Un conocido mío se fue a deambular al trópico. Al Caribe exactamente. A calentar su temperamento escarchado y broncear su tez pálida e invernal. A ver las palmas y comer frutas. Frutas auténticas y no estas vendidas en los contenedores de plástico. Puede resultar a veces sorprendente que las frutas no se manufacturan en una gran línea plástica de producción. Viajar a las tierras ajenas nos enseña cosas.
Entonces, como todos los demás turistas, este conocido mío va a beber ron, o, como a mí me gusta mucho más nombrarlo, “el romo” (“ron” carece del impacto integral que tienen los licores). Aunque, como tal vez saben nunca se le bebe en la tierra del vodka. Y va a mover su cadera – un tanto torpemente y fuera de ritmo – a las melodías de los hitos latinos, las cuales todas les sonarán idénticas. Va a tomar muchas fotos de las playas con su smartphone y ponerlas en Facebook donde sus amigos, bueno, conocidos virtuales, le van a envidiar. Las vacaciones en la isla caribeña, el paraíso eterno.
Ya saben cómo es. Al típico, blanquito, gringo, europeo, extranjero, este paraíso no le parece tan paradisíaco en total. Es que, hay que tomar muchas precauciones, prepararse para no chocar demasiado contra la realidad tercermundista. La cual le va a proporcionar diversión, pero la cual, él espera, no le vaya a causar demasiado malestar.
Las vacunas de precaución primero y ante todo; dependiendo de la edad y las inyecciones ya recibidas, nos recomiendan: contra el tétanos, la fiebre tifoidea, las hepatitis A y B, el cólera y la rabia. Y tomar Malarone por si acaso. Muchos deciden no tomarlo ya que no se puede acompañar con alcohol. Bañarse con los repelentes de mosquitos. Embalsamarse con los protectores solares en crema, aceite, spray y mousse de filtro 70. Además, las gafas de sol, de marca, ya que tienen otro filtro más que protege nuestra delicadez contra el fuego tropical. Qué raro, vamos al trópico, escudados ante todo lo que el trópico constituye. Así son las ironías de la vida.
Seguimos con la ropa ligera, aireada. Obviamente nada de este tejido artificial barato que nos hace sudar. Los aristócratas antiguos del viejo continente solían decir que solo los caballos sudan. Luego, emparejarla con zapatos cómodos para turistear y otros más chic para bailotear hasta el amanecer. Tres tarjetas de crédito diferentes, en caso de que alguna no funcione. Efectivo pegado por diferentes lados, para que no lo roben todo a la vez. Joyería dejada en casa para que no la arrebaten. Dará más espacio para colgarse nuevos collares, barajitas, chucherías. Para comprar más souvenires. Comprar más recuerdos.
Desgraciadamente en el círculo de mis amigos y sus amigos ahora soy yo la experta que tiene que advertirles de todo esto. Que no coman en la calle, que no tomen hielo en lugares desconocidos. Que no anden a pie dios sabe dónde, que no esperen que el transporte público sea tan agradable y fácil como en Europa.
Pero, afortunadamente también soy yo la que les puede recomendar todo lo bello que la isla les puede ofrecer. Para citar a una amiga que vivió en la República Dominicana: “los colmados, los deliveries de todo, los fruteros en la calle vendiendo fruta sin plástico, el servicio agradable incluso en las gasolineras, las farmacias que venden lo que se desea sin receta, las tiendas y supermercados abiertos los domingos, los aguacates buenos y baratos, los empacadores en los super, los hombres caballerosos, la generosidad del dominicano, lo “chilling” ante casi todas las situaciones, el sol, el sol, el sol y el mar, el mar y el mar. Sentarme en la mecedora y tomarme un café por la mañana y poder mirar la gente pasar. Y que saluden Hola, como tu ta;…”
Y yo añadiría el cariño que se da la gente, la facilidad con la cual expresan sentimiento. Y que parecen inmunes al hastío.
Y espero que además de todo su escudo y sus protecciones, el turista que visite la isla vaya a apreciar que no solo las palmeras, el calor apabullante constituyen el Caribe. Que detrás hay mucho más. Y que a pesar de todas sus tarjetas de pago, verá otras cosas. Las que no se pueden comprar.