Antes de dar el paso decisivo para pasar a la interpretación de la perspectiva que nos ocupa en esta serie, que trata de analizar la visión y el significado que otorga Nietzsche al fenómeno de la muerte de Dios, estimo oportuno ofrecer al lector, que se supone no es una persona versada en temas filosóficos y sobre todo, al no ser un experto sobre las diversas etapas que abarca el pensamiento de nuestro autor, estimo necesario presentar en un artículo introductorio un esquema de cuál ha sido el trayecto concreto de su pensamiento.
La vida de Nietzsche (1844-1900) transcurre durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando Europa, que era en ese momento el polo difusor y creativo de la cultura occidental, vive una época en que reina una crisis de las certezas seculares, arraigadas en las destacadas ideas que gobernaron las mentes de las clases directivas en sentido intelectual, científico, religioso, politico, social y cultural durante varios siglos.
Comienza a generarse un proceso de descreencia y escepticismo, que toma consistencia desde finales del siglo XVI y produce una transformación de la idiosincracia predominante hacia finales del siglo XVII y se manifiesta en una serie de acontecimientos que cuestionarán la enorme confianza que se había creado en la razón y en los sistemas filosóficos que se fundamentaron en ella.
En un artículo publicado en este mismo diario, en fecha, 23 de noviembre del año pasado, presentaba al lector la asentada y serena visión de uno de los grandes historiadores de Francia del siglo XX, Paul Hazard, en un libro clásico titulado, La crisis de la consciencia europea, 1680-1715.
Aprovecho esta oportunidad para referirme a otra obra capital que profundiza los orígenes de la mencionada crisis de las certezas, que viene a constituir una especie de preludio del tema del Nihilismo que será descrito y ejercerá su nefasta influencia desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta nuestro tiempo, teniendo siempre en cuenta como uno de sus analistas más versado y quien profundiza en sus orígenes al tratar de la obra de Nietzsche.
La obra en cuestión, de la autoría del historiador inglés, Henri Kamen, inicialmente fue publicada en 1971, bajo el título, El siglo de hierro, pero que en una segunda edición ampliada, de 1984, la nombró: La sociedad europea (1500-1700).
Entre los sucesivos acontecimientos cabe citar destacar el fracaso de la Revolución de 1848, que se extendió en las primeras semanas por casi todos los países europeos, pero que fue vencida por las fuerzas de la reacción. Fue para esta ocasión que Marx y Engel redactan y difunden por toda Europa el famoso Manifiesto comunista.
En su aplacamiento la gran burguesía financiera se unifica con la alta nobleza para conformar la nueva clase opresora posterior al 1851, con la creación del Segundo Imperio, el régimen cesarista de Napoleón III.
Por otro lado, acontecía en Europa, una poderosa revolución industrial que supuso el desarrollo de la siderurgia y la minería, la mejora de las comunicaciones y el rápido crecimiento de algunas ciudades y el desarrollo del transporte ferroviario. Pero también favoreció el enriquecimiento de una minoría de burgueses, poseedora del capital, y el empobrecimiento de un número cada vez mayor de obreros.
Estas circunstancias provocaron la rápida expansión de los movimientos anarquistas y socialistas que darían lugar, a múltiple conatos de revueltas y al uso de múltiples atentados terroristas para asesinar a las máximas autoridades políticas de la época.
Nietzsche se mantuvo al margen de los movimientos sociales a los que rechazaba, pues entendía defendían una igualdad de derechos que anulan las diferencias naturales entre los hombres: existen hombres superiores frente a otros hombres débiles que tenian que buscar su desarrollo para poder alcanzar una vida plena acorde con sus potencialidades; pretender la igualdad es signo del resentimiento del hombre débil contra el hombre individual, noble y fuerte.
La idea de esta superioridad está implícita en el sentimiento nacionalista incubado y resaltado, culturalmente por el romanticismo, y agudizado por los intereses capitalistas que pretenden consolidar, a través de la producción industrial organizada en condiciones inhumanas para los trabajadores, la creación grandes mercados nacionales.
Todo ello se vivió con especial intensidad en Alemania que, en las últimas décadas del siglo, se convirtió en uno de los países más industrializados debido a su preponderancia socio-política. Prusia había liderado la unificación alemana y había derrotado al ejército imperial francés, 1870.
