El 8 de diciembre del año en curso, y en el marco del Séptimo Congreso Internacional, organizado por el IDEICE, expresamos que el Siglo XXI nos marca nuevas lógicas para concebir y apropiarnos del currículo. Estas lógicas nos impulsan a plantear una recomposición del currículo dominicano. Nos preguntamos qué significa esto:
En primer lugar, significa abrirnos a una recomposición inteligente y democrática del currículo. Planteamos una recomposición para repensarlo. Interesa abrirle paso al pensamiento creador, a un proceso liberador, que responda a la diversidad del país (de personas, de culturas, de áreas geográficas, de niveles socioeconómicos, de problemáticas específicas, etc.). Esto supondrá un impulso al desarrollo humano-social y político-cultural de los sujetos y de los contextos. Este currículo deberá contar con una arquitectura cuya base descanse en la flexibilidad y en la creatividad que emana de las artes. Las artes han de asumirse como principio y como política educativa para potenciar lo más original en cada estudiante, en cada maestro y en cada institución educativa.
En segundo lugar, implica convertir el currículo en un dispositivo que propicie un desarrollo curricular más autónomo y una gestión emancipadora del mismo. Es necesario un currículo sin la presión de las pruebas estandarizadas; un currículo más conectado con las pruebas de la vida cotidiana del país, con las pruebas de la vida diaria de las comunidades en las que están enclavados los centros educativos; y, especialmente, un currículo interconectado con la vida que falta o que bulle en las instituciones educativas. Es preciso transformar los controles que bloquean la producción individual y colectiva de los actores del proceso educativo. Avanzar en esta dirección supone atención a la reflexión de la práctica, a la investigación educativa, a la capacidad de argumentación de los actores y a la construcción social del currículo.
En tercer lugar, la recomposición del currículo subraya la participación de la pluralidad de sectores que conforman la sociedad. La cuestión curricular no es una acción exclusiva de expertos. Es una construcción social, es un proceso de inclusión. Por ello, debe integrar a la totalidad o a la mayoría de estos sectores. Por esto la sociedad no puede ignorar las condiciones en las que se revisa, se desarrolla, se evalúa y se retroalimenta el currículo.
Apremia la superación de la burocracia que controla la elaboración del currículo, su revisión, su evaluación y su retroalimentación. Para ello es importante pasar de la sociedad indiferente a una sociedad corresponsable en los procesos y tareas curriculares. Es necesaria una sociedad que no solo denuncie, sino que, como lo hizo en el movimiento pro 4% por la educación, ponga en juego su capacidad creadora y favorezca la democratización de los procesos de cualificación del currículo. Si la sociedad dominicana asume la cuestión curricular en esta perspectiva, estaremos ante una sociedad que piensa, que innova y que se compromete con proyectos y procesos curriculares transformadores.
Asimismo, la escuela es una institución históricamente caracterizada por estructuras y por patrones culturales pocos flexibles y con mucha consistencia en el tiempo. El legado de la escuela es innegable, pero hoy requiere otro dinamismo y otra dirección. El Siglo XXI precisa de una escuela que pase del control a la emancipación. Esta es una fase crítica que requiere procesos formativos-reflexivos internos para cambiar de mentalidad y disponerse a su recomposición de forma integral.
El control que se ejerce sobre la escuela y la multiplicidad de sectores que intervienen en ella, sin organización y planificación racional, la convierten en un espacio disperso y sin ejes rectores que contribuyan a capitalizar su capacidad de producción ni su caudal de creatividad, ni las potencialidades de sus recursos humanos; ni, mucho menos, sus posibilidades de apertura para otear horizontes culturales que la transformen en un espacio inclusivo y abierto a los desafíos de su entorno. Es necesaria una escuela libre y liberadora que enseñe a estudiantes y a maestros a pensar, a reflexionar, a investigar, a decidir y a una participación responsable.
En este marco, encontramos más allá del enfoque de competencias:
a) A la persona del maestro cada vez más consciente del desprestigio y de la penalización sistemática que gravita sobre él; un maestro que palpa sus déficits respecto de la apropiación del currículo y hasta de los problemas éticos que afectan su desempeño.
b) Necesidad de humanización de la educación. Tenemos un compromiso con la humanización de la educación; y, por ello, no podemos sacralizar el enfoque de competencias olvidando su incidencia en la fragmentación del conocimiento, de las concepciones, de los aprendizajes y de la visión de educación que tienen los actores. Corremos el riesgo de relativizar la humanización de la educación y de cosificar a las personas al valorarlas y reconocerlas dependiendo de lo que sabe y de lo que hace.
c) La urgencia de un currículo con menos información y más espacio para la creación. El currículo dominicano está cargado de información y procedimientos. Es un currículo que debe impregnarse de lo que piensa y necesita el estudiante; de lo que piensa y anhela el maestro; y de lo que piensa y visualiza la Asociación de Madres, Padres y Amigos de la escuela. Nuestro currículo necesita, también, un diálogo reflexivo-crítico con las organizaciones de la sociedad para abrirse a nuevas perspectivas culturales.
d) Preocupación por la calidad de la educación con escasa o ninguna investigación. Calidad e investigación son dos procesos indisolubles e interdependientes que deben asumirse desde la perspectiva de derechos para que sea posible el empoderamiento de docentes y estudiantes; el desarrollo de nuevos conocimientos; de nuevas prácticas educativas y sociales, así como el impulso a nuevas ciudadanías. Más allá del enfoque de competencias constatamos la necesidad de un profesor investigador capaz de construir entornos transformadores que conviertan los procesos educativos en experiencias duraderas y gratificantes.
En síntesis, más allá del enfoque de competencias, encontramos temas-problemas que convocan a las autoridades educativas y a la sociedad dominicana a una actuación más corresponsable y audaz.