Hace un par de días José Manuel Frías Rodriguez, general activo del ejército tras cometer una falta de estacionamiento indebido desconsidera de palabra y humilla a los policías que, cumplen su deber y claramente tratan de no enfrentar al general ni enojarlo mientras este, en lugar de pedir excusas por la falta cometida exige pleitesía, saludo militar y reconocimiento de rango. Es un superior vestido de civil y en falta que se conduce con absoluto desprecio de su rango, de la institución, de la ley, del sentido común y de lo que este país espera de un oficial de alta graduación.
Flavio de Jesús Soto Jiménez, semanas atrás también general pero este retirado, hermano del ex Secretario de las Fuerzas Armadas se conduce de manera similar al caso anterior pero poco después comparece y pide excusas.
Sadoki Duarte Diputado del PRM agrede de una bofetada a un cabo de la policía llamada Disleidy Heredia Figueroa igualmente porque esta intentó cumplir con su deber. El PRM informa que pedirá su expulsión del partido y dice que envió el caso al “fiscal del partido” y muchos se preguntan por qué ese diputado no amaneció preso por violencia de género, irrespeto , agresión e insubordinación.
Hace pocas semanas José Antonio Pimentel Gómez (alias: Moreno Arias) Senador por Montecristi desautorizó, irrespetó y trató de pasarle por encima a un oficial de la policía en Castañuelas llamado Salvador Sánchez quien por no dejarse apabullar por el senador, se convirtió en noticia y fue ascendido a teniente.
Es verdad que muchos policías y militares son corruptos, los hay abusadores también y sicarios pero no es menos cierto que en este país, cualquier, civil o militar que se crea con algo de poder se siente empoderado para maltratar un policía o funcionario subalterno amparándose en el rango, el poder o la riqueza.
De boca, todos queremos ley y orden siempre y cuando se le aplique a otros y, así como los pobres, tras cometer un delito, se dan a la fuga y se refugian entre motoconchistas, buhoneros, vagos y venduteros que defienden su inocencia “frente al abuso policial”, así mismo, los que no son pobres sacan tarjetas, apelan al rango, al status, al nombre y al odioso e intimidatorio ¿USTED SABE QUIEN SOY YO CARAJO?
Todos queremos que las leyes las cumplan los otros igual a los empresarios que reclaman libre competencia en todos los renglones de negocios menos aquellos en los cuales operan los suyos propios.
Todos nos creemos muy listos burlando la ley y evadiendo sanciones y castigos y ha llegado a ser elemento de prestigio lograrlo porque en una sociedad donde la corrupción del poder legitima la trampa ciudadana se vive de las complicidades no del deber ciudadano. Por eso el daño de políticos y partidos al sistema democrático, amplificado en los periodos peledeistas, por eso tan grande es el peligro ahora porque los tiempos, los ritmos y las tolerancias han cambiado pero los que acuden a estas prácticas no se han percatado.
El presidente Abinader hizo muy bien ascendiendo al teniente que no se dejó intimidar por un senador. La supervivencia del cuerpo social y de la nación misma están en juego; de una sociedad insubordinada como la nuestra nadie puede esperar ley ni orden y resulta que, como consignaba Huntington, la ley y el orden son los primeros requisitos de la civilización.
Aunque sean brutos, torpes o corruptos a la policía hay que respetarla pero ante el pasado de abusos y atropellos cometidos por sus miembros se hace difícil. Fomentar la desautorización es un doble crimen y el mas estúpido de los desempeños. Y justamente los policías que se meten en líos por querer hacer cumplir la ley o un reglamento ante algún poderoso son los policías que mas fervientemente deberíamos proteger, porque ellos se atrevieron a actuar a diferencia de los otros que simplemente lo dejan pasar todo o se ceban sobre los infelices que no tienen reclamo.
Cuando se acostumbran al picoteo, los policías y cualquier otra autoridad se despoja de autoridad y nadie los respeta. Eso ha pasado con nosotros por mucho tiempo y siempre alienta a estos tipos en el trato vejatorio que infligen a los policías que han intentado corregirlos o sancionarlos. Para agravarlo todo, la prensa canalla del país suele hacerse abanderada del discurso de los violadores no así del accionar de los subalternos.