1. Borrador de un tema de discurso

En un principio tenía algunas ideas para expresar sintéticamente en el discurso de gracias del Premio Nacional de Literatura de este año, pero he decidido, entretanto se fija fecha para el ceremonial de la entrega, expresar algunas ideas que parecerían tontas, si la realidad no obligara a ello.

Algunos lectores recordarán la serie de artículos que en este periódico fueron apareciendo acerca del Movimiento Central.

El motivo era un apoyo a las promesas electorales y luego como presidente que ha ido confirmando Luis Abinader, sin cómplices reales a la vista.

Sin embargo, al hablar del Moce, aquel ser humano que consideramos miembro de dicho movimiento, hemos tenido ideas nuevas. Ahora lo pensamos en dos vertientes: a) El movimiento tendría una apertura y sería tanto capitalista como socialista. Nos explicamos: Sería democrático, empero, sería capitalista por permitir la libertad y la libre empresa, y socialista por su vertiente progresista en sentido general.

Ahora bien, hasta ahora, todo intento de buen gobierno en los países subdesarrollados (salvo excepciones notables) ha fracasado porque no han preparado a su militancia, por no conocer para qué sirven y para qué dan, ya que los tígueres y los vivos de siempre acaparan las protestas y hay que emplearlos sin capacidad alguna. Sin ética que los respalde, como es natural.

¿Cómo podríamos tener una reserva moral que al mismo tiempo que preserve lo más sano desde la infancia también se preocupe por la precocidad intelectual e intente rescatar a todos los habitantes que llenen esas condiciones?

Para eso, un gobierno decente y honesto tendría que preocuparse de rescatar de la indiferencia y de la marginación a sus mejores seres humanos.

Empecemos recordando algo del Movimiento Central y de los Moces.

  1. Recordando el concepto del Moce:

El 5 de agosto de 2020, en esta misma columna, entre otras cosas, dijimos acerca del Movimiento Central lo siguiente:

«Aunque hicimos alguna referencia de lo que entendíamos como ciudadanos meritorios, no llegamos a explicar algunas cosas básicas.

Lo primera sería explicar nuestro concepto de Clase.

No tiene nada que ver con la nomenclatura de izquierdas o derechas. Somos del Centro.

Clase, entendemos nosotros, es lo que así interpreta el pueblo llano. Es decir, una persona de conducta decorosa.

Si alguien es decente, honesto, educado, discreto, serio, conceptuoso, cuida tanto su persona como su lenguaje, es incapaz de usar una palabra subida de tono, o de hablar alto, decimos que tiene Clase.

Para nosotros tiene Clase MOCE.

Como vemos por esta simple y escueta definición, nada tiene que ver, como dijimos en el pasado artículo:

Debemos confesar nuestro error al proclamar que la clase media había llegado al poder. Habíamos olvidado que el contingente de personas serias y honestas, mesuradas y decentes que componen la base real de la comunidad nacional, lo mejor y lo más granado, puede venir de las zonas más humildes.

Hemos despreciado o menospreciado a los humildes. A los que no son de clase social por dinero o por alcurnia o por haber ascendido a través de los estudios o de la tecnología.

De modo que, si un humilde agricultor se comporta como un caballero o una simple ama de casa lo hace como una señora digna de alcanzar el privilegio, que hoy es un relajo, de Doña, decimos que son pobres, pero tienen Clase.

Sin embargo, aunque en su familia o en su comunidad se les vea como “gentes raras”, por escuchar pacientemente, por no encolerizarse sin motivos, por ser observadores, interesarse por asuntos culturales, o por imitar lo que creen correcto en las personas que han estudiado. Anotando que en los medios rurales, tradicionalmente, el modelo mayor era el maestro o la maestra. Ahora no sé. Habrá casos, pero dudo que sea la generalidad. Hasta a eso hemos llegado.

De ahí que sea una tremenda decepción para un MOCE de nacimiento, cuando estos profesores, que deberían ser ejemplos de conductas decorosas para elevar la moral y la educación de sus alumnos, sean todo lo contrario.

Si así vamos subiendo en la panorámica, y en vez de agricultores encontramos obreros modestos, pequeños comerciantes, mujeres que laboran fuera del hogar en empleos también modestos, no necesariamente domésticos (incluyendo estos, como es natural), y porteros, guardianes o serenos que tienen el mismo comportamiento, sin importar que vivan en zonas marginadas, todo el mundo los respeta, aunque los que no son MOCE pueden hasta burlarse, llamándolos “pendejos”. Nada molesta más a una persona ineducada que ver a un “jodido” ‘privar en gente,’ y no solo “privar”, sino serlo en realidad.

Para nosotros tiene Clase MOCE».

El pensador, de Auguste Rodin (1840-1917)

  1. Las ideas nuevas que debemos aprovechar.

Las ideas nuevas serían las de aprovechar la existencia del verdadero Moce .

