1. Cacería de incorruptibles y talentos nacionales

En el artículo del día 6 hablamos de “Cómo hacer incorruptible el futuro de un país” y prometimos hablar de la utopía para la realización de ese sueño.

Aunque hablamos de una especie de beca, no dijimos que debía ser en zona rural, alejada de cualquier centro urbano y en todas las regiones del país en caso de que aparecieran suficientes candidatos. La gran ventaja de estos tiempos es que la comunicación puede mantenerse en cualquier lugar y mientras más apartados se encuentren, más podrían concentrarse en los estudios.

Realmente, preocupan los niños y los adolescentes que calificaran. Una vida sana solo puede encontrarse donde haya aire limpio y alimentos biológicamente puros.

Prof. Luis Napoleón Núñez Molina (1910-1970)

Del primer ejemplo hará 71 años. Fue en Licey al Medio, Santiago: la inauguración del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, hoy Recinto Luis Napoleón Núñez Molina, fundado el 11 de octubre de 1950, iniciando la docencia el 24 de noviembre. Siendo el primer director ese Maestro de maestros, a quien debe su nombre actual. Demostrándose que allí podían convivir estudiantes de diferentes sexos, sin muchos problemas.

Otro, es el Instituto Superior de Agricultura, hoy Universidad ISA, en la entonces zona rural de la ciudad de Santiago de los Caballeros, fundado el 30 de marzo de 1964, donde se ha sucedido lo mismo con estudiantes de diversas carrera, que han logrado convivir trabajando y alimentándose del fruto de latierra.

Ponemos estos dos ejemplos, pero realmente, lo que buscamos y queremos es muy parecido, pero con una visión diferente.

Es la de iniciar una cacería en la selva de inmoralidades y corrupciones en los campos, en los barros y en los centros donde permanecen agazapados, huyéndoles asqueados a ese mundo lleno de malos sentimientos para rescatarlos y ofrecerles las oportunidades que le han negado, por ser cómo son: incorruptibles y regularmente talentosos.

No sería el primer país que lo intentara, pero aquí habría que iniciar con los jóvenes, aunque  lo ideal fuesen infantes de ocho a diez años, y lo digo, porque los profesores y las personas que podrían conocer a los que por naturaleza podríamos llamar Moces, es decir, que nacieron con las condiciones mínimas de honradez, decencia, y respeto, aunque aparentemente tímidos, con esa timidez que se confunde con cierto orgullo, como dijo Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870): “¡nunca sabremos cuándo es simplemente orgullo y cuándo es dignidad!”, por lo menos saber cuántos son, dónde y cómo viven.

A muchos los tildan de anormales. Realmente, lo son. No es normal ser discreto, atildado, honrado y cortés. En una familia de diez, a lo mejor aparecen uno o dos, sin importar la clase social de dónde vengan, y creemos que son demasiado, si un país llegara a tener un 1%, sería poderosamente rico. y si de ese porcentaje hay otro uno un dos % que son huérfanos o hijos abandonados por cualquiera de sus familiares, que los hay, con mayor razón deben ser rescatados, siendo esa una  de las más altas misiones de un Estado medianamente civilizado.

De modo, que lo primero no sería lo de las becas, sino un censo nacional de personas con estas condiciones.

Saberlo, para un Estado, es fundamental. No importa la edad o el sexo, ni el sitio donde vivan ni el oficio que ejerzan, pueden ser minusválidos, o modestos obreros, o simples agricultores, profesionales universitarios, maestrescuelas, técnicos en lo que sea, además de los niños y los jóvenes,  es indispensable saber cuántos hay, y la consideración o el menosprecio en que los tienen, para rescatarlos.

