Rabia, en término social, significa un profundo y casi incontenido sentimiento de repulsa a una determinada situación, o a la institucionalización del abuso de parte de un grupo político en el poder. Rabia es lo que han expresado diversos sectores sociales durante unos tres años, contra la estructura corrupción y abuso de poder por el grupo político/empresarial que gobierna el país. Las calles y los espacios que facilitan el contacto físico entre la gente, fueron los principales escenarios donde se expresó ese sentimiento. La cuarentena, provocada por el Covid-19, ha impedido que la gente interactúe en esos espacios que, con fines electorales e impúdicamente, sí ha utilizado el PLD/gobierno. La respuesta debe ser, volver a las calles y votar su contra el 5 de julio.

Es indiscutible que en la presente circunstancia de pandemia debe tenerse cuidado, pero tener conciencia que el PLD/gobierno tiene como estrategia, seguir ocupando los espacios donde el contacto físico potenció la condena a su régimen. Esos espacios fueron las calles transitadas por Marcha Verde, Plaza de la Bandera, los lugares de negocios, los super mercados, los medios de transportes, el caseroleo en los techos de los edificios y en las ventadas y puertas de casas y apartamentos. Es evidente que la pandemia ha limitado la acción de la oposición en el espacio, los resultados de esta limitación son de difícil medición, pero es innegable que en algunos países sí se ha podido medir su impacto negativo en determinadas mayorías políticas. En Italia, por ejemplo.

El espacio es lugar de las pluralidades, donde se construye y se potencia el nosotros. Es, la esfera de la proximidad física que posibilita la construcción de las identidades y “las subjetividades políticas”, nos dice Doreen Massey. A ese lugar hay que volver sin miedo, como aconsejan reputados infectólogos, aunque respetando determinadas medidas para evitar ser tocados por los efectos residuales de la pandemia. Volver con renovados bríos e innovadoras iniciativas, incrementando las denuncias y condenas contra ese régimen, para vencerlo en 5 de julio de manera contundente e inapelable.  Pero debe hacerse de manera coordinada, fundamentalmente unitaria, creando las condiciones para que vote la mayor cantidad de gente.

Gran parte del mundo retoma, sostenidamente, sus actividades habituales y aquí, a pesar de algunos actos de imprudencias, en general, la gente empieza a saber convivir con el Covid-19, y se espera que en el discurrir de este mes habrán mejorado significativamente las condiciones socio-sanitarias. Por naturaleza el ser humano es esencialmente físico, necesita parpar, oír, oler y ver; para potenciar la acción necesita espacios físicos, además de las modernas redes sociales. En ese contexto, recuperar los espacios públicos constituye un imperativo político para derrotar este régimen y, además, un compromiso ético/ moral colectivo y personal.

En lo que queda del mes, además de rastrear potenciales votos, debe retomarse la rabia social: salir a las calles, entrar a los negocios con mensajes de repulsa en gorras, camisetas; pegatinas en las ropas, vehículos, paredes, con señales de manos, con caseroleos programados y constantes, además de  mensajes en las redes, etc. para el 5 de julio darle la última estocada a este PLD/gobierno, cuyo jefe, en pleno tiempo de pandemia, invierte cientos de miles de millones de pesos del erario público en  su candidato presidencial. Un dinero que debía ser invertidos en salud, educación, viviendas y transporte y en la estructura productiva que necesita este país ahora, y de cara al futuro, para enfrentar la devastación económica que ha producido el Covid-19.

Nunca como ahora se le había presentado a los diversos sectores económicos, sociales y políticos del país, el dilema de escoger entre la ética de la responsabilidad y la ética de los principios en coyuntura especiales, y esta lo es en sumo grado. Nunca como ahora, se había presentado al país la imperiosa necesidad de asumir la responsabilidad ética/política de enfrentar una coyuntura electoral con amplias y cruciales alianzas para ponerle fin a un régimen que, para mantenerse, degrada hasta la náusea a vastos sectores sociales a través de dádivas y en su desenfrenada práctica de canonjías integra a diversos profesionales de varias ramas del conocimiento, que venden su talento a tan deleznable régimen político.

Finalmente, vivimos un momento especial de nuestra historia: el momento en que protestar y votar más que política, es una cuestión de dignidad.