Desde pequeño me atraían los impresos. Libros, folletos, revistas, periódicos, anuncios, hojas sueltas carátulas. Mi mamá avivó esa inclinación pues me compraba libros y revistas.

El primero libro que recuerdo haber tenido, aparte de los textos escolares, fue el cuento clásico “Heidi”; luego tuve Hansel y Gretel, Caperucita Roja, El Gato con Botas, El flautista de Hammelin, entre otros. Llegué a poseer una colección considerable de los comics (paquitos) estadounidenses publicados en México, como los de Disney, La Zorra y el Cuervo, Chip y Dale, Red Ryder y otros de vaqueros, Historias Fantásticas, Aquaman, Superman, Marvila, Cuentos de Ultratumba, Relatos Fabulosos, El Conejo de la Suerte, Domingos Alegres, El Halcón de Oro, etc.

Casi todos llegaban a mis manos ya usados, pero mi mamá se esforzó en comprarme algunos nuevos lo cual, para nuestra condición económica, era una excepción. No olvido dos en particular, uno de Hopalong Cassidy que en su portada anunciaba “La diligencia del peligro” y otro del Gato Félix, con “Félix, Inky y Dinky en Dulcelandia”.Intercambiaba especialmente con dos de mis amigos: William Payano y Nelson Francisco Rodríguez González.

En cuanto a libros mi hermana Miladys me los suministraba desde que tengo memoria. Acababa de cumplir 13 años cuando leí de sus manos La Ilíada y la Odisea. También,  un ejemplar que aún conservo, “Documentos fundamentales de la historia de los Estados Unidos”, de Richard Morris, el cual contiene desde “El Pacto del Mayflower” del 11 de noviembre de 1620,  primer documento de gobierno en la colonia de Plymouth, hasta el discurso inaugural del presidente John F. Kennedy el 20de enero de 1961. Además, El ingenioso Benjamín Franklin, una amena biografía de este padre fundador de los Estados Unidos.

Con el advenimiento de la política abierta, tras la muerte de Trujillo en 1961, comencé a leer ávidamente la prensa, y los impresos que distribuían los partidos. De hecho, yo había aprendido a leer prácticamente con El Caribe.

Los impresos políticos más llamativos, por sus colores,  eran los de la Unión Cívica. El periódico más leído, sin embargo, era El 1J4, de impresión bastante rústica y sin colores. Pero, su contenido era potente. Traía las historias de los expedicionarios de junio de 1959 con sus fotos, ¿Dónde están los desparecidos? y Conozca a los calieses, eran dos secciones “best seller” podría decirse.

Llegué a acumular una colección apreciable del 1J4,  que sobrevivió al conflicto bélico de 1965, pues la guardaba celosamente debajo de mi cama. Poseía además numerosos ejemplares de UniónCívica, órgano de la UniónCívica Nacional (UCN) del cual son de interés solo los ejemplares anteriores a las elecciones del 20 de diciembre de  1962, y de Libertad, órgano del Movimiento Popular Dominicano (MPD) encabezado por su sencillo logo de unas cadenas rotas.

Nunca me atreví a guardar ejemplares de Patria, órgano de la resistencia a los invasores de 1965, porque a quien lo encontraban con uno en la Zona Norte podría no contar el cuento. Era más peligroso que tener un viejo ejemplar del 1J4.

De la época posterior a la guerra conservaba algunos ejemplares de Servir al Pueblo, órgano de la Línea Roja del 1J4; El Comunista y Despertar, órganos del partido Comunista (Pacoredo); Hablan los Comunistas y la revistaImpacto Socialista, del PCD. Además, numerosos volantes, afiches y folletos.

Durante el represivo y furiosamente anticomunista régimen de Los 12 Años se reavivó el peligro, heredado del trujillismo, de que poseer documentos de contenido revolucionario podría ser penado severamente. Al respecto relata el reputado historiador Roberto Cassá las dificultades que afrontó durante la labor de investigación para su libro Los orígenes del Movimiento 14 de Junio:

“El problema principal que se ha presentado ha sido la limitación de los archivos personales y la inexistencia de archivos de las organizaciones. Los protagonistas se desenvolvieron en gran medida en condiciones de clandestinidad, en las que la conservación de documentos no dejaba de comportar riesgo o se veía pertinazmente dificultada por los allanamientos de los organismos de seguridad”.[i]  Un dirigente del Partido Comunista (PCD) le hizo a Cassá la sorprendente revelación de que en una época ese partido  ¡no llevaba actas de sus reuniones!

Con todo y mi inclinación a conservar documentos, solo de unos años a esta parte he calibrado plenamente la importancia de los mismos. Por eso me duele haber perdido mi colección, hecho ocurrido en 1974.

Una mañana, en una  fecha que no puedo precisar con exactitud pero de seguro próxima a las sangrientas elecciones del 16 de mayo de 1974, nos hallábamos mi hermano Ramón y yo en nuestra casa del ensanche Luperón.

El resto de la familia residía en Estados Unidos. Temíamos un allanamiento en cualquier momento, quizá como secuela lejana de los sucesos de Playa Caracoles.

Para agravar nuestro estado de ánimo alguien tocó a la puerta metálica que daba al patio. Mientras Ramón permanecía “artillado” (alerta)  yo entreabrí el portón para contestar. Me salieron dos elementos que ocupaban una moto Vespa azul, la cual no apagaron nunca; uno me dijo que ellos sabían que nosotros vendíamos armas y que estaban interesados en adquirir algunas, sin especificar nada. Les contesté, “friíto”, que al parecer se habían equivocado de lugar porque nosotros no vendíamos armas ni nada.

Santo remedio, lo primero que hice fue deshacerme de granparte de mis documentos, entre ellos mis atesorados ejemplares del1J4, Libertad y demás. De la mayor parte de lo que quedó se encargaría décadas después el huracán George. De modo, que me quedan  pocos documentos viejos. Afortunadamente,  el Archivo General de la Nación realiza desde hace años una portentosa recuperación y digitalización del patrimonio documental del país, lo que permite que los estudiosos, y curiosos como es mi caso, podamos consultar e ilustrar adecuadamente sobre el pasado.

[i] Roberto Cassá: Los orígenes del Movimiento 14 de Junio. Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1999, 370 páginas, página 19