La llegada de un año nuevo por sí sola no cambia las actitudes y las cosas, y a menos que se tenga voluntad de mejorar e innovar, todo seguirá siendo como antes salvo la fecha, como tampoco una desgracia colectiva como la que vive la humanidad desde hace largos meses modifica la conducta humana.
A pesar de la dimensión de la tragedia que vive el mundo las pasiones políticas, los intereses espurios, las ambiciones malsanas, la mediocridad, siguen existiendo, y por eso debemos estar muy atentos para no permitir que sus juegos sucios afecten las necesarias acciones en búsqueda de la solución, y no dejarnos confundir por oportunistas que en vez de coadyuvar al bienestar colectivo prefieren generar temor y caos con declaraciones tremendistas para tratar de pescar en río revuelto o tener sus quince minutos de fama.
No existe una fórmula infalible para solucionar esta crisis, y hasta las naciones más desarrolladas han tenido sus altas y bajas, sus pasos adelante y sus vueltas atrás, porque a pesar de las distintas condiciones climáticas, de las diferentes culturas, de los disímiles niveles de educación, existen denominadores comunes que mueven a la mundanidad, a la banalización y al egoísmo, y que rechazan el sacrificio que nos exige el momento, como si fuésemos los primeros que hayamos debido tenerlos, sin apreciar que a otros les tocaron peores y salieron fortalecidos.
Casi un siglo ha transcurrido desde la denominada gripe española y, paradójicamente a pesar de los avances científicos y de la modernidad las recomendaciones siguen siendo las mismas, distanciamiento, prohibición de grandes reuniones y uso extendido de mascarillas, y aunque probablemente las vacunas ya aprobadas en tiempo récord permitirán una más rápida salida como lo han hecho ante otras crisis sanitarias, es fundamental que todos asumamos las medidas, por el bien propio, por protección de los demás y porque de eso depende la reactivación de muchos sectores que necesitan desesperadamente hacerlo.
Más que nunca se requiere que cada cual comprenda que no se trata únicamente de lo que las autoridades hagan o dejen de hacer, sino de lo que como sociedad de forma conjunta realicemos, pues el fracaso de las medidas nos alarga la salida a todos y por eso todos debemos colaborar para que los remedios surtan efecto, aceptando que si algunos pudieran alegar cansancio son aquellos que están en la primera línea salvando y protegiendo vidas, y todos aspiramos que continúen haciéndolo.
A todos nos conviene mantenernos activos pero esto solo es posible mientras dure la crisis si todos cumplimos las reglas, y no hay que ser científico para comprender que el problema fundamental radica en evitar el contagio y la experiencia nos demuestra que las mascarillas afortunadamente funcionan, y que desafortunadamente no podemos usarlas para comer, beber y fumar, o que son difíciles de tolerar bailando o ejercitándose, por eso es menos probable que haya contagios en el trabajo, en una iglesia, en un centro de salud o en una conferencia, que en otros lugares y eventos.
Las autoridades deben estar claras de que el ejemplo entra por casa y que en medio de tantas pérdidas y sacrificios el nivel de tolerancia es menor, que los errores del pasado no deben repetirse y que sus buenas acciones y adecuados mensajes son indispensables para provocar un efecto multiplicador positivo y mantener vivas las esperanzas. Todos debemos estar conscientes de que no hay una varita mágica para resolver esta crisis mundial, y que mientras dure la emergencia debemos vivir al compás de las notas de restricción o flexibilización, que nuestro país tiene deudas sociales y problemas estructurales que requerirán años cambiarlos, que las soluciones no se dan de la noche a la mañana pero que nunca se darán sino se inicia la ruta correcta, que nuestra economía depende del turismo y por eso debemos protegerlo, y que la única forma de superar esta grave crisis y de mejorar nuestros problemas ancestrales es con el compromiso de todos para que cada cual cumpla con la ley y con su cuota de responsabilidad, dando y dando cada quien lo que le corresponda.