La novela, escrita por Dostoievski en los años 1865-1866, marcó el florecimiento de su energía creativa.
A pesar de una nueva profundidad de pensamiento y el poderío trágico de los personajes de sus libros anteriores, por ejemplo, Memorias de la casa muerta y Memorias del subsuelo, la historia de Raskólnikov permanece en la categoría de las creaciones de mayor rango del escritor.
Esta obra es la primera donde logra expresarse de manera amplia, libre y plenamente, al mostrar en su diseño toda la dolorosa experiencia vivida durante los años de penumbra en Siberia, en que permanece sumido en la percepción de su ser-nada, pero conserva, en cierto modo, la primitiva frescura de las destacadas creaciones iniciales, tales como, Pobre gente (1846), El doble (1846), La patrona (1847) y Noches blancas (1848).
Uno percibe que su genio se liberó, después de mucho tiempo de existir reprimido y asfixiado por las circunstancias, a su regreso del exilio siberiano.
Finalmente abre las alas de su inventiva en toda su gigantesca extensión, al flotar libre, en las alturas predestinadas para él. Hay en esta obra un sentimiento pleno de audacia juvenil, ferviente entusiasmo y presurosa plenitud.
Crimen y castigo fija sólidamente su forma característica de concebir la estructura del relato, que adquiere la maestría avanzando en las siguientes obras maestras y se modifica según el tema que afronta y la personalidad y las circunstancias en que se desarrolla cada obra.
Esta novela puede considerarse el molde genealógico del cual van a emerger las siguientes que se despliegan hasta su muerte en 1881.
La creatividad ya no se repite con la misma pureza y efervescencia que en la presente obra. En las novelas posteriores, a pesar del talento, la experiencia y el desarrollo de la inventiva, se siente, no pocas veces, cierto grado de extenuación en la tonalidad de la inspiración, que ya no es constante, ni se revelan con tan ricos y deslumbrantes acontecimientos, personajes, sensibilidades marcadas por una multiplicidad de episodios, situaciones, perspectivas, formas de pensar y de argumentar. En las obras siguientes, grandiosas en la concepción y en la profundización dramática, no encontramos la tensión vibrante del drama de Raskólnikov con toda la inmensidad que revela.
Esta es su primera novela filosófica, y al mismo tiempo es una típica novela psicológica –quizás sería mejor calificarla como psicopatológica, con acentuadas huellas de una novela policíaca y de una novela negra de carácter gótico, es decir, deudora del carácter aventurero y lúgubre, que alcanza en la gran novelística inglesa y francesa. El autor gustó, en su juventud, de semejante género literario.
Mas, ante todo, al igual que su primera obra, es una novela social, que se sitúa en el centro de los acontecimientos y la dialéctica de los infortunados temas que dominan el momento político y social al revelar la tensión que produce el combate de las ideas y las fuerzas históricas.
Si el autor dio a su primera novela social corta, de 1846, Pobre gente, estructurada según la forma tradicional de un intercambio de correspondencia, su primera gran novela social de 1865 la edifica siguiendo la forma compleja y original de un problemático monólogo interior del protagonista, intercalado con diálogos filosóficos, relatos y episodios que delatan la vida cotidiana de la época en el contexto de una trama psicopolicial.
El diálogo plural que la constituye se explaya desde un autoanálisis en profundidad de Raskólnikov, sus discusiones con el juez instructor Porfiri, las figuras degeneradas de Svidrigajlov, Luzhín y la joven prostituta Sonja, en medio de la escaramuza ininterrumpida del asesino con policías y jueces: tal es la urdimbre que marca, perfila y se despliega en la novela.
El excelente arte del novelista se manifiesta en el entretejido orgánico que asume como base ideológica y hermenéutica de los temas más candentes de las publicaciones de la época, que
transforman una historia de detectives, especulativa, ideológicamente fría, en una grandiosa épica social y un análisis del ideario en que se sustenta, enfocado desde sus grandes dotes de ensayista y analítico de la características de su tiempo.
La obra actúa como la novela de una gran ciudad del siglo XIX que expone, ampliamente desarrollada, la vida de esta en trance de transformarse, a través del comienzo de un proceso incipiente de modernización y transformación en sentido capitalista, bajo el carácter de múltiples conflictos y dramas.
La vida se desarrolla constituida por tabernas, burdeles, sórdidos hoteles, comisarías, ratoneras para estudiantes, dependencias de usureros, calles y callejones; patios traseros, mercados, ricos palacios dotados de floridos jardines y paseos arbolados de ensueño, sobrias y señoriales plazas, amplias y lujosas avenidas, consergerías, derruidos almacenes, el puerto de carga y descarga de las mercancias que produce y recibe la urbe para el despliegue de la vida, y finalmente la amplia zona industrial en construcción.
