Esperanza viene de esperar y según la concepción de cada quien, puede ser un estado de ánimo que nos hace sentir como alcanzable o posible aquello que deseamos, o una virtud que nos hace tener la fe de esperar que se haga realidad lo que deseamos gracias a la intercesión divina. El hito de la llegada de un nuevo año siempre nos lleva a desear cambios, a fijarnos nuevas metas y a pretender alcanzar logros.  Pero algo que siempre debemos tener presente es que el cambio de año es solo una medida de tiempo y que si pretendemos que suceda algún cambio, es preciso que aprovechemos ese nuevo lapso que se nos da haciendo lo necesario.

Y esa es precisamente la pregunta que deberíamos estarnos haciendo, qué debemos hacer como sociedad con este nuevo tiempo que se nos regala el cual representa una oportunidad fresca para con pasión alcanzar aquello que anhelamos o creemos posible. Pero también debemos reflexionar  sobre las cosas que hemos hecho antes pretendiendo infructuosamente alcanzarlo y sobre aquellas que  no hemos hecho y entendemos deberíamos hacer para hacerlo posible.

Una frase atribuida a Albert Einstein, la cual independientemente de quien la haya expresado encierra una gran lección de vida, dice: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.”

Si aplicamos esto en nuestro país seguramente encontraremos muchas respuestas, pues muchos de nuestros problemas a pesar de los avances siguen siendo los mismos, porque hemos cambiado la forma, pero no el fondo, la envoltura, pero no el contenido. Por eso aunque en el país existen  visos de modernidad con elevados, un metro, las mismas continúan exhibiendo las características del más bajo subdesarrollo, irrespeto a la ley sin consecuencias, desorden y la más triste miseria encarnada en niños, ancianos y desvalidos pedigüeños.

Debemos admitir entonces que si tenemos los mismos actores y básicamente los mismos problemas, no basta la vuelta al calendario, sino que se requiere que hagamos cosas distintas.

Hacer algo distinto sería no seguir apostando a que en un país con una alta cultura de ilegalidad las soluciones vendrán únicamente por la aprobación de una ley.  Promovamos más el cambio de cultura que el cambio de legislación, lo que conlleva a aceptar que la ley es dura pero es la ley y debe aplicar por igual a todos; haciendo esto podríamos hacer posible lo que esperamos aun sin que exista una nueva ley y a la vez haremos que las que ya existan puedan surtir los efectos deseados.

También sería dar a cada quien lo que se requiera para que podamos exigir que cumpla con lo que se desea.  No podemos pretender un mejor poder judicial o gobiernos locales más eficientes o mejor calidad del gasto, si no les damos los recursos necesarios a quienes corresponde o no empleamos los recursos de forma racional, eficiente y priorizada.  Y esa lucha tenemos que librarla ahora, y no cuando ya el presupuesto esté estructurado pues sabemos que simplemente se repetirá la historia y solo habrá lamentos.

Igualmente sería comprender que si en 173 años como República 7 jinetes la han conducido las dos terceras partes del tiempo, el continuismo ha sido dañino y la alternancia en el poder debe comprenderse como el mejor contrapeso en una democracia incipiente como la nuestra.

Como esperanza es la pasión por lo posible luchemos apasionadamente pero haciendo cosas distintas a las que hemos hecho, como única forma de realmente poder esperar dejar atrás la hipocresía de los cambios de mera forma y hacer realidad los verdaderos cambios de fondo, los únicos que traerán las transformaciones anheladas.