Recientemente el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo: "Por favor, pongan la politización del COVID-19 en cuarentena. Si queremos ganarle, no debemos perder el tiempo apuntando con el dedo", y afirmó que "la unidad es la única opción para derrotar este virus".

Desgraciadamente en país el COVID-19 está politizado. Lo han politizado el gobierno y los partidos políticos. Por un lado, el gobierno que considera tenerlo todo bajo control adoptando un protagonismo hegemónico y excluyente. Por otro, una oposición política dividida y debilitada, incapaz de obligar al gobierno a dar un giro a las políticas y  estrategias de prevención y control del COVID-19, garantizando los recursos que sean necesarios. Las caridades de  donantes deben ser acogidas, pero están en segundo lugar.

Gobierno y oposición tendrán que dividirse la responsabilidad por los muertos. Y también a nosotros nos tocará una parte si permanecemos indiferentes y en silencio mientras el número de muertes aumenta y también el dolor y el sufrimiento  de las familias. ¿A quién responsabilizaremos? Todos seremos culpables, incluyendo a los legisladores.

La situación del COVID-19 en el país es más grave de lo que se nos dice. Las cifras y el avance acelerado del virus son un claro ejemplo de esto. Según el epidemiólogo y salubrista Carlos Manuel Félix Cuello, Coordinador del Programa Control de Infecciones del Hospital Infantil Dr. Robert Reid Cabral, del Distrito Nacional, “las autoridades no han sabido manejar la enfermedad y  han centrado sus esfuerzos en una dirección incorrecta. La situación se le ha ido de las manos”. (Diario Libre, 8.04.2020). ¡Debe haber una sincerización ética de la situación, las medias verdades agrandan los efectos del COVID-19.

Pareciera, entonces,  que “estamos en manos de nadie”.  Nos encaminamos a un aterrador “sálvese quien pueda”. Estamos ante un momento muy delicado de la pandemia en el que se deben tomar decisiones acertadas y con la debida celeridad. Ni el gobierno ni la oposición política pueden  hacerlo solos. ¡Se salvarían muchas vidas si lo reconocieran!

La preocupación es doble. Estamos frente a un segundo virus: el  virus político. A la crisis del COVID-19 viene a sumarse el trauma político de la suspensión de las elecciones de febrero pasado y la incertidumbre de las elecciones de mayo, que ponen peligro la salud y la vida de la democracia dominicana. ¡Hay muchas cosas de esta crisis que deben ser aclaradas y sometidas al tamiz de la transparencia.

Hay dos grandes crisis. Y la segunda crisis, la política, no puede dejarse solamente en manos del gobierno ni de la Junta Central Electoral ni de los partidos políticos. Lo que suceda en el país en el ámbito político, económico y social  durante la pandemia y después de ella, tampoco puede dejarse en manos de los políticos y del gobierno.

No se trata de buscar “soluciones de cúpulas”. Sino decisiones provenientes de un esfuerzo colectivista, inclusivo y abierto a todos los sectores. La politización por parte del gobierno y de los partidos puede obstaculizar y patologizar una necesaria comunidad de solidaridad. ¡Hay pruebas de reiteradas exclusiones en momentos de crisis! 

Se requiere, con urgencia, tomar las medidas económicas adecuadas para limitar las consecuencias económicas de la pandemia sobre las personas, sobre todo  las más desfavorecidas. El sector privado debe estar también a la altura de las circunstancias, ayudando con recursos y aportando recursos humanos y logísticos. El Estado tiene la obligación de proveer todos los recursos necesarios. Y no como un favor del gobierno.

La crisis de la pandemia del COVID-19 en el país se da en un momento de profunda debilidad del gobierno del presidente Medina. Con instituciones gubernamentales ineficientes y muchas de ellas penetradas por la corrupción; que no ha conseguido encauzar las demandas sociales de las clases más necesitadas,  precisamente en una de las áreas que más pone a prueba esta crisis: los servicios públicos, y especialmente el sanitario.

El afrontamiento “asistencialista y populista” del COVID-19 por parte del gobierno de Danilo Medina constituye una prueba visible de politización inescrupulosa enfocada en conseguir votos para  las próximas elecciones presidenciales y congresuales, todavía inciertas.

El manejo de la crisis generada por COVID-19 constituye también una prueba para el liderazgo del presidente Medina, cuya popularidad y respaldo social no pasan  por su mejor momento. ¿Cuándo va a salir el presidente Medina de su mutismo y aparecerá en público para  testimoniar su solidaridad visible con el pueblo como primer mandatario de la nación?

Los partidos políticos, a su vez, también exhiben una desaforada politización proselitista frente al COVID-19. Su “solidaridad” se ve contaminada por  sus respectivas campañas partidarias de cara a los próximos comicios presidenciales y congresuales, capitalizados por candidatos y partidos con un “paternalismo” simulado para ganar puntos políticos a costa de la tragedia. Otros, de manera irresponsable, simplemente guardan un silencio cómplice.

Crear “alianzas y pactos” para afrontar las dos crisis. La del  COVID-19 y la crisis política (y también la crisis económica), tal como lo ha propuesto el líder del PRM, es una propuesta pertinente, necesaria y vigorosa que debemos hacerla de todos. El gobierno debe despojarse de su protagonismo excluyente para facilitarla. ¡Es una obligación moral!

El gobierno, como expresión sincera de una “no-politización mezquina”,  debe dar el primer paso para  propiciar el acercamiento colaborativo y responsable de todos los ciudadanos y de todos  liderazgos nacionales, sin exclusión. Sumados a la participación ineludible de  los partidos políticos, los empresarios, las iglesias, las universidades, el sector sindical, los intelectuales, los medios y las organizaciones comunitarias y profesionales. ¡Y deberá hacerlo con una urgencia ética para salvar vidas, aquí y ahora!

La politización parcializa, desenfoca, divide y embrutece política y emocionalmente. Dificulta, retarda y contamina la responsabilidad por el otro y el compromiso con la contribución individual e institucional para enfrentar la pandemia del COVID-19,  que acorrala al país y lo pone en situación de alta emergencia con resultados impredecibles. 

Pensemos como país. Pensemos para el país. Obremos con responsabilidad. No perdamos más tiempo. Las muertes aumentan. El COVID-19 nos está ganando la batalla. Detengamos las muertes. Salvemos vidas. Dejemos a un lado la nefasta politización que cobra vidas, que causa muertes. ¡Queda en las manos y  en la conciencia de todos!