La Torre Eiffel es a París, lo que el Monumento a la Restauración es a Santiago de los Caballeros.

En la Torre Eiffel hay cuatro negocios de expendio de comidas y bebidas, desde un “buffet” (que nosotros llamaríamos cafetería) en la explanada de entrada hasta un “bar de champagne” en el quinto nivel, donde se puede degustar una copita de champandesdeel módico precio de trece euros mientras se disfruta de la sin igual vista panorámica de la ciudad luz. También hay una “brasserie” de nivel intermedio y el restaurant de alta gastronomía, “Le Jules Verne”, del célebre chef Alain Ducasse, que hace galas de la mejor tradición culinaria francesa (y apostamos a que también se puede disfrutar de un buen puro dominicano). En resumen, la Torre Eiffel no solo es un monumento arquitectónico  conmemorando la Revolución Francesa en ocasión de su primer centenario en 1889, sino también un laboratorio vivo de la restauración gala.

Nadie- ni siquiera la rabiosamente nacionalista Marine Le Pen- se ha quejado de este pragmático uso del monumento icónico de Francia para exponer los productos de la tierra francesa elaborados por sus mejores manos, atrayendo a hordas de turistas a gastar sus divisas. Nadie lo considera irrespetuoso del magno evento de la historia de Francia. De hecho, la Torre Eiffel se sigue transformando, y en 2009 fue agregada una pista de patinaje sobre hielo como una de sus nuevas atracciones, aun sin quejas ni lamentos de los orgullosos franceses. Unos siete millones de visitantes anuales  son prueba de su popularidad, incluyendo casi dos millones de nacionales franceses, muchos de ellos en visitas escolares.

En nuestro país, se habla de la posible concesión de un espacio en el Monumento a la Restauración en Santiago para instalar un bar de tapas y cigarros, y se arma un escándalo porque peligra nuestra soberanía y la dignidad de nuestros próceres. En lugar de esa diatriba, propongo procuremos velar por que se instale en ese espacio un lugar de alta restauración y se llame “La Restauración”,  asegurando que no falten los mejores quipes, bolitas de yuca y catibías rellenas de chivo liniero, entre otras exquisiteces, aunque no discriminemos contra el jamón serrano y el manchego, solo por nacionalismo restaurador; y que para la ocasión de su inauguración se presente una nueva línea de cigarros bautizados con un nombre sonoro como Luperón.

Finalmente, si no es mucho pedir, que se conceda el uso del espacio por licitación competitiva, como de seguro ha ganado Alain Ducasse en París la concesión para sus negocios de restauración. .