Además, como ciudad acuática está marcada de manera indeleble por el curso del rio Neva, los múltiples canales, puentes, zanjas y pantanos, todo esto parece servir a dar a luz a los propósitos de Raskólnikov y marca como escenario las etapas de su compleja lucha interior.
Dostoievski conduce las ideas abstractas a las formas concretas de su épica composición. El regalo figurativo de este inimitable generador de visiones urbanas da una claridad impresionante a la lucha desplegada por él, y comunica a su prosa esa eficacia tangible que en el lector despierta un sentimiento de plenitud vital y autenticidad irresistible.
La novelística universal no sabe de una obra que con tanta fuerza e sutileza ha cumplido la misión superior del novelista: encarnar una idea para él grande en figuras únicas y disponerlas a vivir intensamente como portadoras imaginarias de una fundamental idea filosófica.
No encontró su autor el principio formativo de este relato de un crimen repentinamente. Probó tres formas básicas: 1) Ich-Erzählung, que es la historia en primera persona; 2) la narración habitual del autor 3) la posibilidad de una forma compuesta
La primera: la Ich-Erzählung a su vez presuponía dos variantes: el recuerdo de un crimen lejano (ocho años anterior) o la confesión, en el momento del juicio penal. Esta última forma atraída en particular a Dostoievski y durante mucho tiempo predominó en su esbozo.
Este esquema quizás le fue sugerido por Le dernier jour d’un condamné, El último día de un condenado, de Víctor Hugo, obra que le era congenial. En el prefacio de La mansa, califica este texto como: la obra maestra de Víctor Hugo.
El carácter de los personajes se expresa no solo en su apariencia exterior. Dostoievski también traduce sutilmente cada personalidad en su peculiar discurso. Se habla del estilo curial de Lužin, del irónico descuido de Svidrigajlov y de la exaltada hiperbolicidad de Razumijin.
Tampoco es difícil captar el sarcástico sentido práctico del juez Porfiri o la cortesía elaborada del discurso burocrático de Marmeladov, adornado abundantemente con eslavismos eclesiales para pintar con más fuerza la impactante historia de su caída y tormento.
Si no es el léxico en sí, al menos es el gesto léxico, la entonación y vocabulario fundamental de los personajes que se representan en la novela con imborrable originalidad.
Sabemos, desde los primeros esbozos de Crimen y castigo, que Dostoievski se planteaba una enorme tarea: Profundizar, en esta novela, todos los problemas.
Una tarea que puede parecer insoluble, especialmente si tomamos en consideración la economía compositiva del libro. Mucho más asombroso es que el novelista haya cumplido plenamente con la tarea propuesta.
En el fondo, todos los problemas son tratados, desenterrados, abiertos, diseccionados con extraordinaria agudeza; tanto los que han agitado la mente humana de todas las épocas, como aquellos que atrajeron la atención de sus contemporáneos, de mediados de los años sesentas. [F. D., Lettere sulla creatività, cfr. pp. 59-69, passim. Trad. Gianlorenzo Pacini, 2005, Feltrinelli, Milano].
Con la generosidad y el entusiasmo universal de una Comédie humaine Dostoievski, en el contexto de una sola novela, desarrolló un montón de personajes humanos y mostró a toda una sociedad de arriba abajo con sus funcionarios, propietarios, estudiantes, usureros, abogados, jueces, médicos, burgueses, artesanos, sacerdotes, tabernas, proxenetas, policías y presos. Todo un mundo de figuras representativas de clases y profesiones, legítimamente incluidos en la historia de un asesinato ideológico con una justificación abstracta.
La amplitud de la respiración también se manifiesta en el ambiente luminoso de los temas fundamentales del autor, que parecen ir más allá de los límites de un obra decidida a dominar toda la actividad creativa del novelista.
Y finalmente, los prolegómenos inmediatos, casi la introducción artística de Crimen y castigo son las Memorias del subsuelo, escritas poco antes de la novela que nos ocupa, en 1864.
Esta última causó una fuerte impresión en Apollon Grigoryev (1), quien fue escritor amigo, quien reconoció que el artista había encontrado su propio camino con ese trabajo: Entonces debes escribir, este era el precepto de su crítica al fallecer en septiembre de 1864.
Dostoievski siguió su consejo. Crimen y castigo es el testimonio de la elaboración profunda de los recuerdos subterrâneos de una existencia azarosa hasta ese momento.
- (1)Apollon Grigoriev: https://es.wikipedia.org/wiki/Apollon_Grigoriev