“No me llames extranjero porque haya nacido lejos, o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo. No me llames extranjero porque fue distinto el seno o porque acunó mi infancia otro idioma de los cuentos. No me llames extranjero si en el amor de una madre tuvimos la misma luz en el canto y en el beso con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho”. (Rafael Amor).
La migración es una realidad inherente al ser humano. El ser humano es un ser migrante en esencia, sin ella no podemos concebir al hombre. Pueblos y civilizaciones han sobrevivido en alguna etapa de la historia porque pudieron migrar. Migramos de manera regular o irregular, atendiendo a un status legal que tomamos como referencia.
Desde que estudiábamos Historia Universal en la escuela, aprendimos que las civilizaciones antiguas fueron nómadas en su primera fase, moviéndose de un lado a otro por mejores condiciones de vida relativas al clima y los recursos disponibles, para seguir siendo y viviendo. Grandes ríos de entonces fueron su hábitat predilecto: Egipto (río Nilo), Mesopotamia-asiria-Babilonia luego Irak (río Éufrates y río Tigris), China (río Hoang Ho y río Yang Tse Kiang), Fenicia (río Orontes), Palestina (río Jordán) etc.
Como dominicano, surgido por las migraciones de los pueblos originarios que llegaron de Sudamérica a nuestro Caribe continental 9,000 años antes A.C, y luego a la Isla de Santo Domingo, entre 2610 AC y 2590 AC, que nos mezclo con las circunstancias del amo blanco y del esclavo negro, me avergüenzo observar como una camada de compatriotas, con conocimientos, otros con lagunas históricas con tamaños que abarcan más allá de los 70 mil y algo de kms2 de nuestra isla, y otras bocinas estridentes, que como cántaros vacios, no hacen más que repetir lo que otros dicen, sin el más mínimo elemento para razonar, tocan y retocan el tema del Pacto Migratorio y el tema haitiano hasta el punto del hartazgo.
Hay gente interesada en que olvidemos la cotidianidad y sus avatares para que nos entretengamos en otros asuntos, y nos matemos entre pobres, y ellos poder seguir como los artistas de las marionetas manejándonos a su antojo, como manipulan sus intereses y sus fortunas. Así, no.
No existe una sola razón que justifique la manera en que nos estamos comportando frente a los haitianos. Esas manifestaciones públicas de odio vistos en algunas comunidades y pueblos, esos videos que reelaboramos en laboratorios para reenvíos en las redes, y esas opiniones demacradas de un nacionalismo patriotero con anemia, tiene la virtud de la retrospectiva que nos obliga a desempolvar un 1937, sin Trujillo, y un neofascismo sin Hitler, y que para desgracia de sus promotores, no nos representan como pueblo. Así No.
A mí me da par de tres, que los personajes del anacronismo, de pensamientos trasnochados me tilde de antipatriota, porque todos los días hago más por la patria, que todos esos que “nos quieren tanto, que su amor nos hace daño”, como lo desmitificó Cesar Vallejo. Sin embargo, después de haber consultado la prensa nacional, los boletines oficiales del país y de EU, y publicaciones de ONGs de todos los ámbitos, hay algunas verdades que debemos poner sobre la mesa, sin que nos importen la crudeza de su vestido:
1. Como país, no tenemos moral para hablar de “Ilegales y repatriaciones”, porque solo en Estados Unidos, tenemos más de 1 millón de compatriotas que viven de forma regular, y sobrepasando unos 200 mil irregulares. Sin embargo, más de 1 millón están residiendo en Europa y en otros escenarios del mundo. Es decir, superamos los 2 millones 500 mil dominicanos, que aportan cada año a la economía local, vía remesas, entre 6 y 7 mil millones de dólares, según las estimaciones. Eso supone que estamos hablando de unos 300 a 350 mil millones de pesos, un tercio de nuestro presupuesto nacional para el año 2019. Según los expertos, el 8.1% de nuestro PIB en la economía nacional, depende de sus aportes. Eso se traduce en que nuestra economía es dependiente, ya que cerca de la mitad de nuestra población, recibe algún envío del extranjero. Por lo tanto, no hablemos de deportaciones; lo que va, viene. Así, no.
2. El sector de la construcción, sostiene cerca de un 53 % basado en manos de obra haitiana. Así mismo en la Agropecuaria, ronda un 36 %; el comercio, un 10.4 %. Lo que traduce, que muchas infraestructuras, incluso en el sector hotelero, la producción de café, cacao, guineo, ganadería estarían afectadas significativamente con su ausencia. Nosotros nunca aprendimos a cortar nuestra caña de azúcar haciendo de patriotas, como lo hizo Cuba; por eso nuestro azúcar, siempre ha tenido un sabor amargo por el dolor, el sufrimiento y las enfermedades de la inmigración de los braceros haitianos. Mientras, seguimos dejando nuestros campos abandonados porque nada nos ofrecen e inundamos, como migrantes, nuestras grandes urbes, bajo el oficio de motoconchos o cualquier otro, aunque caiga fuera de la ley, sin dejar de aspirar y suspirar por el sueño americano de largarnos del país en la primera oportunidad que nos llegue. Así, no.
