Nuestras autoridades históricamente han carecido de la visión estratégica para orientar el país hacia determinados objetivos y peor aún, en  ocasiones en vez de servir de motor a las iniciativas privadas que han generado ingresos para nuestra economía y empleos para nuestra gente, han sido  un obstáculo al desarrollo y competitividad, por más buenas programas, normativas u oficinas que se hayan creado para asegurar lo contrario.

Ejemplo de ello es que aunque el sector privado fomentó nuestra  importante industria turística, habiendo desarrollado no solo una gran infraestructura, sino  una marca país y un destino internacionalmente conocido; como país  hemos sido incapaces de desarrollar un verdadero plan que acompañe toda esta inversión turística, que sirva para multiplicar los beneficios de este sector. Para eso es necesario que todos los servicios conexos funcionen debidamente y orientados claramente a  lograr la satisfacción de las necesidades de nuestra industria turística. Pero sobre todo, que todas las autoridades  actúen al servicio de este propósito aunque ejerciendo siempre la debida regulación, a la vez que promuevan una conciencia nacional de la importancia de que  todos contribuyamos al desarrollo del turismo de manera sostenible.

Aunque desde hace décadas en el país se han explotado yacimientos mineros y las concesiones mineras han sido otorgadas generalmente como prebendas políticas que se salen a vender al mejor  postor, la implementación de la nueva explotación de la mina de oro de Pueblo Viejo y los altos precios alcanzados por dicho mineral, han fijado la atención nacional sobre  este sector.  Aunque debemos celebrar  que una parte de la sociedad se haya empoderado de la defensa de nuestros recursos naturales, lamentamos  que nuestras  autoridades no hayan definido un plan sobre qué  debe hacer el país  en relación con sus recursos mineros, habiendo más bien dado señales inequívocas, por un lado de que quieren impulsar este sector y, por el otro, alentando actitudes extremas  porque circunstancialmente les favorecían.

El propio informe del PNUD sobre Loma Miranda nos recuerda que como nación debemos “reflexionar acerca de la pertinencia de promover la minería como prioridad para el desarrollo del país”… actividad que “puede generar importantes beneficios económicos” pero  también “deja importantes pasivos ambientales y sociales” que “se deben mitigar.”

Nuestras autoridades deben promover esta reflexión y no que la sociedad se polarice entre los que entienden que cualquier explotación de una gran empresa sería nociva y los que piensan que deben explotarse estas riquezas.

El Estado debe jugar su rol que va más allá de haber negociado los términos económicos del contrato con la Barrick o de querer crear un nuevo Ministerio.  Debe definir cómo podemos explotar estos recursos de la manera más eficiente y menos impactante.  La sociedad por su parte debe fiscalizar cómo deben  utilizarse los grandes recursos que ingresarán de la mina de oro y la  preservación de  nuestros recursos, particularmente los hídricos, no solo por la acción de particulares sino del propio Estado, como acontece la carretera Cibao-Sur.

Es urgente que tomemos estas decisiones fundamentales, para que sea la racionalidad y no el populismo y la demagogia, que marquen nuestro destino.