El ser es el acontecimiento que permite y facilita, que abre la oportunidad y crea la capacidad para que pueda fluir todo evento, que pueda aparecer todo como presente;

franquea y despliega toda posibilidad. El ser es lo que capacita toda apertura como tal, todo despeje, y posibilita la manifestación de lo abierto, de lo libre.

Sin embargo, hay que tener presente que no es posible mantener basados en el análisis fenomenológico de la ec-sistencia, tomándolo como algo aislado, objetivo, separado de todo ser mundano–, el planteamiento infantil de que hay un objeto y un sujeto separados, porque en realidad no hay tales, semejante separación lo refuta el análisis genealógico.

Es por ello que tendríamos que renunciar de todo intento de desplegar la co-pertenencia de «ser y pensar», –tal como se ha interpretado según el modo moderno la arcaica filosofía helénica, en particular en Parménides: como un acto de consciencia que se actualizaría en el pensamiento.

Lo consistente, lo auténtico sería considerar, ante todo: como evento insuperable el «acontecer del ser», que revela en sí la plenitud de la relación originaria y la armonía vital del ser.

Heidegger en Ser y tiempo asume como postulado básico –y nosotros con él– que el ser humano es formador de mundo [Der Mensch ist weltbildend]. Esta caracterización de la función de crear sentido la esgrime el filosofo alemán como acción continuada, y diferencia la relación del ser humano con su mundo, en comparación con el ser de la piedra y del animal.

Como ya he señalado anteriormente, el ser humano desde esta perspectiva, es acontecimiento que se revela como ser-en-el-mundo. Se constituye por el carácter intencional de su acontecer, basado en la actitud fundamental de la emocionalidad: acontecer qué en su ser le va su ser. En su acontecer va complicada su circunstancialidad o situación.

La pregunta sobre el ente desde la situación del ec-sistente, rebota sobre el ser que cuestiona, el ec-sistente y esta situación es insuperable.

Parménides afirma algo totalmente diferente a lo que piensa Kant; se situa en otro modo de relación entre ser y pensar. Para él, lo que ante todo es, es el ser. Tal es el evento primordial, el límite del acontecer, el acontecimiento apropiador.

Podría utilizar aquí una expresión de Gilles Deleuze para manifestar con otras palabras, lo que pretendo comunicar: el Ser es el único acontecimiento en el que todos los acontecimientos se relacionan y se comunican. (…) El Ser, en efecto, es el Sentido, posición en el vacio de todos los acontecimientos en uno, expresión en el sinsentido de todos los sentidos en uno. El ser es un solo acontecimiento para todos: un solo y mismo aliquit para lo que pasa y lo que se dice; un solo y mismo ser para lo imposible, lo posible y lo real [G. Deleuze, Lógica del sentido, passim.]

El pensar es un modo de ser en el acontecimiento originario; es posibilidad y capacidad del ser. El ser es el elemento –es el medio en que se manifiesta y acontece–donde se mueve el pensar y es lo que lo posibilita y libera. Como elemento, el ser posibilita el pensar. El ser dicho en términos historicos relativos de valor, es el valor supremo.

El pensar –siguiendo aquí a Heidegger–, es pensar del ser, en un doble sentido: pertenece al ser, en cuando es su origen y es del ser, porque está a la escucha del ser. El sentido de pensar, de reflexionar se alcanza cuando éste –el pensar– escucha y actualiza las posibilidades de ser. O reflexionando con Deleuze: el más allá de la oposición estática ( cuantitativa ) acaba por convertirse en la asunción cualitativa de uno de sus términos… Una sola y misma voz para el múltiple de mil voces, un mismo Océano para todas las gotas, un solo clamor del Ser para todos los entes [Badiou: Deleuze, El clamor del Ser, Ed. Manantial, 1997].

Parménides habla desde otra experiencia, diferente a la de la modernidad, donde la co-pertenencia de ser y el pensar, se resuelve en la dicotomía de sujeto y objeto, en una relación de entes, en una relación cuasi-objetiva de servilidad, de función manipuladora.

