Aunque muchos no lo han asociado todavía, la planificación estratégica territorial, la gestión cultural y el presupuesto participativo son tres políticas municipales que desde sus orígenes concurrieron exitosamente en muchas ciudades de Iberoamérica.
Hace 15 años, el alcalde de Porto Alegre-Brasil, Joao Verle y el alcalde de Barcelona-España, Joan Clos presidieron el IV Foro Mundial de Autoridades Locales. Lideraron en ese momento, la Agenda 21 de Cultura. Un acuerdo entre ciudades que por primera vez en la historia impulsó que “la cultura fuera un eje central de las políticas y proyectos municipales”.
El brasileiro Verle, economista promovió el presupuesto participativo. El catalán Clos como salubrista fue organizador de primera línea de la planificación estratégica urbana. También decisivo impulsor del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU). Joan Clos como alcalde fue el continuador por excelencia de la transformación de Barcelona iniciada por el alcalde Pasqual Maragall. Joao Verle siguió con fuerza la metodología de presupuesto participativo, inicialmente impulsada por el alcalde de Porto Alegre, Tarso Genro.
Fue el epidemiólogo y salubrista Joan Clos que como Alcalde (1997-2006) fortaleció la planificación estratégica territorial. También del 2010 al 2018, fue el director del Programa de Naciones Unidas para Asentamientos Humanos (ONU-HABITAT).
Desde sus orígenes, el presupuesto participativo, la planificación estratégica urbana y la agenda de cultura coexistieron metodológicamente entramados. Originalmente la idea de formular una Agenda 21 de la Cultura intentó reconocer los retos de cultura y el desarrollo que la humanidad debe afrontar en este siglo XXI. Se identificaron puntos críticos y se enumeraron aquellos ámbitos donde más claramente se pone de relieve la dimensión cultural del desarrollo.
Hoy Santiago de los Caballeros, se convierte en espacio vinculante entre Ciudad, Cultura y Agenda 2030. Es decir, entre urbanismo, cultura y planificación estratégica. Abordaremos este lema desde la perspectiva de “Cultura para el Desarrollo”. Cultura y Desarrollo las valoramos como pareja de políticas, intervenciones y acciones que deben siempre ir de la mano.
Algunos desconocen que el dúo Cultura y Desarrollo le da sinergia a todas las intervenciones de políticas públicas. Si se pretende desarrollar “la educación” debe hacerse con herramientas culturales que modifiquen hábitos y el aprendizaje de conocimientos. Igualmente, si planteamos un nuevo abordaje de promoción y prevención en salud, es porque utilizaremos la cultura para cambiar el modo de vida patogénico generador de enfermedades en los grupos sociales.
Asimismo, si prevemos ordenar el territorio, asegurar sostenibilidad ambiental y contener el cambio climático, es porque la cultura nos permitirá nuevas maneras y abordajes creativos para transformar el consumo humano, darle coherencia ambiental a la producción industrial o crear nuevo metabolismo urbano amigo del medio ambiente y las fuentes de agua.
Sabemos que “cultura” expresa el acervo histórico de atributos, credos, convivencias, costumbres, tradiciones, imaginarios, sistemas de valores y prácticas simbólicas. El “desarrollo” por su parte, construye futuros, y nos refiere a planes, metas, capacidades, expectativas y calidades cumplidas. Si se planea construir el porvenir y asegurar la mejoría de calidad de vida, la manera más holística de hacerlo, es utilizar inteligentemente la articulación de cultura y desarrollo.
Para Alberto Abello Vives, Augusto Alean Pico y Alfons Martinell Sempere entre otros investigadores, la cultura “es la savia del desarrollo”, pues con visión y capacidad de contraste en la praxis, se basa en estudios de casos, y proponen superar la idea de “cultura como sector”.
Plantean que se conciba esta categoría como ese fluido que “a manera de la savia de las plantas”, discurre entre el territorio y las acciones humanas en contextos particulares. Ese flujo que obliga a examinar su transversalidad y su interacción con otras dimensiones y sectores. “La cultura debe dejar de ser ese adorno de menor valor entre las ciencias duras para pensarse y “cranearse”, precisamente como ese fluido asociado a la vida y a las funciones del Ser, el Estar y el Hacer.
De todos los autores consultados en el tema “cultura y desarrollo”, el filósofo y economista bengalí (India), Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, es el que mejor formula un abordaje general. Él incluye teóricamente la pareja conceptual que es objeto de análisis en el Encuentro del CIDEU en Santiago “Cultura y Desarrollo”.
Amartya Sen, analizado por Espinosa, Alean y Abello, subraya la libertad como parte esencial del modo de vida de muchas culturas, y resalta las relaciones de libertad y desarrollo. Precisamente, la Agenda de Cultura para el Desarrollo, subraya que las libertades son el objetivo primario del desarrollo, así como también su principal medio. El desarrollo es la libertad de utilizar las capacidades, habilidades y oportunidades de los seres humanos para alcanzar un “funcionamiento” o realización de un nivel de vida obtenido por los bienes alcanzados.
Muchas investigaciones del tema reconocen que Amartya Sen “amplió la concepción del desarrollo” haciendo que “la cultura” se convirtiera en una de las dimensiones fundamentales para expandir las libertades humanas. Los vínculos entre cultura y desarrollo se volvieron cercanos. La cultura puede generar desarrollo, pues amplía “diversos tipos de libertades” y asimismo el desarrollo fomenta la cultura. Es una relación virtuosa que multiplica las capacidades de actuación para asegurar calidad de vida, inclusión y sostenibilidad ambiental. Para armonizar medio social, medio construido y medio natural.
Esa armonía de “Cultura y Desarrollo” nos llevó en Santiago a darle alineamiento a la gestión-animación sociocultural con los equipamientos culturales y las industrias creativas. La más innovadora expresión cultural no sirve para el desarrollo, sino se convierte en una industria creativa que se presenta en un equipamiento cultural o espacio público que le aporte proyección masiva y la convierta en un producto que cambie para bien el estilo o modo de vida de los grupos sociales. En Santiago de los Caballeros lo entendimos y precisamente eso valoraremos en el Encuentro Ciudad, Cultura y Agenda 2030.