La apertura de las clases presenciales y semipresenciales es objeto de discusión en diferentes países afectados por la pandemia COVID-19. El meollo de la discusión en la República Dominicana es la pertinencia o no de la apertura de las clases. En la semana que acaba de pasar, el Consejo Nacional de Educación, CNE, aprobó la apertura gradual de las clases presenciales. Este Consejo indica que la apertura se hará siguiendo las orientaciones del Ministerio de Salud Pública. El Consejo Nacional de Educación ha planteado, incluso, la posibilidad de que padres y madres decidan si envían o no sus hijos a las clases. Ha informado que está enfocado hacia una presencialidad segura y que contará con los requerimientos necesarios para que sea así. Diversos sectores de la sociedad civil saludan la decisión del CNE. Otros grupos, incluyendo padres y madres, tienen dudas de que se garanticen las condiciones necesarias para evitar el incremento de contagios y letalidad. Es natural que la mayoría de la población esté planteando la necesidad de la apertura de las clases, pues dentro de pocos días la pandemia cumplirá un año en el país. En este período, la situación de los hogares se ha visto desbordada por los cambios que se han producido en su interior.
Los factores que impulsan el paso hacia la presencialidad única o a la híbrida en la escuela son diversos: de una parte, la poca calidad y efectividad que se aprecia en las clases virtuales, por televisión y radio; de otra parte, el problema económico y educativo que se genera en el sector privado y que inquieta al empresariado. Otro factor es la identificación acrítica con la presencialidad de ayer, que se considera mejor y más eficaz. No se percibe interés en profundizar sobre las aportaciones de la educación virtual y de los medios de comunicación priorizados. Tampoco interesa dedicarle tiempo a la formación y a la pedagogía propia de la educación que requiere el trabajo educativo a través de estos medios. Cualquier tipo de educación que carezca de un docente cualificado, con vocación educativa consistente y apropiación reflexiva y contextualizada del currículo, será deficiente. Esta realidad se puede dar en la virtualidad y en la presencialidad. Por lo anteriormente expresado, la preocupación ha de ir más allá de los medios que se utilizan. Ha de entrar al fondo de las razones que mantienen la educación dominicana estancada estructuralmente.
Pero no se puede paralizar el curso de la educación; y, por ello, el Consejo Nacional de Educación publicará el calendario y el cronograma para la vuelta a las clases. Importa que estos dos recursos estén acompañados de una descripción de las condiciones en las que se va a realizar la apertura. Es necesario, también, que no se realicen anuncios generales y se sitúen las condiciones por regiones geográficas. Es muy fácil ubicar el trabajo que se va a realizar en las grandes ciudades; es más difícil plantear la verdad con respecto a centros educativos que están en zonas de difícil acceso y con suma precariedad. No nos vamos a cansar de solicitar que se clausure todo discurso sobre lo que se va a realizar con los centros afectados. Lo que se necesita es que le busquen solución ya al problema de los baños, del agua y de edificaciones con daños estructurales que constituyen un peligro. El Ministerio de Educación de la República Dominicana ha de ponerle atención a las condiciones de los centros educativos y de los actores.
Saludamos la vacunación del personal docente, técnico y administrativo. Es una acción muy importante vinculada a las condiciones necesarias para la apertura de las clases. Apoyamos la apertura que garantice condiciones dignas para todos y que fortalezca la igualdad en la educación; una apertura de las clases que vaya acompañada de la verdad. Es importante ofrecer y plantear lo que realmente es posible hacer. Es necesario superar los anuncios publicitarios que encantan y emocionan; y luego, cuando se aterriza, las carencias aparecen multiplicadas. Esperamos que las mesas de trabajo que se están organizando desde espacios educativos de la sociedad aporten luces para que la apertura de las clases constituya un proceso de calidad, justo y dignificante. De manera especial, interesa que sea un proceso marcado sustantivamente por la verdad. Lo que se diga, se proponga y se ofrezca, ha de ser verdadero. La fantasía es un componente importante de la creatividad, pero cuando se subraya más de la cuenta, la verdad se ve afectada. En educación, es necesario que la verdad sea asumida como principio y como valor que vertebre lo que decimos y hacemos.