“Si estaremos curados de espanto
si habremos barajado salmodias con ultrajes
sepultado alegrías conjeturas delirios
en el descalabro y en el camposanto
si habremos añorado nuestras azoteas
la cercana vía láctea apenas recorrida
por murciélagos suaves y custodios”

Mario Benedetti

Estos malos días podrían ser útiles para estudiar temas pendientes como la democracia y la transición desde la dictadura de Trujillo al régimen político que inició en 1966 y que hasta reina sin inconvenientes mayores, todas deudas de la Ciencia Política dominicana. En eso pensaba cuando de golpe, como un mazazo me cayó aquello de que para un candidato presidencial es posible “poner a disposición” nada más ni nada menos que “30 tractores “bulldozers”, 20 motoniveladoras, 50 máquinas de volteo, 30 palas mecánicas, 5 camiones de agua y 20 retro excavadoras”. De inmediato traté de imaginarme el tamaño del parqueo de FUNGLODE.  Luego asumí que parece evidente que Balaguer no fue el único fabricante de millonarios para finalmente retornar a mi preocupación inicial: la “fundación democrática” que implicaría incorporar la idea del cambio democrático a todo el sistema político construyendo instituciones democráticas y eliminando enclaves autoritarios como la falta de elecciones competitivas y la ausencia de poderes independientes.

Ese comportamiento de los candidatos es expresión clara de una cultura política y de la ausencia de institucionalidad democrática. Es lo que los estudiosos del tema han denominado de maneras diversas y con la intención de acentuar algunos rasgos como las “democracias mínimas” (Bobbio), “democracias restringidas” (Lechner), “democracias delegativas (O’ Donell).  De seguir evitándose este debate, tanto desde la academia como desde la política, todo estará permitido en este país y hasta se podría llegar a la conclusión equivocada de que lo que ocurre es que los candidatos “son mala gente”.

Desde el punto de vista del principio de igualdad, cuando se trata de analizar esta campaña electoral -a pesar del tiempo transcurrido y por la lejanía a lo que se espera de una competencia democrática- es inevitable compararla con aquella de las banderillas rojas en las trompetillas de los fusiles o con la xenofóbica y racista del 1996.

¿Cómo es que no nos hemos dado cuenta a los niveles que se ha llegado? La campaña electoral se ha reducido a una competencia entre millonarios que sin duda no deben sus fortunas a “una vida de trabajo” y que torna peligroso el resultado al que hace tiempo no le auguramos un significado transcendental.

Entonces la gran discusión gira en torno a la acusación de los cívicos de que el candidato presidencial del PLD “envió pequeños aviones en busca de compras que no satisfacían la demanda.”  Y del otro lado le responden que “la carpa es demasiado calurosa”. Y esto resume muy bien el drama, no hay cuestionamiento al clientelismo, tenemos que lamentar que el candidato disponga solo de aviones pequeños y al otro que no le alcanzara para el aire acondicionado de la carpa.

Tal vez lo único que valga tener presente en estos días es que de seguro ganará un millonario y cuando gana un millonario pierden los que no son millonarios. Por si hace falta comprobar lo que digo, aquí les van algunos nombres: Macri de Argentina, Piñera de Chile, Kuczynski de Perú, Varela y Martinelli de Panamá.

En el marco de la pandemia no resulta aceptable lo que está ocurriendo. Los volúmenes, los valores de los bienes que se están donando en la competencia clientelar hace ver a algunos de los candidatos en competencia hasta con temor, pues ante tamaño despliegue clientelar a nadie se le olvida que todo tratarán de recuperarlo y si aparece el justificativo de que son donaciones habrá que saber quién las hizo para conocer el interés del autor de la altruista acción a través de un candidato. La Junta Central Electoral (JCE) tiene inscritos siete candidatos a la presidencia pero sin duda hay cuatro que están corriendo con muchos millones de desventaja.

