“Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos, sino que son incapaces, en general”. (Zygmunt Bauman).
La pobre ideología de la reelección lo que ha traído consigo es la incertidumbre y el boceto de la crisis, allí donde no exhiben un proyecto con una verdadera visión de futuro. Han centrado su oralidad y relato en el poder y la mudez. En el escenario cierto que después de 7 años, la crisis de confianza y con ello, la anomia social-institucional, se ha acrecentado.
Noticias y respuestas de los funcionarios lejos de calmar y alejar la ansiedad, la angustia, las acumulan y atesoran. El sentido del humor y de la ironía se expresan en este noble pueblo, pero, al mismo tiempo, se anida ese deseo de hacer algo por cambiar el estado de cosas. La anomia es definida por Anthony Giddens como “Sensación de intensa ansiedad y temor que genera la experiencia de la ausencia de normas sociales eficaces que suele producirse durante periodos de rápido cambio social”.
La anomia era para Emilio Durkheim esa falta de rumbo, de miedo y desesperación, como nos encontramos los dominicanos con la crisis de seguridad pública y la fuerte carencia, ausencia de institucionalidad. Hay, si se puede decir, un estropicio de crisis de confianza. La devaluación de la legitimidad se ahonda, creando un torbellino de olas gigantescas que nos cierran la posibilidad de respirar.
La inmensa arritmia histórica que cargamos y colgamos como sociedad hacen que fenómenos sociales que irrumpieron en el mundo como parte de la era de la Modernidad, hoy sean parte de las discusiones. Es el colofón de la crisis de la sociedad dominicana, de la anomia social. Verbigracia: Que las iglesias estén discutiendo la problemática de genero y la lectura de la Biblia en el Siglo XXI, en la sociedad del Conocimiento y de la Información, es una verdadera perplejidad; es y significa el desconocimiento de los valores de la democracia y la no comprensión de la diversidad y la tolerancia, como ejes articuladores de una nueva forma de cohesión social y de cohabitación.
Existe una anomia social cuando las normas tradicionales, normas morales bosquejadas para una sociedad del Siglo XIX y principio del XX, ya no están presentes y pretenden imponer a toda la sociedad y el Estado, su ideología, sus estándares imbricados en la religión. La anomia social se cuela como consecuencia de dos visiones de sociedades que corren por caminos diferentes. ¡Rupturas, descomposición o internalización de nuevas normas, nuevos horizontes de alcanzar una nueva sociedad! No la que ya no existe. ¡Por Dios, la virginidad no es un valor! La familia alcanza una nueva definición.
La anomia es el desencuentro que se sintetiza en cómo no tenemos claro el comportamiento frente a la dinámica de la vida social, la desorientación, la ansiedad y la angustia que nos ocasiona la tormenta de la vida cotidiana, frente a unos actores políticos que no coadyuvan con el bienestar de la gente, con su calidad de vida, con los niveles de vida, para neutralizar la pobreza, que es “ la condición en la que no se tiene acceso a aquellas cosas que son consideradas básicas o normales en una sociedad”. La anomia, en tanto expresión de un “estado de anormalidades o desarraigo resultante de la incompatibilidad que hay entre las expectativas culturales y las realidades sociales”. Robert Merton ampliaría a Emilio Durkheim al poder vincular empíricamente el delito y la desviación como dinámica en sí misma de la desviación, visto en el plan institucional, cultural, familiar y de ruptura con el statu quo.
Los funcionarios son extremadamente complacientes con lo que hacen, negando la realidad, con mentiras, medias verdades, manipulación, desinformación, en fin, con el fake news y la postverdad, que de hacerlo tan sistemático han penetrado todos los poros de la falta de confianza. Recientemente el Ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, señaló que nuestro país es muy seguro y citó a Insight Crime. Dicha organización con cifras que ofrecen los mismos países, Estados, dijo que para el 2018 la Tasa de homicidios de 21 países de América Latina y el Caribe era así:
En ese mismo Informe de Insight Crime, para Republica Dominicana resalta la problemática de la Seguridad Pública. Gustavo Montalvo debe saber que la Tasa de homicidios tiene que ver con una esfera de la criminalidad y la delincuencia más referido a la violencia y con ella al grado de organización y fortaleza del crimen organizado. Inseguridad pública y violencia son dos gangrenas de la descomposición, sin embargo, no son iguales.
La dimensión social de la Seguridad Pública, más allá de la violencia, es la Tasa de Victimización que crece cada día y es lo que ha generado la paranoia social en que hoy nos encontramos. La Tasa de Victimización está escalando cada día. Según el Informe de Calidad Democrática del PNUD, para el 2010 era de 16.6%; para el 2012 de 19.1; para el 2014 de 23.4%; y, para el 2016 de 26.2%. Latinobarómetro de agosto del 2018 la ubicaría en 33. En Orden y Seguridad, el referido Informe, nos dice que estamos por debajo del promedio mundial (0.7) y ligeramente por debajo del promedio de América Latina y el Caribe. Nosotros alcanzamos 0.6.
Convergen la sociedad de las redes y la sociedad del riesgo, van en líneas paralelas, empero, en una sociedad con tantas carencias, de una profunda deuda social, exclusión y marginalidad, ambas se entrecruzan y se solapan, se superponen y a menudo se soliviantan. Es, en medio de esa modorra y tensión social que nos encontramos con David Ortiz Arias, a quien admiramos y que por la crisis de confianza en las instituciones no logramos internalizar lo dicho por la Procuraduría, alrededor de aquel desgraciado atentado. Verdad o no, hay más preguntas que respuestas.
¡Duele la construcción de una “novela” frente a este fatídico suceso. De un ser humano a quien la sociedad toda quiere, aprecia y valora. La respuesta no es más que la otredad de la crisis de las instituciones, de la anomia social-institucional que desde hace mucho tiempo escala en todos los poderes, dilatación de la descomposición que como riada acaudalada eclosiona!