El argentino Emiliano Sala llevaba doce goles en la Liga Francesa, pero amarga paradoja, el que sería el día más feliz de su vida, fue también el último. El Cardiff City, una escuadra sin mucha jerarquía en la Premier League, puso 17 millones de euros para quedárselo: les urgía un goleador. Sin embargo, cuando Emi volvió a su ex equipo en Nantes para acabar de recoger sus cosas y despedirse de sus compañeros, se subió a una avioneta que ha desaparecido en el Canal de la Mancha. Esto sucedió la noche del lunes 21 de enero.
Veintiocho años tenía el delantero argentino, diez menos que Roberto Clemente, cuyo avión también se perdió un aciago 31 de diciembre de 1972. Yo no vi jugar a ninguno, dicen que Clemente era un pelotero espectacular y completísimo. No solamente bateaba sino que también defendía con aplomo: el tiro que mandaba desde sus dominios en el jardín derecho hasta el home-plate parecía una centella. Mientras que Emi, de larga zancada y hábil driblador, lo mismo anotaba de cabeza que rematando con malicia.
Sala se inició en el club del Burdeos, que tiene una escuela de formación en Córdoba. En 2012 lo mandaron al US Orleans, un equipo de 3ª división donde quedó campeón de goleo. Los Girondins no lo vieron jugar tanto, pues lo siguieron prestando: al SM Caen, donde su cuota goleadora ayudó al equipo a no descender y luego al Nantes FC.
Por su parte, Roberto, desde que empezó a jugar profesionalmente en 1952 para los Cangrejeros de Santurce ya se veía su talento excepcional; los Dodgers y los Bravos intentaron llevárselo a la Gran Carpa, pero los ganones fueron los de Pittsburg. Su trepidante carrera impresiona (12 Guantes de Oro, promedio arriba de los 300, etc.,) además, fue el primer latinoamericano en entrar en el Salón de la Fama, en 1973.
La muerte los ha hermanado trágicamente. El también llamado Babe Ruth puertorriqueño, es uno de los más grandes de todos los tiempos. Rompió la barrera de los 3000 hits (al lograrlo sólo había 10 beisbolistas en ese selecto grupo) y sacó de la mediocridad a los Piratas, ayudándolos a ganar 2 Series Mundiales, que fueron trepidantes, por cierto. Del otro lado, Sala estaba entre los mejores goleadores de la Ligue 1, sólo un gol abajo del presumido de Neymar del París, lo cual es muy meritorio, si comparamos la nomina de los equipos. Si hubiera podido defender la camiseta del Cardiff City, el Manchester o el Liverpool no hubieran demorado en llevárselo a sus filas.
La muerte de Sala ha estallado en las redes: «Qué miedo que tengo», nos dice su propia voz en un audio que enviaba mientras la avioneta se iba a pique. Las autoridades estuvieron tres días “peinando” el Canal de la Mancha. Ni radares, ni satélites, ni las plegarias de los hinchas franceses o de sus colegas como Messi pudieron encontrar sus restos.
Lo mismo sucedió con Roberto, aunque él se subió a un avión saturado de víveres. Se dirigía a Nicaragua a ayudar a las víctimas del horrible terremoto que, días antes había destruido Managua. Su esposa y demás familiares lo conminaron a que no viajara, pero él, que además de su poderío con el bate, tenía un corazón inmenso, quería entregar en persona la ayuda, ya que al parecer los militares la estaban escamoteando. El año 73 iniciaba entre lágrimas, llantos que atravesaron los Estados Unidos, que resonaron en Carolina, el pueblo donde nació un agosto de 1934 y que se juntaron a la pena del sismo nicaragüense.
La familia de Sala, recién ha anunciado que gracias a las donaciones en línea buscaran la avioneta. Se servirán de un barco y un submarino teledirigido. Si no fuera por el mal tiempo que hay en el Canal ya hubiéramos empezado, dijo el encargado en Jefe David Mearns, pero el mal tiempo es lo que define a las Islas Británicas. ¿Podrá la tecnología contra el destino?