La JCE ha considerado “Que aun cuando los Candidatos en los Niveles Presidencial y Congresual, realizan en las actuales circunstancias de calamidad sanitaria, ayudas humanitarias a favor de las comunidades, no menos cierto es, que con el objetivo de preservar el Principio de Igualdad durante el período electoral, las mismas deben ser consideradas dentro de los umbrales permitidos de tope de gastos para todas las candidaturas admitidas, tal y como fueron establecidas legalmente por la Proclama Electoral dictada por la Junta Central Electoral el 17 marzo del 2020, dictada de acuerdo con la Ley de Régimen Electoral Núm. 15-19.” A pesar de que “los umbrales permitidos de tope de gastos” son escandalosos fruto del acuerdo PLD – PRM, quizás con posterioridad al proceso logremos saber algo acerca del origen y de la cuantía de esta verdadera farra clientelar.

La nota primorosa, nueva y lamentable en esta campaña es que ya no se distribuyen “fundas con comida”, eso corresponde a prácticas de políticos mayores: los millennials sorprenden el entramado de la contienda electoral haciendo donaciones a las familias de “kits de alimentación”.

Pero, en fin, cuando no se tiene un proyecto no queda de otra que salir a dar, para ocultar las carencias, las ofertas irresponsables y hasta las intenciones. Es la pasada de cuenta de quienes han querido hacer creer que “la oposición” puede significar algo nuevo, cuando la oposición es eso: oposición y difícilmente podrá resultar de ella una idea nueva de país. Para otear el futuro puede ayudar lo ocurrido con algunos alcaldes a los que se pretende poner en cintura mediante publicitados códigos de ética que son absolutamente inútiles para resolver acerca de decisiones administrativas y políticas. La utilidad de tales códigos se remite a respaldar moralmente decisiones adoptadas y en caso de no considerarse una decisión como “buena” la sanción será solo la de la conciencia del ejecutor, en este caso el alcalde. No se puede caer en el gancho de proponer un código de ética de los candidatos porque entre otras cosas, ser inmoral no es un delito y porque la democracia lo que reclama es igualdad ante la ley y que ésta se aplique.

Finalmente -y lo digo quizás en el límite de la ética política- lo que está ocurriendo con las elecciones fijadas para el 5 de julio, en que se insiste en ignorar la situación de la pandemia, con aquello de que los candidatos sean quienes propongan las medidas sanitarias (sin saber lo que estará ocurriendo el 5 de julio) es toda una creación casi diabólica. A la democracia no la salvan las elecciones porque se realicen el 5 de julio. La democracia se salva con elecciones democráticas donde ni los electores ni quienes trabajen en los colegios electorales sean convocados a arriesgar sus vidas. Poner a los candidatos a decidir es igual a que la decisión de apertura de los comercios sea decidida por los dueños de tienda.  Esos juegos debe evitarlos el Estado (del que es parte la JCE) en virtud de los acuerdos internacionales que comprometen a sus autoridades con el cuidado de la vida y la integridad de quienes habitan este suelo.

Para tener una idea de la magnitud de lo que estamos viviendo, me atrevo a contarles que en Chile, antes de tomar la decisión de que los estudiantes retornen a clases el comité asesor del gobierno chileno para la pandemia ha propuesto que esto ocurra "siempre que se cumpliera una serie de indicadores; en primer lugar, tener una curva de contagios en descenso, por al menos, dos semanas".

Perdón nuevamente y ahora sí para terminar: un ruego a aquellos políticos y/o candidatos que dicen o insinúan proponiendo que aumenta la convicción que la autoridad sanitaria y el gobierno tendrían la intención de demorar el control de la plaga para que no se efectúen elecciones antes del 16 de agosto, que no consulten el mencionado código de ética, mientras reclaman avances incumplen las medidas de confinamiento y las distancias recomendadas en sus caravanas de mercaderes. Ellos necesitan más muertos inocentes en su camino a la apropiación del presupuesto, es más coherente recomendarles que pensaran seriamente en un retiro espiritual y que revisaran su vocación, pues la política, como casi todas las actividades humanas, exige un profundo amor y confianza en los prójimos y prójimas si como dicen se trata del bien común.