Son muchas las investigaciones y estudios que, desde diversas ramas científicas y  del conocimiento se han realizados en todo el mundo para medir el impacto de la presente pandemia en las diferentes esferas de la vida social, económica y política. Pero,  falta la validación de muchas de las verdades que hasta ahora se han podido establecer, incrementando la incertidumbre sobre el presente y el futuro. En términos políticos, la pandemia puso freno, no fin, a las acciones de una pluralidad de actores que demandan inclusión social, de servicios fundamentales, la inserción laboral, al tiempo de condenar diversas actitudes y comportamiento de la clase política. No obstante, una vez pasada la pandemia, esas acciones volverán en todo el mundo.

Este flagelo, ha acentuado y puesto en evidencia la lucha descarnada entre los sectores más musculosos de capitalismo que han visto multiplicarse sus ganancias exponencialmente en las esferas de sus actividades productivas, extractivas y comerciales De esa manera, ponen de manifiesto la capacidad de recomposición y regeneración del capitalismo y de producir riqueza sin que con ello disminuya la pobreza de vastos sectores de la población, ni que sigan acentuándose las exclusiones y dificultades de sectores medios, libres profesionales y de egresados de los centros educativos, sobre todo de las universidades. A esa circunstancia, los sectores alternativos no han podido dar una respuesta teórica y práctica, tan consistente como viable.

Esta última situación era la misma que existía antes del Covi-19, pero no fue óbice para que se produjeran las más variadas formas de protestas, de condena a la clase política y la incapacidad de los regímenes de ponerle freno a la voracidad de los poderosos. Por consiguiente, es de esperarse una reactivación de las protestas porque la crisis sistémica y de civilización del mundo actual, lejos de atenuarse se ha profundizado, también la crisis de alternativa. En ese tenor, el caso particular de nuestro país, vivimos una coyuntura que, mirándola en la perspectiva del final de la pandemia, tanto sus dificultades como sus potencialidades no las hemos sabido calibrar  en su justa dimensión.

Son inaceptables la permanencia, preeminencia y la inagotable voracidad de determinados poderes que han mantenido a esta sociedad en los más ofensivos niveles de desigualdad y de oscurantismo, pero el enfrentamiento a esta circunstancia no puede descansar en la emotividad.  Aquí, como en otros países, la reactivación post pandemia  de las luchas por la democratización será inevitable, pero resultarían inconducentes si estas descansan sólo en un imperativo moral y no en una justa valoración política del estado de situación de las fuerzas alternativas, sobre cuales hombros descansarías las acciones contra esos poderes y hacia dónde estás nos conducirían. Habría que pensar sobre la experiencia y memoria histórica que podrían tener algunos nuevos actores.

El individualismo libertario de muchos de los participantes en las jornadas de lucha pre-pandemia jugó un significativo papel , y como todo sabemos, sólo de la acción con propósito colectivo, vale decir claramente política y con demandas de contenido clasista (sin pensar en una sola) se puede construir un proyecto  de cambio con posibilidades de ser sostenible. Tampoco podría ser viable si se intenta hacer contra los partidos y contra la política, una actitud bastante acentuada en el individualismo libertario, cuya raíz ideológica es fácilmente identificable en los sectores medios y en hasta en altos, relativamente desclasados por los efectos socialmente corrosivos de un sistema productivo que se reproduce acentuando la desigualdad, la pobreza, y la incertidumbre.

En tal sentido, ante la advertencia de tantos analistas políticos y de científicos sociales de diversas ramas del conocimiento, de que las demandas y protestas que durante la década pre-pandemia azotaron el mundo se producirán nuevamente, en peores condiciones, una vez se alcance una relativa normalidad, resulta imperativo plantearse si no se reproducirán los mismos errores que se cometieron en el discurrir del proceso de protestas. Me temo que si quienes eventualmente participen de ellas no se articulan en torno a ideas y propuestas sobre la sociedad que se quiere y no solamente sobre la que no se quiere, los resultados serían contrarios al fin deseado y buscado.

En diversos países, como resultado de los procesos de protestas muchos sectores que participaron de ellas asumieron responsabilidades en diversas esferas del poder: en los congresos, en instancias de los poderes locales y del gobierno central, los resultados van desde un relativo éxito en cuanto a la limitación de los efectos de incidencia de los poderosos en las políticas de los gobiernos, sin que falten los que simplemente se integraron al poder. Como país con un gobierno que surgió fundamentalmente del impulso del movimiento de protesta contra la anterior administración, de cara al futuro podríamos preguntarnos sí, pasada la pandemia, como dice la canción de  H. Greenfield y M. Jarre, de verdad “el mundo volverá a sonreír”. Falta la respuesta.