Los muchachos y muchachas es más fácil advertirlos y señalarlos. Por más que sean víctimas de ataques y hasta de vías de hecho, por ser diferentes. El país necesita que esas personas no sigan recibiendo muestras de odio y menosprecio hasta en sus hogares, sino que, al saber cuántos hay, llega la hora de pensar en la forma de salvarlos, por ser un deber y una misión de un Estado mínimamente organizado, reeducarlos y mantenerlos unidos. Algunos podrían no llenar todas las exigencias, pero si son buenos matemáticos o creadores de cosas, es posible que estemos ante unos futuros genios, y el país, por ignorancia de su existencia, estará cometiendo un crimen de lesa humanidad al no apoyarlos y salvarlos.

¡Cuántos talentos no se habrán perdido y cuántos funcionarios honestos y capacitados, no los hemos tenido, por la ignorancia de los gobernantes y descuidos de las familias, y de todos por no ver sus valores que permanecemos ciegos por no verlos para intentar rescatarlos!

Por eso, hablamos ahora. Este tema realmente no podría tratarse en el acto de la entrega del Premio Nacional de Literatura de este año, que debe ser algo breve y solemne concentrado solo en la literatura y en la cultura en general.

Solo estamos abriendo los ojos al presidente Luis Abinader para que se dé cuenta dónde está la mina moral e intelectual de su pueblo: dónde abunda casi a flor de tierra  la decencia, la honestidad y el respeto, prendas tan ricas  e incorruptibles como el oro, porque esos nunca avergonzarían ni a sus familias ni a su país, y hablamos de los niños, de los adolescentes y en los que ya han alcanzado altos estudios y pertenecen a esta clase de gentes que deberían ser el orgullo de un país, sobre todo si tienen vocaciones por las letras, las ciencias y la tecnología, también están siendo desperdiciados, no solo por el Estado, sino para las empresas, que bien podrían colaborar con los gobiernos económicamente ya que ellos serían los más beneficiados.

Otro día desarrollaremos el tema de las becas. Por lo dicho, es preciso  contar con los que puedan ser salvados, sus edades, los sitios donde residen, para iniciar la cruzada salvadora para ir planificando dónde colocarlos, aunque sea como miembros de algún comité de campo o de barrios, y sobre todo para otorgarles préstamos y ayudarlos de algún modo. Al mismo tiempo que pensemos en  los institutos o escuelas y el personal que podría  integrarlo.

2.- Cien años de un acontecimiento literario

Según es tradición, el 18 de marzo de 1921, Andrés Avelino (1900-1974), Domingo Moreno Jimenes (1894-1986) y Rafael Augusto Zorrilla (1992-1937),  fueron a la revista La Cuna de América, la más importante de la época y llevaron el material para la proclama del Movimiento Postumista, y así publicada en el Segundo Número de dicho mes, bajo el No 19.

Indicamos primero a Avelino, porque él fue el de la idea de ir a esa revista y de que fuera un “movimiento” y no una “escuela”. Moreno había hecho diligencias con el director de Letras, otra revista importante.

Además, señalamos que es “tradición”, porque en esa fecha hacían las celebraciones, sin embargo, aparece la carta del 4 de abril de Félix Ma. Pérez (1883-19..?), el director-redactor, donde dice que estaba dispuesto a complacer al trío fundador que había llevado la solicitud el 28 del mes anterior. Pero el mito se impone, aunque, lo que no tiene dudas es que fue en la primavera del 1921.

Se trata de un centenario que merece celebración nacional. Contrario a lo que sostienen los enemigos solapados o a la franca, tanto del postumismo como de Moreno Jimenes,  hay que dividir la literatura dominicana en un antes y un después del postumismo.

Algunos redactores o directores de periódicos y revistas deben solicitar colaboraciones a sus columnistas consecuentes para que este acontecimiento estelar de nuestra poesía no pase desapercibido como tantas cosas en este país tan cicatero, sobre todo en este siglo, con la cultura.

La revista virtual Plenamar prepara un número especial. Los suplementos de los periódicos deben recoger poemas de los postumistas, o algunos comentarios, por lo menos.

En cuanto a nosotros, por haber prometido un artículo para la citada revista, no avanzaremos más, pero diremos presente para que este centenario de cambios reales en la literatura dominicana sea recordado como lo merece.