Todos mis amigos en el resto del sufrido coronamundo deben saber que vivo en un país feliz, con muy poco vehículos molestando en las calles, un millón de habitantes menos en sus principales ciudades, sin tapones en cada semáforo, ni ruidosos compradores de todo lo que sea viejo (menos mujeres viejas) y casi la totalidad de los negocios cerrados, incluyendo los partidos políticos. Todo esto gracias a quien haya inventado el coronavirus, sea en China o en Estados Unidos. Amigos: sí quieren dejar de sufrir tan lejos, para venir a este sabroso país a vivir treinta domingos seguidos, pónganse en fila, pues yo los invito.