El presidente, licenciado Danilo Medina Sánchez, tiene previsto pronunciar en la fecha un discurso a la nación. Se anticipa que hará referencia a asuntos medulares que han dominado la opinión pública, como ha sido la aprobada reforma a la Constitución para permitir la reelección limitada a un mandato, y el plazo para regularizar la presencia de extranjeros indocumentados, en su mayoría haitianos.
Lo de la reelección presidencial ya es pan comido.
Se ha negociado dentro del partido en el Gobierno, con el expresidente Leonel Fernández; y hacia fuera, con el PRD de Miguel Vargas Maldonado. El premio político: dos nuevas provincias, dos legisladores y más impuestos para la población, todo sin que la mayoría silenciosa lo pidiera.
Para nadie es un secreto que la prueba de fuego para el presidente Medina es el espinoso y caldeado asunto de los haitianos. ¿Cómo salvar la dignidad nacional, proteger las fronteras y preservar los intereses concernidos en ambos lados del río Masacre, sin que ello implique renunciar un milímetro a la soberanía nacional, a la dignidad, sin caer en los excesos de las odiosas deportaciones de extranjeros indocumentados?
El mensaje poco usual del presidente Danilo Medina debe ser observado con detenimiento, analizado y estudiado sin prejuicios. Sin embargo, prefiero convencerme con los hechos
La inusitada situación le crea al presidente una celada similar a la historia del Laberinto del Fauno. En este caso el Rey intenta salvar a su hija, una princesa que vivía en el reino subterráneo donde no existía la mentira ni el dolor, pero soñaba con el mundo de los humanos, el cielo azul, la brisa suave y el brillante sol.
La princesa logró escapar. Una vez en el exterior, la luz del sol la cegó.Ella perdió todo vestigio de su memoria, del pasado y hasta su inmortalidad, por lo que falleció. El padre sabía que el alma de su hija no había muerto y que regresaría algún día a donde pertenecía. Y él la esperaría hasta su último aliento, con los portales de su reino abiertos hasta la eternidad.
El presidente Danilo Medina Sánchez comprende a ciencia cierta que entre los muros de lo realista y lo fantástico se cuela el tufillo del terror, la ambición, la tenebrosa envidia, el linchamiento de carácter, la falta de ética, la inmoralidad y la crueldad. Ni decir de la angustia que se respira en el ambiente político nacional.
Su virtud está en administrar el arte de la palabra y el silencio. Algo poco valorado en la cultura política nacional preñada de apariencia e hipocresía. Está convencido de que lo terrenal se cruza con lo divino, lo mismo en los polos que en el realismo mágico caluroso de la nación. Acepta que la política nacional se ha convertido en un puro acertijo que no puede descifrar ni las pitonisas Sibila o Casandra, en Roma o en Grecia.
El mensaje poco usual del presidente Danilo Medina debe ser observado con detenimiento, analizado y estudiado sin prejuicios. Sin embargo, prefiero convencerme con los hechos. La realidad se empeña en superar lo fantástico de la ficción. ¿O quizás tuvo razón el poeta frustrado que al final del camino exclamó: las palabras se las lleva el viento…?