El Moce nace. No se hace.

Los políticos, regularmente, no son Moces. De hecho hay en la administración pública, pero son minorías en cada lugar; no solo eso, se les menosprecia. Ser honesto y decente, real y efectivamente, “no vende”. Los miran como auténticos “pendejos”.  El político triunfador es el aprovechador que se hace el pendejo, pero no lo es.

Su único problema es que pasa desapercibido, cuando no es objeto de burlas de sus familiares y amigos; mientras él no cambia, y mantiene su identidad. Arturo Uslar Pietri, el gran patriota y escritor venezolano, cuya madre, Helena Pietri, nació en nuestro país, llamaba a los “pendejos en su Venezuela natal, a esos ciudadanos ejemplares”  y nosotros ahora llamamos la atención de que estos que no son activos, porque son serios, fuesen captados desde niños y  que exista para ellos una beca especial y un centro de estudios donde puedan ser internados, y además de una educación esmerada, tengan oportunidades para desarrollar sus talentos innatos. Para asegurar que un día esos con “clase” sean una reserva dirigencial de primera magnitud.

  1. Diferencias entre empresarios y politiqueros: Hombres para los cargos y no cargos para los hombres

Prometemos abundar en un segundo artículo sobre lo del Centro para educación o reeducación de niños y niñas para crear la reserva nacional de incorruptibles.

Por ahora señalaremos dos cosas de la Era de Trujillo. Puedo hablar porque nací tres años después de sus inicios y decir sin problema alguna que la disfrutamos y la padecimos: como inocentes, ya que vivíamos en un pueblo tranquilo y en un campito sereno. Luego, la padecimos como adolescentes a principios de la primera juventud al darnos cuenta de que no estábamos en el paraíso de la niñez.

Decimos que la primera es respecto a los empleos secundarios. Claro, todos, supuestamente, éramos del Partido del Gobierno, como ocurre hoy con los funcionarios que no han sido declarados inamovibles. Empero, mientras la dictadura permitía que los jefecitos de oficina (fui Fiscalizador y Juez de Paz) enviáramos una terna de los empleados que necesitábamos, porque cada cual seleccionaba personal capacitado de su confianza (hombres para los cargos), que claro está, era del Partido del Gobierno; igualito que ahora; pero, todo cambió hasta el día de hoy: Siendo Juez de Instrucción en San Francisco de Macorís, en la supuesta democracia, nos enviaban desde el Partido, sin consultarnos, a gentes que a veces no eran capacitados ni idóneos (hombres para los cargos). Hasta me nombraron como mensajero a  un campesino que no conocía la ciudad…

Aquel rasgo democrático de la dictadura no ha sido imitado por los politiqueros que tuvimos y tenemos, desgraciadamente.

La segunda fue la creación de una beca gubernamental, que claro, debía llamarse y se llamaba: Premio Ramfis. Era una caza de talentos por todo el país. Brillantes profesionales y escritores tuvieron la suerte de ser elegidos luego de ser recomendados por los maestros rurales y urbanos, tras aprobar unos exámenes rigurosos. Desde ese momento podían vivir en la gran ciudad y formarse adecuadamente. De otra manera no hubieran sobresalido. Regularmente se trataba de muchachos serios y tranquilos, es decir de Moces reales, que de otro modo hubieran sido marginados, porque estos, por ser serios y formales, serían vistos como “pendejos” que nada más daban para maestrescuela o secundones de oficina.

Sobre eso abundaremos en el artículo del próximo miércoles.

Por ahora señalaremos dos cosas de la Era de Trujillo. Puedo hablar porque nací tres años después de sus inicios, y decir sin problema alguno que la disfrutamos y la padecimos: como inocentes, ya que vivíamos en un pueblo tranquilo y en un campito sereno. Luego, la padecimos como adolescentes a principios de la primera juventud al darnos cuenta de que no estábamos en el paraíso de la niñez.

Ellos buscan hombres para los empleos, mientras los politiqueros buscan empleos para los hombres.

La politiquería impulsa a llenar las oficinas y las empresas públicas de miembros del partido, sin capacidad a veces, solo por su vocinglería y su oportunismo en las campañas y esa falta de selección da al traste con todo, y a la larga, al fracaso del gobierno que sea, por la más buena intención que tenga el incumbente mayor.

Para que el país sea gobernado por lo mejores, tiene que ir preparando sabia y meticulosamente el personal que ocupará un día la dirección inteligente y honesta del país.

Tiene que ir apartando a los Moces reales, a esos que han nacido formales y serios para llenar todos los vacíos dentro de los Partidos, de los Gobiernos y las Empresas.

Para exponer nuestras modestas ideas de la forma en que eso podría lograrse, iniciaremos la semana próxima con una hermosa utopía.

Hasta entonces.