Algunas designaciones hechas por el presidente electo en varios ministerios y áreas del gobierno, podrían ser cruciales para que su gestión sea de cambios sustanciales. Son estas: en Energía y Minas, Economía Planificación y Desarrollo, Presupuesto, Compra y Contrataciones, Ética Gubernamental, faltaría quien dirigirá la Procuraduría General. Otras instancias del gobierno son tan importantes como las referidas, pero, como veremos más adelante, estas son las que más claramente marcan el rumbo de cualquier gobierno. Son las que, en última instancia determinan el carácter tecnocrático o político de la orientación de un gobierno, dependiendo de que sus incumbentes mantengan sus trayectorias.

La energía y la minaría (el país que la posea) constituyen la base para el impulso del desarrollo y la soberanía de una nación. Su explotación sostenible, su puesta en valor, la protección frente a las apetencias de las potencias y las grandes corporaciones extranjeras y nacionales, son determinantes para cualquier proyecto de cambio. Igualmente, la planificación y justa asignación de los recursos a regiones y grupos sociales, sobre todo a los más pobres, descansando en un Presupuesto Nacional equilibrado, sostenido y gerenciado en base a la ley, es fundamental para el uso transparente y eficiente de los recursos públicos. También, es clave las compras y contrataciones de servicios para el Estado, la observación transparente y ética de esas gestiones y un Ministerio Público que implante un régimen de consecuencia contra la impunidad.

Es de simple sentido común, saber un buen gobierno no se hace sólo con seis o siete buenas designaciones claves. Pero, quienes hemos estudiado y ejercido funciones en instituciones, sabemos que en gran medida quienes dirigen algunas instituciones, o áreas de éstas, le imprimen una marca indeleble, buena o mala, que orienta la lógica de funcionamiento de esas áreas o de la completa institución. En tal sentido,  desconocer el significado que, entre otras, personas de la trayectoria y talante de Antonio Almonte, Miguel Ceara, José Rijo, Carlos Pimentel y Milagros Ortiz Bosch, estén al frente de los ministerios y direcciones arriba referida, solo es explicable si quien lo hace, lo hace porque su perspectiva de análisis se inscribe en lo que se llama profecía autocumplida.

En breve, la profecía autocumplida, del sociólogo funcionalista R. Merton, es la falsa percepción de la realidad, sobre la cual alguien elabora una posición que entiende como la “realidad”. Lo que cree y desea lo percibe como “realidad”. En este caso, se preocupa, con razón, pero desmedida, del impacto que puedan tener algunos nombramientos de personas vinculadas a la Familia, pero no logra ver el real significado del nombramiento de los mencionados funcionarios, junto a un muy posible Procurador o Procuradora de perfil independiente, además de otras figuras realmente solventes nombradas en otros ministerios y direcciones. Quieren el gabinete de gobierno que ellos tienen en sus cabezas, no el que ha impuesto la realidad, y lo rechazan en pleno, sin atribuirle ninguna potencialidad.

En los procesos de transición se van reagrupando las fuerzas opuestas al cambio, las desplazadas y también aquellas que quieren cambios, pero que entienden que el iniciado es lento, insuficiente o inexistente. Incluso en procesos de cambios radicales quienes asumen la profecía autocumplida, de la violencia verbal pasan a la violencia física contra el nuevo régimen y hasta al terrorismo individual.  Son marginales, pero causan cierta confusión que el tiempo, a veces,  la convierte en lastre, por eso hay que darle seguimiento y, además, porque en este caso, en el planeamiento de sus “verdades” no pocas veces hacen alusiones personales con evidente intención de molestar y hasta de denostar.

Sin embargo, en estos momentos la mayor energía de quienes queremos un cambio en este país debemos ponerla en potenciar todos los gestos y acciones del nuevo gobierno que apunten hacia el establecimiento de otro régimen, con reglas de juego claras con firme voluntad de hacerlas cumplir y sustentado en la eficiencia y honestidad.  De igual modo, en cómo hacer crecer las fuerzas políticas/ sociales que, individuales y/o colectivas, se coaligaron para producir este momento de reales proyecciones. Vivimos un momento de construcción de un nuevo régimen, pero también de deslinde. De deslinde, de todos aquellos que de una u otra manera constituyen fuerzas del pasado, solas o coaligadas, a pesar de sus aparentes diferencias discursivas y de trayectorias.

Es momento de unir voluntades en torno a aquellos que han asumido la responsabilidad en puestos claves del sistema político, para romper con décadas de inmovilismo, degradación, marginalidad y deterioro político/ social del país y eso no se logra sólo con discursos, sino también con la acción generosa, sin complejo ni mucho menos prejuicios.