Estoy casi seguro de que a los episcopados del resto de los países que celebran la alegría no se les ocurre, como al de este “Estado” (virtualmente medieval en pleno Siglo XXI), criticar que nuestros carnavales populares se celebren en febrero, porque sea Cuaresma o porque se conmemore alguna fecha cristiana. ¡Cuánta ridiculez! (Más aún si estamos convencidos de que, de Cristo venir a nos en estos tiempos, como se nos ha prometido desde que se inmoló por la bondad humana, en vez de irse a ayunar al desierto, estaría repartiendo vejigazos contra impunes y corruptos y burlándose de toda hipocresía religiosa).