Estoy segura que todos los ciudadanos seguimos observando de cerca el devenir de lo que ocurre en nuestro día a día. Teníamos una situación desesperada de la cual debíamos librarnos y tomamos las medidas para que esto fuera posible. Lo hicimos a través de uno, no el único recurso, que el sistema democrático ofrece a la población, para ejercer influencia sobre el comportamiento del Estado en la vida social, que son las elecciones. Pero algo está ocurriendo que estamos tropezando demasiado. Todo está encontrando muchos obstáculos, la cosa va lenta, y ahora hay que esperar cien días para que veamos si es verdad que nos enrumbamos o no en los objetivos que nos habíamos planteado.
Y es que todo siempre empieza en la exposición y la expresión de gordos y amplios fardos de papeles con una caterva de buenas intenciones, como lo es, por ejemplo, la llamada Estrategia Nacional de Desarrollo. La misma es un supuesto plan organizado a principios de esta década que termina, para lograr muy bonitos pero supuestos objetivos que adornan papeles y alimentan esperanzas, que terminan siendo, además de frustraciones, asombrosas decepciones cuando observamos los resultados de los botines de la corruptela que provocan en los funcionarios públicos.
Y en eso nos encontramos, debatiéndonos en cómo, qué y cuándo hacer para que se cumplan las tan altas expectativas que teníamos, que tenemos, para que haya un cambio de rumbo en nuestra sociedad. Pero ya vemos que nos encontramos con cosas que más que severos problemas, parecieran distracciones o cortinas de humo para que no veamos qué ocurre detrás. El caso de la Ministra de la Juventud, el caso del logo “marca país”, el caso de los barrilitos y la promoción del turismo cuando toda Europa se cierra por un rebrote de la pandemia de covid 19 y en Estados Unidos, principales emisores de turistas, las cifras de contagios no ceden.
Mientras esto ocurre, los profesionales del ejercicio jurídico reclaman la apertura de los Tribunales para poder trabajar e impartir la justicia que la sociedad necesita y reclama, y resulta que intrincados mecanismos institucionales, “amarres” como se les llama en el argot popular, no permiten que esto sea posible, para satisfacción y alivio de los que han promovido y aprovechado la violación de las leyes y el derecho de los ciudadanos durante este período para satisfacer sus caprichos aprovechando la oportunidad de la debacle moral de la sociedad violando las leyes, apoderándose de lo que no es suyo y haciendo “la paca”.
Todos estamos de acuerdo en que deseamos que los funcionarios públicos dejen de robarse el dinero del Estado, pero nadie ha dicho qué se hará con él, ni con el que se reintegre y no se pague a las oficinas senatoriales. Nadie ha dicho qué se hará con el 50% del dinero, pagado ineficientemente, a los partidos políticos, cuando no es un gasto necesario. Se entregan los recursos naturales a empresas extranjeras como esa de San Pedro de Macorís porque se necesita MÁS DINERO, sin que sepamos para qué y qué beneficios obtendrán nuestros ciudadanos de a pie de todos esos dineros que queremos recaudar, decimos que necesitamos pero no tenemos claro en qué y cómo invertir. Qué raro que nadie ha pensado en las exenciones jugosas y cuantiosas, que tiene la empresa privada nacional, conjuntamente con el futuro asegurado de sus descendientes hasta fines de siglo, para engrosar las arcas del dinero que tanto necesitamos NO SABEMOS PARA QUÉ.
Y con tantas cosas que hay para hacer el CAMBIO real. Y es que cuando se habla de educación solo se piensa en construcción de escuelas. No, la educación no consiste en construir escuelas. Un cambio en la educación significa llevar a cabo un ambicioso plan para reestructurar esto que menciono, cómo importantizar lo que realmente importa socialmente: la ciudadanía. Y aquí vemos la mejor prueba de la necesidad de lo que estoy planteando. El editorial del periódico El día de fecha 23 de octubre 2020, haciendo alusión a una estrategia de marca país que alguien que no conozco se atribuyó el hacerla sin mi aprobación ni consentimiento y dijo que los pilares de esta estrategia de marca de MI PAIS eran como sigue: producción, TURISMO, INVERSIÓN, cultura y CIUDADANÍA. Ya lo ven, la ciudadanía en último lugar. Para eso necesitamos REESTRUCTURAR LA EDUCACIÓN, para que nos demos cuenta de que lo que importa en el país, en la sociedad, somos los ciudadanos, los que todos los días nos levantamos a aportar, no a contar cuánto aumentamos las riquezas.
Hay tantas cosas que se pueden hacer en favor de la ciudadanía si el dinero que nos queremos ahorrar se invierte verdaderamente en reestructurar la educación. Como por ejemplo, trabajar en educación para la creación de emprendimientos de recolección selectiva de residuos y aprovechamiento de los orgánicos, hasta de los parques públicos, como lo hacen en el de la calle Filomena Gómez de Coba. Es imperativo reestructurar la educación en el tema de la violencia intrafamiliar educando a las mujeres para que eduquen a sus niños varones en el respeto a las mujeres, reeducando para que las niñas no vean en su cuerpo una salida a su situación de precariedad económica y que no sean víctimas de los cuarentones y cincuentones con deseos de probarles al mundo su virilidad.
Se necesita reestructurar la educación para que el primer objetivo de los que no me preguntaron si quería que la “producción” fuera el primero, sea la producción que tome en cuenta a los ciudadanos que tienen interés en PRODUCIR. No sé si se han dado cuenta de que todo el sistema productivo y de distribución de bienes y servicios de toda la sociedad se encuentra concentrado en unas cuantas pocas manos. Esta realidad también necesita de un proceso de reestructuración de la educación para que se entienda algo tan simple, como que TODOS TENEMOS LOS MISMOS DERECHOS.
De tal manera que la ciudadanía, que pasará al primer lugar de preocupación del CAMBIO, pueda participar en ese proceso de producción y conseguir como parte de él, mejorar su calidad de vida y la de su familia. Y así con la alimentación, con la salud que no sea el botín de ingenieros construyendo hospitales que se caen a los dos años. Reestructurar la educación para que la salud no sea para el beneficio de aseguradoras, sino para que haya médicos que le den soluciones a sus pacientes.
También reestructurar la educación para abandonar estas lastimosas realidades de los Departamentos de ayudas sociales, que no son más que la forma más aberrante del no reconocimiento de los derechos ciudadanos y del mantenimiento del atraso de una sociedad feudal que ya debemos superar, como lo expone con palabras rimbombantes la “Estrategia Nacional de Desarrollo” que propone hacer un “Estado Democrático de Derecho” que no se podrá cumplir, mientras sigamos pensando como pensaba Cristóbal Colón cuando llegó, a esta isla, se robó el oro y trajo a los africanos a ponerlos a trabajar para hacerse rico, que es lo que todavía hacemos. SI QUEREMOS CAMBIO, CAMBIEMOS!