¿Cuántas veces tu madre te mandó a buscar algo donde fulano? El qué no importa: podía ser hielo, café, azúcar, un calmante. Tú ibas y venías. De lo más normal. Se parte de la errónea idea de que, si mandas a la Caperucita a casa de su abuela, que está solo a un bosque de distancia, irá y volverá de lo más bien. Pero resulta que no: que la Caperucita se encuentra con el lobo. Y el lobo se la come.

“El panadero” se comió a Liz. Se comió a Liz y a toda su familia. Y se comió a toda una sociedad consternada por un crimen monstruoso. Y hay más casos para recordar. En enero de este año, Yanesy Rodríguez de cuatro añitos fue violada y asesinada en Las Charcas de Santiago (R. D.). Los responsables eran del barrio. En México, este mismo 2020, Fátima de siete años, desapareció de su escuela. En un artículo de la BBC se afirma que la niña sufrió “abuso sexual y golpes antes de morir”.

Y podemos seguir: en España, en 2009, un joven mocano desempleado fue acogido por la familia, también dominicana, de la niña María Mercedes Alejo Saviñón de doce años. La asesinó en su propia casa el 25 de julio de ese año. Un año antes, en La Puya (R. D.) la niña de diez años, Jéssica Castillo Urbáez, fue secuestrada y descuartizada. A estas niñas las secuestraron, violaron sexualmente y asesinaron. Quienes lo hicieron, eran personas conocidas o de confianza. Eran monstruos del barrio o de la misma casa.

En un documento con datos de 2004 publicado por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del Perú encontré que 1 de cada 10 estudiantes de primaria sufrieron abuso sexual. Y cito: “El 62% refirió ser afectado o afectada por gestos y miradas obscenas, el 40% por tocamientos o besos incómodos, el 28% manifestó que el abuso consistía en la obligación de realizar tocamientos a alguna persona, y un 7 %, en relaciones sexuales forzadas (violación)”.  Y de la misma fuente: “Como personas agresoras se señalan a: tíos, primos, padre, compañero de colegio, profesor o profesora, vecino, desconocido y empleador”.

En el año 2017 el Ministerio Público editó la “Guía para la atención de niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia en República Dominicana”. En este documento se nos indica que a nivel global: "una de cada cinco mujeres o de cada 13 hombres aseguran haber padecido abusos sexuales en la infancia. Se calcula que anualmente mueren por homicidio alrededor de 41,000 menores de 15 años. (UNICEF, 2006)”.

Para lo único que sirven estas estadísticas y las devastadoras historias de estas víctimas de los monstruos del mundo real, es para que constatemos -una vez más- que un niño o una niña es un ser extremadamente vulnerable, que no puede dejarse sin la supervisión estricta de quienes están a cargo de cuidarles. Que no se pueden mandar a casa de nadie solos. Que aún en nuestra propia casa hemos de tener cuarenta ojos para mantenerles a salvo de los lobos con los que convivimos. Pero no solo eso: como a veces quien está a cargo de cuidarles, es quien abusa, entonces invito al Estado dominicano a que, desde todos los ministerios e instancias, active de forma urgente nuevos programas de prevención y detección temprana en los entornos escolares y familiares.

Este súper programa de detección de abuso sexual se puede conducir desde todas las instancias posibles. Las empresas privadas y organismos públicos pueden (y deben) realizar periódicamente actividades con los hijos e hijas de las empleadas. Actividades culturales, de reforzamiento educativo, deportivas, etc. Porque es una irresponsabilidad que miremos para otro lado. No permitamos más Liz, María Mercedes, Fátima, Yanesy o Jéssica muertas.

Trabajo en programas socioeducativos con público infantil. Y sé que es posible y necesario implementar más programas de prevención al que tengan acceso las madres, los padres y familiares. Diseñemos también audiovisuales de prevención para que los canales los pasen como parte de su responsabilidad social. Y los pasemos por las redes sociales. No digamos que el Covid 19 complica estos programas porque los monstruos acechan siempre y están en todas partes. Liz dice que se necesitan ahora. ¡Hay que hacerlo ya!

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