Para nadie es un secreto que la Iglesia Católica criolla, como institución organizada, viene actuando de forma irresponsable y criminal contra la sociedad mundial y la dominicana, encubriendo a sus curas pederastas.

Y ahora, en medio de la tormenta, se ha destapado que el arzobispo Robert Carlson, jefe de la Arquidiócesis de la ciudad de San Luis, Missouri (EE.UU.) testificando bajo juramento ha dicho que en la década de 1980, mientras ejercía como obispo auxiliar en Minnesota, no tenía conocimiento de que el acoso sexual a niños era un delito. ¡Qué bárbaro! ¡Qué sinvergüenza!

(Ver: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/130852-arzobispo-eeuu-acoso-sexual-ninos-delito y , CatholicCulture.org.)

Como era de esperarse ante semejante cinismo los ciudadanos de San Luis se encuentran indignados viendo a este descarado y mafioso de mente delictiva que se atreve a decir estas cosas, y lo peor, sin provocar indignación en la supuesta institución de Dios que representa.

Aunque es repugnante, lo que verdaderamente reprochamos no es que sacerdotes acosen a niños inocentes (lo que no se justifica y enfurece), lo que reprochamos es ver cómo la institución católica los encubre y los protege sistemáticamente, encabezada por sus papas.

Pecando contra el Espíritu Santo, un pecado colectivo imperdonable que envuelve toda una comunidad de supuestos guías espirituales que se han puesto de acuerdo para hacerse los chivos locos para defender a sus colegas criminales.

En la República Dominicana tenemos ejemplos. Mencionemos lo del Nuncio Wesolowski que se une al caso de Juncalito; recordemos el caso de los niños y niñas violados del Albergue de Higüey que tenemos pendiente; recordemos que en la Vega y Bonao los obispos han organizando a su grey para que apoyen a sacerdotes pederastas sometidos en tribunales.

Sin embargo, en lo particular, el encubrimiento institucional no nos extraña, sobre todo después de haber investigado el pasado criminal de la iglesia y comprobar que lo de hoy solo es más de lo mismo.

Mientras tanto, ante tal irresponsabilidad institucional solo nos queda exhortar a las madres y padres católicos a que habrán los ojos y se protejan de una Iglesia dominicana que, como institución consolidada en la Conferencia del Episcopado Dominicano, parece que ha preferido proteger a sus lobos depredadores (homosexuales y heterosexuales, varones y hembras) y, en vez de expulsarlos, los mantienen operando en la Iglesia, pues, conociendo quienes son, no se han dignado en repudiarlos y mucho menos someterlos a la justicia.

Por lo visto los obispos criollos no desean impedir que nuevas víctimas caigan en manos de sacerdotes y religiosos o religiosas pederastas que como plaga infernal vienen azotando a las familias cristianas dominicanas que han depositado su confianza en ellos. ¡Sálvese quien pueda!