El país vive la más aguda crisis política de los últimos 25 años debido a la, hasta ahora “inexplicable”, suspensión de las elecciones municipales pautadas para el 16 de febrero de este año, que algunos consideran como una “crisis inducida” por “responsables anónimos” que gozan de impunidad perversa.
Esta situación genera mucha incertidumbre y serios cuestionamientos a la democracia dominicana porque contamina las cercanas elecciones municipales reprogramadas para el 15 de este mes, como las elecciones presidenciales y congresuales a celebrarse en el mes de mayo de este mismo año debido principalmente a la incapacidad de la Junta Central Electoral que tiene la responsabilidad de asegurar la transparencia de las mismas.
En el marco de la presente crisis política, que se traduce en una crisis que amenaza la democracia dominicana, algunas instituciones nacionales han procurado generar un diálogo político que haga posible arribar a una solución adecuada del peligroso trauma electoral. Estos esfuerzos vienen siendo encabezados por el Consejo Nacional de Empresas Privadas, CONEP, y el Consejo Económico y Social, CES.
Conviene tener presente que las crisis son situaciones complejas que no pueden ser afrontadas con medidas simplistas. Al contrario, requieren de un “diseño inteligente” de las fórmulas utilizadas para la administración y solución de las mismas y un “guión” necesariamente democrático, inclusivo y abierto, caracterizado por una institucionalidad sana e imparcialidad capaz de generar confianza y esperanza política.
Esto no se puede lograr si no comprende lo que es una crisis. Tal como expresa Zigmunt Bauman en su libro “Estado de crisis”, la palabra griega crisis (κρίσις) significa “sentencia”. “resultado de un juicio”, “punto de inflexión”, “elección”, “decisión” pero también “disputa” o “querella” y patrón, acepción de la que se deriva criterio (“medio para formar un juicio”), pero también “capacidad de discernir” y crítico (“apto para juzgar”). Consideramos que la precisión conceptual no sobra, sino que permite ver la crisis política de aquí en su justa dimensión. Las fallas de conceptualización pueden producir enormes errores del análisis.
La solución de la crisis política nacional no puede dejarse llevar por protagonismos particulares de partidos o instituciones participantes inspiradas en el “presidencialismo” de las instituciones patrocinadoras del diálogo y el afán de apropiarse los méritos de un trabajo de muchos.
Tampoco puede ser afrontada con “recetas secretas”, poco sincerizadas y preconcebidas que se llevan debajo del brazo. Ningún sector ni ningún grupo tiene la potestad exclusiva para apropiarse la solución de esta crisis “pública” y social que sobrepasa lo meramente “electoral”, siendo que la participación electoral es sólo un mecanismo en el que se expresa la participación política. ¡Ellos no son los dueños de la “fiesta”!
En la presente crisis política que afecta al país, independientemente de que sea intencional o no, lamentablemente tanto la participación del Consejo Nacional de Empresas Privadas, CONEP, como del Consejo Económico y Social, CES, tienen visos de un comportamiento excluyente que reduce el impacto de una participación que puede resultar altamente valiosa y hacer grandes aportes para resolver la peligrosa crisis que amenaza el presente y el futuro de la democracia dominicana. Más que una reunión privada, el diálogo debe ser más bien una “asamblea popular”.
La iniciativa del CONEP y del CES no debe reducirse a un diálogo de cúpulas políticas o de “notables” sino que debe convertirse en un “auténtico diálogo abierto” y democrático que va más allá de un simple debate “cerrado” entre partidos políticos caracterizados por su escasa capacidad dialógica y de concertación.
La salud de la democracia dominicana no puede dejarse solamente en manos de los políticos ni del gobierno. La política y la democracia son mucho más de lo que dicen y hacen los políticos, el gobierno y los partidos políticos, que cada vez representan menos a los ciudadanos y que tienen sus propias crisis institucionales.
La crisis política que vive el país en estos momentos no se puede resolver con métodos poco democráticos. En este sentido, la exclusión de los jóvenes que protagonizaron las protestas sociales para demandar una investigación confiable de las frustradas elecciones luce como un gesto poco democrático por parte de los promotores del diálogo. El hecho de limitar su participación al estatus de “observadores” sin voz ni voto, los convierte en “actores silenciados” en un diálogo que debe estar abierto a todos. Igual de imperdonable es la exclusión de algunos partidos políticos. ¡Todavía hay tiempo para subsanar este entuerto!
Pese a esto, no se debe satanizar la participación del Consejo Nacional de la Empresa Privada, CONEP, y del Consejo Económico y Social, CES, sino todo lo contrario. Ellos tampoco pueden ser excluidos. Su participación es legítima y pertinente. Su esfuerzo es altamente valioso y bien pudiera tener un mayor impacto y una mayor efectividad en la medida que incorporen la participación activa y responsable de todos los sectores y movimientos sociales, incluyendo necesariamente los del interior del país, siendo esta una tarea pendiente.
De poco habrá servido la diligencia del CONEP y del CES en esta crisis si no logran una integridad y honestidad electoral hacia dentro y hacia afuera que se consideran como el postulado ético, dirigido al proceso electoral en su totalidad, a los organismos e individuos involucrados en él, para comportarse de forma íntegra, transparente y honesta, conforme a los valores y las normas que sustentan elecciones democráticas, y para proteger, en su caso, la honestidad del proceso electoral por encima de aquellos que perversamente lo ponen en peligro y se esconden.
El CONEP y el CES están allí para eso. Si lo logran, que Dios y el Pueblo se lo tomen en cuenta. Si no lo logran, que Dios y el pueblo tengan clemencia de ellos. El juicio de la historia será muy severo . ¡Que lo sepan!