Mientras que para Parménides la relación de co-pertenencia de ser y pensar no se resuelve en una contraposición, ya que ser y pensar no son elementos contrarios sino complementarios, constituyen una relación complementaria, una auténtica co-pertenencia. La presencia de uno postula necesariamente la del otro.

Cada uno es diferente, pero, al mismo tiempo cada uno es complementario al otro. No hay entre ellos una cesura, una ruptura o separación, o un abismo, una ausencia de fondo común. Ambos permanecen y reposan al pertenecer al mismo ámbito: El acontecimiento de Ser.

Parménides postula que el ser y el pensar son lo mismo. Pertenecen a una misma relación, son modos diferentes de revelarse de lo mismo, constituyen una identidad en su co-pertenencia, en su complementaridad.

El ser y el pensar constituyen una mutua co-pertenencia: el ser es el origen del pensar, y el pensar es siempre, pensar del ser, escucha al ser para intentar desplegar lo que el ser es.

Puesta de manifiesto esta raíz común que constituye la relación de ser y pensar desde una perspectiva diferente a la moderna. Estimo que ahora podemos comenzar a cuestionarnos que significamos con el término y el despliegue histórico del sentido del humanismo.    

En el lenguaje corriente, utilizamos el término humanismo para indicar toda tendencia de pensamiento que afirme la centralidad del valor y la dignidad del ser humano.

Pretende mostrar una preocupación o un interés primario por la vida, la dignidad y la posición del ser humano en el mundo.  El eje del humanismo es sin lugar a dudas colocar en el centro de las preocupaciones del pensamiento, determinar la posición, el lugar, la tarea y la finalidad del ser humano tal como lo presenta Kant, como ya he señalado, en su Antropología.

Me parece que esta visión es negativa, contrapuesta respecto al Ser y sobre todo históricamente dañina porque le ha dado al humano la impresión de que es el dueño y señor de la naturaleza y no como es en realidad, parte importante de ella, que debe velar por cuidarla y llevarla a su plenitud.

Ya en un artículo anterior, titulado, cristianismo y nihilismo, señalaba que Dios es, para el cristianismo fundamentalmente creador; creó el mundo para que pudiera realizarse el fin de la Salvación. Todas las cosas están dirigidas al cumplimiento de esta finalidad. Es desde tal concepción de dónde trae origen la visión instrumentalista de la realidad.

Postula una visión que admite la perspectiva asumida y universalizada por el cristianismo a través de la proporción de que en la tierra rige lo establecido por el Dios creador: El padre eterno sería el Señor de todo y todos, mientras que el humano como imagen de Dios, actuaría como el señor de la naturaleza, el amo y dueño del Planeta.

Estimo que tal posición del hombre frente al ser, o a la naturaleza no actuaría desde el estupor admirado que nace de frente de la Sustancia o Ousia, como quiera llamarse la naturaleza considerada como objeto; ni es desde la actitud contemplativa e indagadora de la realidad en su incontrovertible, eterna objetividad, sino desde el asumir como punto de partida la concreción constitutiva de la emocionalidad del ec-sistir, desde la actitud fundamental en que está siempre presente lo humano.

Pienso que quizás la superación parcial del nihilismo extremo esté a la vista ante el posible surgir de un eventual pensamiento futuro, para ello sería necesario –creo- que comencemos a adecuar la mirada para interpretar el ser en cuanto acontecer, no como sujeto u objeto, ni como ente, sino como el acontecimiento en que participamos todos nosotros juntos, como indicaba más arriba.

Me parece que solo desde tal horizonte se podría afrontar creativamente el problema del humanismo. Los antiguos filósofos de la Grecia de Platón y Aristóteles pueden decirnos poco de lo humano, pues sólo consideraban como tal al varón libre, racional, poseedor de rentas y dueño de la violencia.

Para ellos no eran humanos plenos ni los extranjeros [los haitianos], ni los esclavos [el trabajador], ni las mujeres [ni quienes no son considerados cabales desde el predominio brutal de una masculinidad o de géneros históricamente hegemónicos], ni los animales [como seres no-racionales].

Esta es una perspectiva que me parece inhumana e indigna, que no reconoce los Derechos Humanos y como tal está históricamente superada.