Para lograr tales objetivos se había manipulado la opinión pública para fomentar una mentalidad nacionalista y lograr el apoyo popular a la guerra franco-prusiana.
Nietzsche, aunque apoyó a Bismarck, criticó la idea de un Estado fuerte, porque, además de eliminar a los individuos, lo consideraba como un ente creado por los débiles para ocultar su impotencia, ya que no podían defenderse por sí mismos, era una manera de vengarse de los poderosos.
Es esto lo que produce una nueva actitud que va a dominar en la segunda mitad del siglo decimonono, y para describir su alevosía y carga destructiva nuestro pensador adoptara un término de la lengua francesa universalizando la carga negativa que este sentimiento tóxico se desparramará como el gran veneno creado por la Petite bourgeoisie, el Re-sentimiento, que está a significar el sentimiento de impotencia que caracterizan a los débiles, que incapaces de atacar con éxito a las clases poderosas, no perdonan las ofensas, la degradación y las humillaciones que les provoca el efectivo poder de los poderosos y tienen que disimular su rencor hacía las personas a las que sirven, esto es, al mismo tiempo tienen que adoptar una actitud hipócrita frente a quienes los humillan con su maltrato y desconsideración, actitud a que se ven expuestos cotidianamente.
Es la misma actitud que los dominicanos reconocemos como lambonismo, que es una forma de manifestarse del Resentimiento, esa tremenda una herida moral que nunca cura ni resana.
A pesar de todo, la exaltación del Imperio alemán influyó en el desarrollo de ideas como la afirmación de la vida o el ideal de Superhombre. Ideal que los ideólogos no dudaron en identificar con la influencia de las tesis evolucionistas de Darwin: lucha por la supervivencia y predominio de los más fuerte. Si bien Nietzsche no las toma desde un punto de vista biológico, si la enfoca desde una perspectiva vital, moral.
El contexto intelectual de la época está marcado por el positivismo, corriente que sustituyó las explicaciones metafísicas, religiosas o artísticas por la una dogmática y radical racionalidad de la ciencia, a la que se consideró como un gran instrumento de progreso para la nueva sociedad.
Pero frente a su excesiva racionalidad se desarrollaron otras ideas bajo la estela del romanticismo. Se trata de un movimiento cultural que exalta el sentimiento, revaloriza el instinto y preconiza una vuelta a lo natural y vital como los auténticos valores del hombre. Estas ideas dieron lugar en filosofía al pensamiento en el que se suele encuadrar a Nietzsche en sus inicios filosóficos.
En el pensamiento de Nietzsche está presente la influencia de cuatro filósofos: Heráclito, Schopenhauer, Friedrich Lange, que a través de la lectura sistemática de su reconocida obra, Historia del Materialismo, causó una profunda influencia sobre su pensamiento en su primera época, así como la gran influencia que provocó en el joven Nietzsche la obra musical del compositor Richard Wagner, cuya doctrina estaba influida por el pensamiento de Schopenhauer.
Por su parte, Schopenhauer, al seguir los postulados de Kant afirma que si sólo podemos conocer el fenómeno y no la cosa-en-sí, es decir, el meollo del ser, entonces no podemos conocer la realidad; lo único cognocible sería una representación perpectivista de ella, el fenómeno.
Desde esta perspectiva, realidad y razón se presentan como antitéticas y él opta por la vida frente a la idolatría de la razón.
Para expresarlo acuñó el término voluntad de vivir con el que pretende expresar la existencia humana como constante búsqueda; como una forma de colmar los insaciables deseos, cuya satisfacción nunca llegarán a colmarse.
Esta voluntad de vivir será aceptada por Nietzsche e influirá en su rechazo de las interpretaciones dogmáticas de la realidad y su aceptación de la vida entendida como puro devenir, calificando esta característica procesal como el valor radical.
Sin embargo, para Schopenhauer la vida tiene un valor negativo. Es ante todo dolor, incertidumbre y ante ello, este filósofo adopta una actitud de renuncia, que Nietzsche considerará propia de la moral cristiana.
Nietzsche acepta la vida como es, con su carga de irracionalidad, intuición y dolor. Esta visión la reflejara metafóricamente en la oposición entre lo apolíneo y lo dionisiaco, dicotomía que predomina en su primera obra importante, El nacimiento de la Tragedia.
Continuare con este tema en mi próxima entrega.