La poesía de Denisse Español opera bajo los efectos del ser en la sociedad, trabajando o moviéndose en un espacio indeterminado. En el proceso de constitución y diseño de textos, Español trabaja con el soporte transparente de lo esencial. No estoy hablando de inspiración, sino de una realidad manifiesta y material, instalada y sometida a contradicciones que por definición la cotidianidad no domina. Entramos entonces en el efecto literario: la poesía como espacio habitable. Dice la poeta: El huevo de su existencia se rompe entre mis dedos. Allí se aloja, mansamente, guarecida entre los nidos de mi nombre, para no escapar por las hendijas, para no escurrirse a lanzar sus gritos.
Espero no haber sido muy confuso con mi introducción. Lo digo porque hasta yo me marié con todo ese papeleo. Lo que quiero decir es que la poeta trabaja con el espacio, lo habitable. Y no es casual. Ella ya ha publicado antes un libro con un título bellísimo y que yo me he robado una o dos veces por ahí para quedar bien. Una casa en la palma de mi mano, se intitula aquel texto. Bueno, hay una cuestión con el espacio como he dicho, un asedio al binario real-ideal, que es una de las contradicciones definitorias de la vida. En mi opinión, aquí vemos a una artista que a partir de aquel libro, ha depurado su discurso; es esta una poeta que, consciente del juego con el espacio, ha decidido optar por el trazo breve, por el verso como zarpazo. Dice ella, y dice bien: También soy nada, sentada aquí en el redondel del egoísmo donde armo con goma anestésica la arquitectura de la demencia.
Me fascina este juego con los alrededores del conocimiento y el dolor y la desolación de adentro. Esto va más allá del hacer que un personaje “viva” sus discursos o tome partido sobre ciertos conflictos. Se trata de entender que hemos perdido la partida desde que empezó el juego, pero también de aprehender que el término, el concepto de “pérdida” es relativo. Esta poesía de Español es sinónimo de cohesión; reitero que esta escritura explora los índices de las contradicciones materiales y se refuerza en la relación espacio-tiempo. La telepatía perdió su musculatura. ¿Cuándo se instauró la pugna abierta contra el televisor? La hendija del cansancio se dilata, recrea esa forma particular de flor macabra, traslúcida, desplegada.
Recomiendo este libro como lector, pero también como filósofo. La poesía nos enfrenta con nitidez a la definición científica, simbólica, y sobre todo semántica y fonética. La poesía, más que ninguna otra artesanía, nos muestra los excesos y los límites de nuestra lengua, y en aquellas noches en que solo quedan los trastes sucios, la maraña en las alcobas y un fondito de mezcal, una puede beber, morder la sal y cantar a coro, con Español, en alguna playa perdida: Me ocuparé de cercenar el músculo que late en añoranza. No me dolerán las manos, no presentiré el deceso de la niña, tampoco existirán verdugos en esta historia […] A veces tenemos que tajarnos, ser los carniceros que degüellen el recuerdo. Hoy, llegada la tarde, tomaré el cuchillo.