Los eventos ocurridos en los dos últimos domingos en gran medida han cambiado el panorama político, o al menos la percepción que sobre el mismo muchos tenían.

En la reunión del máximo organismo del partido oficial, independientemente de la suerte que corra la decisión de promover una nueva reforma constitucional para beneficiar al actual presidente de un cambio en la misma para permitirle reelegirse, quedó evidenciado que ya no es el ex presidente Fernández quien lidera dicho organismo, actualmente controlado por el presidente Medina; lo que está generando resistencias que podrían surtir efectos negativos sobre su tradicional clima de entendimiento.

El resultado de la convención del PRM, aunque confirmó lo que muchas encuestadoras y analistas políticos serios habían pronosticado, ha dejado claro que hay un nuevo líder del mismo, Luis Abinader, lo que su mentor el ex presidente Hipólito Mejía ha reconocido, habiendo puesto de manifiesto una actitud democrática de respeto a la decisión de la mayoría. Esta decisión probablemente impactará muy positivamente sobre las posibilidades de éste de constituirse en líder de la oposición y aumenta sus probabilidades de éxito en las próximas elecciones.

Nuestros líderes se han resistido históricamente a desasirse del poder, y nuestra sociedad no solo se lo ha permitido, sino que los ha aupado muchas veces para que lo hagan. Por eso tiene poca relevancia en la discusión de lo que más conviene para el país el argumento del respaldo popular a una iniciativa reeleccionista de un presidente de turno, ya que dicho respaldo siempre está afectado por el clientelismo, y solo lo resquebraja la usura del poder.

La relevancia del sentir popular solo puede ser objetivamente medida cuando las opiniones no están sesgadas por los intereses particulares y de corto plazo, ni por las apasionadas personalizaciones, esto es cuando se tome una decisión no para permitir o prohibir que alguien en específico tenga la posibilidad de reelegirse, sino cuando se haga un ejercicio abstracto de cuál sería el sistema que más convendría al país.

Lo que está en juego en las elecciones del próximo año es mucho más que la presidencia de la República, puesto que también se elegirán todos los cargos congresuales y municipales actualmente controlados por el partido oficial.

Por eso son tan importantes los cambios que se están dando en el panorama político, puesto que la sociedad necesita sentir que tiene opciones, que hay nuevos liderazgos que pueden impulsar nuevas ideas y que pueden permitir que las elecciones en vez de teñir de blanco o morado la geografía nacional como se jactaron en decir en el pasado los líderes de esos partidos, pueden ser la oportunidad para elegir los mejores exponentes de cada agrupación, haciendo no solo multicolor la representación, sino asegurando también mayores contrapesos.

Dos domingos de resultados distintos, uno que nos podría embarcar nuevamente en la eterna búsqueda de la reelección y otro que anuncia cambios. Sin embargo aunque opuestos, el uno impactará sobre el otro, por eso no podemos descartar que a pesar de que se impulse la reelección exista la posibilidad de que el candidato del partido oficial no sea ni uno y otro líder; lo que definitivamente haría completamente distinto este panorama político, que desde ya comienza a ser variopinto.