3. El delito de cualquier nacional haitiano en nuestro territorio, no representa el comportamiento de la mayoría, que viene a trabajar duro. Tampoco, justifica las estupideces que estamos cometiendo en los últimos meses contra los migrantes de color. Como no se justifica de igual forma, que por el delito de infanticidio de Ana Julia Quesada, se juzgue a toda la diáspora dominicana en España, mucho menos, pueden juzgarse los dominicanos que viven en EU, por los más de 7 mil criollos que están cumpliendo condenas en cárceles gringas por delitos como : tráfico de drogas, asesinatos con violencia, secuestros, falsificaciones de documentos, fraudes estatales, violaciones sexuales, incendios intencionales, grupos de crimen organizado, perjurio, evasión de impuestos, recibir propiedad robada, entre otros. Sólo, en el periodo que va del 1997 al 2007, fueron deportados 20,896 dominicanos por esos delitos, encabezado en un 49.8 % por casos de drogas. No obstante, del 2005 al 2014, fueron deportados unos 20,818 dominicanos por las mismas causas, encabezado de igual manera por delitos relacionados con las drogas. Sin embargo, seguimos siendo una diáspora trabajadora por encima de todo y eso, y los números lo demuestran enfáticamente.
4. Cerca de 90 mil mujeres ejercen la prostitución como migrantes en el extranjero, aproximadamente en 66 países, en las últimas cinco décadas (principalmente Haití donde son mayoría, otras islas del Caribe y Europa), cuyo ejercicio hacen en todas las circunstancias inimaginables incluyendo la trata de blancas. Iguales números de la prostitución se manifiestan en Rep. Dominicana, en el ámbito local con unas 90 mil mujeres.
Como sociedad, debemos ver este síntoma como la expresión de una derrota de lo que hemos diseñada los machos, quienes somos los responsables de esas estadísticas que nos enrostran por doquier. Como nación, no veríamos bien, que esas mujeres fueran repatriadas, por ejercer un oficio, el más antiguo, pero severamente estigmatizado. Ellas son el resultado de la falta de oportunidades del país que diseñamos y construimos basado en la exclusión. Así que tranquilos, todos somos pecadores y también tenemos virtudes.
La patria hoy, necesita otros escenarios de combates, como la lucha por el ambiente, su preservación y el uso racional y sostenible de sus recursos naturales, para que sostenga la vida en esta isla que compartimos con Haití, en el hoy y en el mañana, de modo que hayan menos migraciones por razones económicas, y que el sueño americano tenga nuestra identidad en ideas y realizaciones, y sea alrededor de los nuestros, en nuestra patria. El exceso del consumo de los combustibles con fuentes de petróleo, es otro frente para batallar, en donde vivimos como si fuéramos un país productor, gracias a un parque vehicular fuera de serie; hacer que todos los funcionarios públicos con su familia, de forma obligatoria reciban educación publica y atención de salud en los hospitales públicos, y se muevan a sus trabajos en transporte público como servidores, para que todo lo que sea publico valga la pena. Así mismo, investigar y someter a la acción de la justicia a los nuevos ricos que cada cuatro año paren las arcas del Estado; demandar para que los recurso del País no se concentren solo en dos o tres centros urbanos, como si los demás no existieran; ni que los cargos electivos se adquieran en un mercado de purgas, para el que pague más; devolver a la juventud el sentido de la utopía, de poder estudiar en nuestro país, para que eso no sea una pesadilla, al descubrir que no le lleva a ningún lado una titulación, sino a las puertas de cualquier politiquero barato, que tan solo con saber el abecedario decide en su lugar, la suerte suya y el futuro de la nación.
No hagamos campos de batallas fáciles. No seamos patriotas frente al indigente de Haití, y entreguistas confesos y profesos, hasta hacer genuflexión poniendo nuestras narices frente al trasero de las potencias extranjeras, que nos cagan en la cara y se mean sobre nuestras leyes y nuestra bandera, cuantas veces les viene en ganas. Seamos coherentes, la dignidad humana no tiene leyes ni banderas, está por encima de todo. Sólo basta con existir. No seamos payasos aparentando ser graciosos; dejemos el circo y las comedias baratas, que dan más risa por nuestra cursilería que por nuestra actuación.
Con la no firma del Pacto Migratorio, nos agregamos al número de los 12 países, que aliados a Trump, coincidiendo con el, que es mucho decir, no lo firmaron, y perdemos una oportunidad importante de asumir las migraciones con dignidad, respeto y coherencia, sin la necesidad de anular nuestras leyes migratorias ni perder la soberanía como Nación. Además, dejamos en estado de vulnerabilidad a nuestros hermanos dominicanos dispersos por el mundo. No quisiera mañana, ver las caras de los payasos, cuando todo esto se vuelque contra nosotros mismos y de nuestros compatriotas dispersos en todos los continentes y nosotros exhibiendo un etnocentrismo ridículo y descalzo.
Estamos jarto del tema “Haití”. Paremos ya, esa campaña manida y asquerosa. Dejemos la paranoia que otros nos imponen desde su buró con aire acondicionado, y a quienes el país le vale un bledo. Es penoso, que no hayamos aprendido la lección de reconocer que quien tiene paredes de cristal, no tira piedras a sus vecinos: “La patria no es nadie, la patria no es un tiempo, la patria es un hecho perdurable” (Borges).
…No me llames extranjero, piensa en tu hermano y el mío,
el cuerpo lleno de balas besando de muerte el suelo,
ellos no eran extranjeros, se conocían de siempre
por la libertad eterna e igual de libres murieron.
No me llames extranjero, mírame bien a los ojos,
mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo,
y verás que soy un hombre, no puedo ser extranjero.