Sin embargo, ha habido precedentes en la negación de otros servicios para él y sus seguidores en el pasado reciente. El 28 de diciembre pasado, cuando el negocio del turismo y de la restauración tenían meses sufriendo la baja en la clientela derivada de la pandemia, el Hotel Harrington, de la ciudad de Washington, DC, anunció que cerraría sus operaciones del 4 al 6 de enero, simplemente porque sabían que sus instalaciones eran atractivas para el público seguidor de Donald Trump y se esperaba que vinieran gente de otras localidades a la marcha convocada con anticipación. Tal vez era la posibilidad de contagio de covid 19 lo que preocupaba a sus administradores. Es conocido que no suelen usar mascarillas ni mantener distancia física en sus reuniones multitudinarias. Tal vez, precisamente porque habían tenido esos visitantes en el pasado, habían tenido informaciones de las que no disponía el gran público. De cualquier modo, es una gran señal de responsabilidad social empresarial el dejar de hacer negocios legítimos ¡en épocas difíciles!  por la percepción de la potencialidad de riesgo.

Hotel Harrington

Igualmente, desde antes de que al presidente Trump se le formalizara el inicio de su segundo proceso de destitución, Stripe, una estructura de procesamiento de pago que permitía la transferencia de fondos a esta campaña, decidió retirarle ese servicio. En este segundo caso, la fuerza de las convicciones ideológicas es más evidente, puesto que el peligro para la plataforma es menos directo que la contaminación o violencia que puedan representar huéspedes en un hotel.

Más tarde, Deutsche Bank AG y Signature Bank, que mantenían negocios el todavía presidente, decidieron cortar sus relaciones comerciales con él y lo mismo hizo luego Profesional Banking Corp. En los EEUU esta toma de postura en cuestiones sociopolíticas por parte de las empresas se hace cada vez más evidente. Hace unos meses, en ocasión de las marchas en contra del racismo surgidas a partir de la muerte violenta de George Floyd, compañías de diferentes tamaños asumieron una defensa abierta a los valores de inclusión e integración y si bien en algunos casos estas declaraciones se hacen como enunciados, en los ejemplos antes citados, las palabras han estado acompañadas de hechos concretos.

Las palabras preparan a la acción. “En el principio era el verbo” dice el primer versículo del evangelio de San Juan y, aunque como dice la segunda parte del refrán que sirve de título a esta pieza, a veces “hay un gran trecho” entre palabras y acciones, cuando el peligro potencial enunciado es muy grande, lo sensato es no averiguar cuán largo puede ser ese trecho para el que las pronuncia o el que las escucha.  No pasó una hora entre la invitación a la acción de Trump y la entrada de los manifestantes al Capitolio.