COTORRA

“La situación no admite COTORRA alguna. . .”

Se presume que la frase de la cita puede producir desazón en la mente de algunos lectores, especialmente si estos no están habituados a practicar el español dominicano. Esta cotorra en este sitio no tiene explicación posible a la luz del español internacional. Más abajo se disiparán estas dudas mediante la explicación del significado de esta “cotorra” en el habla de los dominicanos.

Para el común de dominicanos la cotorra o perico es el animal capaz de hablar, o de aprender a hablar. De allí es de donde, con un poco de exageración, se use para destacar que una persona habla mucho, por eso se dice que habla como una cotorra, o es una cotorra.

Como casi siempre ocurre en las lenguas, especialmente en español, la mujer lleva la peor parte; es decir, que cuando una mujer es una cotorra no solamente puede referirse a su locuacidad, sino a su aspecto, “mujer vieja y fea”. Diccionario del español dominicano (2013:220).

En dependencia de los países, cotorra puede ser “persona habladora”, mujer soltera, pasando por “conversación larga y fastidiosa” en Venezuela para terminar significando “vulva, mentira, pene”.

En tanto sustantivo cotorra se entiende entre otras significaciones por “palabrería para convencer a alguien”. De esta específica acepción se desprende la locución adverbial “a cotorra”, para significar “con palabrería, hablando mucho”. La otra locución del mismo tipo es “dar cotorra” que transmite la idea de “convencer con palabrería”.

En dependencia de los países, cotorra puede ser “persona habladora”, mujer soltera, pasando por “conversación larga y fastidiosa” en Venezuela para terminar significando “vulva, mentira, pene”. Es una verdadera pena que el hablante haya llevado el nombre del pobre animal a estos extremos tan alejados de su naturaleza.

Como puede comprobarse mediante la lectura de lo expuesto más arriba, en muchos países interpretarán derecho el mensaje de la cita. La interpretación de la cita es, “La situación no admite palabrerías, conversación para convencer, pues se considerará fastidiosa”.

CALIPSO

“. . . aquel que recogió los CALISOS y las chancletas ahogadas . . .”

Esta voz, que se ha recogido con la grafía calipso en los diccionarios produce intriga en el espíritu de los curiosos acerca del idioma. La mayoría de los hablantes de varias lenguas entienden lo que es un calypso, voz extraña al español, que no mantiene relación alguna con lo que representa el calipso dominicano. Este mondongo se desenredará en el curso de esta exposición.

El calipso dominicano, así, con esa entremetida letra pe /p/ en su interior es una sandalia, una “Chancla, zapatilla abierta de plástico con unas tiritas que se colocan entre los dedos”. Ese es el calipso que consigna el Diccionario del español dominicano (2013:133). Esta chancla es una chancleta sin talón, de material blando y ligero.

La única explicación posible es la coincidencia entre el auge de la popularidad del ritmo y el de las descritas sandalias o chancletas.

El calipso que recuerda este curioso del español, que escribe esto, era o es una chancleta que solo llevaba una parte sujetadora de la parte delantera de la suela, que pasaba entre el dedo gordo del pie y el próximo a este, que se dividía en dos tiras más que pasaban a cada lado del pie por encima del empeine, para engarzar por encima del pie a ambos lados y sujetar la suela. Este calipso era fabricado con material sintético blando.

Vale la pena que uno se pregunte cómo el nombre de un ritmo musical termina haciendo de nombre de una sandalia. La única explicación posible es la coincidencia entre el auge de la popularidad del ritmo y el de las descritas sandalias o chancletas. Esta explicación se ofrece ante la realidad de que no hay otra mejor. Además, se puede añadir que se fue testigo de ambos fenómenos, el de la música y el de la aparición del calzado abierto sin talón.

Con alguna relación o sin ella entre el nombre y el objeto, el nombre es un hecho concreto que no admite negación. Este es un ejemplo de cómo el uso puede imponer un nombre por encima de la razón y lograr que este perdure en la memoria de los hablantes.

ANDANADA – HONDANADA

“. . . que le ha caído a la autora de la . . . con una HONDANADA de críticas . . ."

Los errores al redactar pueden ser de todas clases y colores. Unos son menores y otros mayores. La suerte para los redactores descuidados es que la inteligencia humana tiende a enmendar las faltas, omisiones y errores. Pero no es justo colocar el fardo de la comprensión del mensaje exclusivamente sobre los hombros de los lectores. El emisor y el receptor tiene cada uno su cuota de responsabilidad para hacer comprensible la comunicación.

En el registro coloquial esa corporación entiende que vale para expresar, “Reprensión, reconvención agria y severa”

El redactor de esta perla fue quien cayó en la hondonada, que es la parte del terreno que está más honda que la que la rodea, como expresa el Gran diccionario de la lengua española.

Para enmendar el texto se propone sustituir el desacierto por la palabra “andanada” que se entiende que de acuerdo con lo que se halla en el diccionario antes mencionado, en este caso puede tomarse en tanto, “fila o capa de cosas colocadas en serie”. La Real Academia de la Lengua expone acepciones que se avienen mejor al propósito de esta enmienda, pues de ellas pueden extraerse palabras esclarecedoras, “Aluvión de palabras o gritos de reprobación”. En el registro coloquial esa corporación entiende que vale para expresar, “Reprensión, reconvención agria y severa”.

Aquí se puede exhibir benignidad y expresar que el error no vale una andanada de censura y desaprobación, aunque sí de amonestación.