Entre mis 7 u 8 años de edad emprendí una misión infantil en mi propia familia en la que resulté victoriosa. A esos años, me había enamorado perdidamente de un maletín de doctora que se exhibía junto a otros juguetes en el escaparate de la antigua Casa Zaglul en la avenida Mella.

Cada día que pasaba frente a la legendaria tienda se me iban los ojos apreciando aquella cajita, que ahora al recordarla y comparada con los sofisticados juguetes de mis hijos me resulta tan simplona y tan rustica. Una cajita blanca rectangular, con una cruz roja en el frente y que en su interior guardaba todo un equipo médico hecho de plástico; incluido un estetoscopio rojo que era el que se llevaba todas las luces y me deslumbraba con su encanto.

No voy a confesar todas las maniobras y todo lo que prometí a cambio de que mi papá me comprara aquella cajita de doctora. Finalmente un día, sin ocasión especial ni Día de Reyes, mi papá me llevó con él a comprarla.

Con ese mismo afán, desde muy temprano, quizás por aquello de que “lo que se hereda no se hurta” siempre dije que quería ser periodista. Nací y me crié entre maquinas de escribir, papel bond y periódicos. Mi mundo siempre estuvo adornado de letras y la música de fondo en casa siempre incluía teclazos de esos tiempos que avisaban del oficio de escribir desde antes de que usted llegara a la casa.

Lejos de esos sueños de oficios que se presentaban con prestigio y de vocación, que iban desde médico, veterinaria, astronauta, ingeniero, arquitecto o locutor, la realidad de hoy nos pinta otra cosa. Vivimos la era del culto a lo fácil y el dinero rápido y sin esfuerzo se ha vuelto una religión.

Ahora Sobeida, según dicen, será protagonista de una película sobre su vida que majestuosamente será llevada a las salas de cine. Un hecho que, sin duda alguna, la consagra como una figura y la presenta ante los ojos de los dominicanos y el mundo como una mujer afortunada y de éxito; olvidando los hechos por los que cumplió condena y pagó su altísimo precio.

Sin embargo, en eso tiene una cuota muy alta el manejo que gran parte de la prensa dio al caso. Un manejo liviano, superficial, cursi, vacío, frívolo y hasta irresponsable, en los que en cada cobertura la cartera de marca, la ropa que vestía Sobeida o el peinado que llevaba y los vehículos en que era transportada al Palacio de Justicia fueron titulares de primera plana. Sin contar con que la historia de amor entre el capo boricua Figueroa Agosto y Sobeida se llegó a vislumbrar como una novela rosa a la altura de una Sonia Braga o Corin Tellado y que el mismo capo fue presentado como un símbolo sexual, llegando a implantar hasta un estilo y afirmando una marca de jeans como una tendencia de moda.

Todo esto sin pensar en las consecuencias gravísimas en una sociedad que cada día se desespera más entre la miseria y la falta de oportunidades. Hoy cuántas niñas no quisieran ser Sobeida, tomando en cuenta que se le ha presentado la fama y la fortuna a una mujer que para llegar a dicha fama escogió el camino equivocado.

Lo más lógico es que para quienes quieren alcanzar el éxito a toda costa, se miren en el espejo de Sobeida y vean reflejado en ella el camino seguro a sus anhelos sin pensar en tristes consecuencias, en cárcel por años y el efecto negativo y desgarrador en el núcleo de una familia, porque el peso de dichas consecuencias han hecho poco ruido y no han ocupado titulares.

El precio de la descomposición social y los valores invertidos pasará factura con el pasar de los años, cuando para las niñas inmaduras de hoy que serán las mujeres de mañana, les resulte más cómodo y beneficioso convertirse en la mujer del capo.

Mientras llegan esos tiempos, póngale empeño al ejemplo que deja a sus hijos, que aunque muy ardua y a veces aburrida la tarea de hacer lo correcto, ustedes y yo sabemos que paga un buen precio en el corazón y la paz mental. Compre a sus hijos el maletín de doctor o la máquina de escribir que corresponde a estos tiempos, alimente sus sueños y sus esperanzas en ser gente de bien para que mañana el hambre de ser no les coma la conciencia.