Desde que comenzó el tímido proceso de reforma económica, hace más de dos décadas, para permitir el trabajo y las actividades empresariales por cuenta propia, el gobierno cubano nunca había decretado un paquete de medidas hacia la privatización de áreas productivas y de servicios como la que acaba de anunciar. En ese orden, de un tirón liberaliza la práctica de casis 2000 tipos de trabajos que habrán de tener un profundo impacto en un modelo de férreo control del mercado, la producción y el trabajo mantenido durante 60 años, con resultados devastadores para la vida cotidiana del pueblo cubano. A breve plazo, esas medidas sólo darán oxígeno a un sistema político económico en agónico proceso de irremediable deterioro.

Según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social cubano,  en el pasado abril había 595 559 trabajadores por cuenta propia, de esos, el 32% eran jóvenes, 36% mujeres; 14% trabajan en el sector estatal y 10% jubilados. Esa cantidad, algo más del 13% de la población activa, se multiplicará con las nuevas medidas liberadores en la esfera de la economía y habrá de tener un significativo impacto en la estructura social de la sociedad cubana. Además, como todavía no se ha liberalizado el ejercicio de oficios en las áreas de ingeniería, arquitectura, medicina, es de esperarse que los profesionales de esos y otros sectores presionarán para obtener derechos que les permitan elevar sus precarias condiciones de vida.

Son muchos los desaciertos en la conducción de la economía de ese país, pero ninguno como la fracasada meta de producir 10 millones de toneladas de azúcar a inicio de los 70 (hoy sólo produce un millón). Esa fantasía hirió de muerte la estructura productiva de Cuba. Pero, al igual que otras experiencias socialistas, la cubana agoniza por esa incapacidad de éstas de producir los bienes y servicios indispensables para  el discurrir de la cotidianidad de la población. Trotsky lo profetizó, cuando dijo: “el socialismo no puede justificarse con la sola abolición de la explotación; debe garantizarle a una sociedad una mayor economía de tiempo que la que garantiza el capitalismo. Si no se cumple esa condición el solo eliminar la explotación no sería más que un episodio dramático sin futuro alguno”.

La escasez, la falta de control ciudadano realmente democrático sobre sus gobernantes y la falta transparencia en el manejo de lo público se expresan como corrupción en todos los ámbitos de una determinada sociedad. Se manifiestan como irritantes privilegios de grupos y personas con acceso a bienes y servicios que de hecho se le niegan al ciudadano común, en una meritocracia que se reproduce a la sombra del poder y en un pretendido pensamiento único que penaliza a quien ose enfrentarlo. Son estos, partes de los tantos agobios en que han discurrido todas las experiencias socialistas, de los cuales la cubana no ha podido escapar. Esos lastres son magistralmente recreados por Leonardo Padura en su novela “Como polvo en el viento”

Desde antes de la caída de la exUnión Soviética la agricultura cubana comenzó su descenso, la incapacidad de producir bienes y servicios ha llegado al punto de que apenas produce alrededor de un 15% de lo que consume, según diversas fuentes, y eso es insostenible para cualquier sociedad. La dirección cubana ha hecha esfuerzo por rescatar la producción agrícola, incentivando la libre producción en ese sector, el cual podrá recuperarse con la liberación de trabajo a cuenta propia y la multiplicación de mercados populares y de restaurantes. Podría ayudar a ese propósito el fin de la política de ahogamiento  impuestas por Trump y por disposición de Biden de retomar el deshielo iniciado por Obama. Pero una reforma del sistema en la perspectiva del modelo chino es de futuro incierto.

Cuba tiene logros de gran trascendencia social y científica, es innegable. Pero las nuevas medidas económicas constituyen otro paso en su larga marcha para reproducir en El Caribe, el bizarro modelo construido por China en Asia: un capitalismo de estado sostenido por el ejército y un partido único (algo ajeno al marxismo), dos instituciones que sólo conocen la obediencia ciega. Una sociedad sostenida por esos pilares tiene los gérmenes de su destrucción que la postre termina derrumbándose. Si el capitalismo clásico en sus diversas expresiones hoy se reproduce destruyendo la naturaleza, el capitalismo de estado sólo se  mantiene a base de la represión más descarnada, por eso ambos sistemas son inviables.

La profunda fractura de la sociedad cubana no se sutura sólo con reformas en plano de la economía, sino en esfera de lo social, básicamente, pues la liberación del trabajo no puede sostenerse por largo tiempo sin libertad en la esfera de lo político y de la política.