Los estrategas del Gobierno y del PLD parecen no creer en refranes populares, por lo menos en el que reza: “no se puede tapar en Sol con un dedo”.
El volumen de la corrupción asociada al caso Odebretch y sus ramificaciones es demasiado grande para taparla con un dedito de Mónica Moura.
Acorralados por la avalancha de datos desde Brasil y la persistente sospecha pública, los estrategas de Palacio han puesto en marcha una estrategia o esquema simple de desactivación consistente en contratar firmas y expertos extranjeros – con vínculos recientes con la propia Odebretch – para que “complementen” o ayuden a certificar como correcta la licitación de Punta Catalina y los montos pagados por las obras construidas por la constructora.
Segundo, lograr, como en efecto lograron, que uno de sus jueces aprobara un acuerdo de homologación que le garantiza impunidad a Odebretch respecto a eventuales procesos en su contra por las sobrevaluaciones de obras y sobornos pagados en el país.
Finalmente, han desplegado una escalada de ataques mediáticos, espionaje electrónico e intimidación de los organizadores de la Marcha Verde. El epítome de esa descarga de intolerancia la profirió el vozarrón de Amarante Baret, ministro de lo interior y policía.
Sin dudas, han hecho un desesperado esfuerzo los estrategas de Danilo, pero mal hecho y condenado al fracaso. Mal hecho porque las medidas preventivas o desactivadoras carecen de suficiente credibilidad, y parece que no hay quien saque de la cabeza de amplias franjas de dominicanos la creencia de que los jefes del Palacio tienen velas en el escándalo Odebretch.
Lo de la Comisión de Punta Catalina, el acuerdo de homologación, la solicitud del procurador a la Cámara de Cuentas para que audite las obras, y el invento del “plan de desestabilización” constituyen la tapa al pomo en cuanto a autoinculpación del Gobierno de Danilo en los hechos que se denuncian.
En resumen, Danilo, el PLD y sus estrategas llevan meses en un retornelo casi estéril, puesto que no logran cambiar percepción ni acallar críticas y manifestaciones. Eso se llama crisis, o ruptura de confianza entre gobernantes y gran parte de los gobernados.
Solo hay que salir a las calles para confirmar que luego de la declaración de Mónica, el brindis orondo del Comité Político y el show de Amarante, la ciudadanía parece más resentida e indignada…
Si el objetivo es salvar a Danilo, que abandonen los subterfugios y hablen claro, ¡y rápido!