1. Los verdaderos liderazgos “tienen que entender”, “tienen que decir” y “tienen que hacer”. Sin embargo, los llamados líderes políticos dominicanos parecen estar muy alejados de esta exigencia social, que hoy más que nunca es colocada en primer plano por los movimientos sociales. No entienden lo que le pasa a las grandes mayorías, no hablan de los temas que importan y afectan al pueblo, limitando su quehacer político a defender intereses personales o de grupos que les tocan su música.
2. Nuestros políticos olvidan que unas buenas prácticas políticas deben ir precedidas y acompañadas de un discurso que construya valores cívicos, que despierte las conciencias, que alerte contra las mediatizaciones públicas y privadas, que genere verdades liberadoras; que llame a la exigencia del cumplimiento de los derechos en un clima de igualdad, inclusión y dignidad propio de una democracia. Lo demás, son palabras vacías o largos trabalenguas que alimentan el narcisismo y la autocomplacencia.
3. Y no es de extrañar que el discurso de los políticos dominicanos ande por un camino y la realidad de los ciudadanos ande por otro. Han perdido su capacidad de intermediación y de portavoces. (! Ya no representan a nadie!). No se dejan sentir durante cuatro años y en tiempos de elecciones salen a contar historias de pueblo en pueblo o en “preparados” escenarios mediáticos dirigidos a una audiencia conmovida por la teatralidad y la simulación calculada. Discurso que, a su vez, se traduce en otros discursos encanallados que justifican los “pactos entre cúpulas” que no toman en cuenta el parecer ni las necesidades del pueblo.
4. Lo que se observa en el medio político nacional es que los políticos hablan mucho, más de la cuenta; sobre todo, de su propia agenda, olvidando la agenda de los ciudadanos y la agenda de la opinión pública encabezada por los medios de comunicación, que tienen la valentía de cuestionar las respuestas torpes, insuficientes, falsas, demonizadas, carentes de significado o simplemente demagógicas, a las que nos tienen acostumbrados.
5. Los hallazgos de la psicología política indican que sólo el 20% de lo que se habla es mejor que el silencio, y que el 80% restante es irrelevante, superficial o simplemente puede dar pie a “metidas de patas”. El político cree que mientras más habla más convence. Pero no es así, sólo el 20% de sus palabras logran el 80% de persuasión y motivación. Ignorando esto, muchos políticos prefieren los discursos extensos, con frases rebuscadas y teatralizadas como si se enamoraran de sus propias palabras.
6. La misma psicología de la comunicación ha demostrado que una persona promedio recibe más de 3 mil mensajes nuevos cada día, sin contar los mensajes que viene arrastrando de los días anteriores. Como resultado de esto, el cerebro queda saturado, ignora y anula una gran parte de ellos. Y una gran cantidad de los que logran salvarse pasan a ser olvidados fácilmente. Por eso, el esfuerzo del político debe consistir en que su mensaje perdure en el cerebro del votante, y más, saber cómo lograrlo.
7. Hay muchos políticos que, como se dice en el sector alimenticio, tienen un “discurso chatarra”; otros en cambio, tienen un discurso más nutricio pero tímido. Y más allá de la supuesta ingenuidad o ignorancia del pueblo engañado muchas veces, hay en el dominicano una sabiduría popular capaz de diferenciar lo uno de lo otro. Las necesidades y calamidades del pueblo son una métrica para evaluar las intenciones del discurso político que busca “encantar” para conseguir votos.
8. Son muchos políticos que hablan de “política”. Su agenda temática está construida de supuestos asuntos “altamente políticos” o partidarios que sólo ellos entienden o se inventan. Traman llamativas campañas publicitarias pagadas con los impuestos de los demás y cargadas de manipulación. Repiten lo mismo asumiendo, que el pueblo es sordo y olvidadizo, obviando asumir los temas que realmente preocupan y afectan a las grandes mayorías, entre los cuales figuran: la revisión urgente del salario mínimo y el salario de los maestros; la creación de fuentes de trabajo, el dispendio de los fondos públicos por parte del gobierno y sus funcionarios, la delincuencia, la seguridad, el comportamiento de la policía; el combate y persecución de la(s) corrupción(es) y de los corruptos; el hambre en el país, el desempleo y la pobreza en el país; la salud, las concesiones mineras, viales y de infraestructura, la situación de los agricultores y otros muchos temas que generan grandes incertidumbres.
9. El pueblo también quiere escuchar discursos políticos que expresen compromisos evaluables; que exijan soluciones a situaciones tales como: la huelga actual de varias instituciones de cultura; de la situación de los hospitales y los seguros de salud; los cientos de “pacientes implantados” a los cuales se les niegan los medicamentos indispensables para continuar viviendo; de la escasez de agua, de la interpretación correcta de las estadísticas gubernamentales; del destino de los préstamos del gobierno; del alza injustificada de los combustibles; del intento de destruir Loma Miranda; de la contaminación del medio ambiente por parte de empresas privadas: de la privatización de las EDES, del alto costo de la energía eléctrica y de los derechos que se pretenden mermar a los trabajadores en la reforma del Código Laboral.
10. El pueblo dominicano necesita políticos con discursos nutricios, honestos, comprometidos, realistas. Los “discursos chatarras” no entran en la mente del ciudadano, son olvidados, ignorados y borrados. Ahora, cuando se avecina la zafra política de cara a los comicios del 2016, bien haría a los políticos dominicanos revestirse de honestidad cuando hablen a los ciudadanos y ciudadanas. Y si no pueden hacerlo, ¡que se callen! para que puedan escuchar el grito del pueblo.