Hace un tiempo que vengo reflexionando sobre el tema de los valores auténticos de nuestro pueblo, y estoy tratando de hacer un recorrido histórico, social y cultural para ver cuáles son esos elementos que nos han fortalecido auténticamente, y en esta ocasión me he quedado con la cita bíblica que aparece en el escudo de la bandera dominicana, que dice: “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn, 8,32).
Conocerán la verdad…
Y la pregunta es: ¿Qué verdad? Y creo que hoy más que nunca es necesario releer el texto, en un tiempo que se debaten la confusión, vulnerabilidad y distracción, urge conocer la única y gran verdad. Solo existe una verdad absoluta, las demás, son verdades amañadas, que al final, terminan en mentiras, por tanto, pensar, escudriñar, reflexionar, discernir, es una acción vital. Y frente al oleaje tan cruel en el que nos meten redes sociales, grupos que viven de la mentira y del engaño, y quienes se lucran del mal, creando mediocridades que venden como verdades absolutas, me pregunto: es necesario adentrarnos en la verdad auténtica? Sí.
Qué nos está pasando?
Creo que es preciso empezar a pensar de forma limpia y clara; hay muchas situaciones que nos están debilitando como sociedad. Es astiante, ver como cada día un tema nuevo nos deteriora, y da asco mirar la manera de cómo se manejan las cosas, y nos tratan como si fuéramos un pueblo que no ha salido de infancia, nos manipulan, utilizan temas crueles y delicados para distraernos, nos preparan el terreno hacia donde tenemos que fijar el foco, de tal modo, que no miremos nada más, mientras, por otro lado, una serie de situaciones nos corroen como persona, como familia y como sociedad, y al estar distraídos, se nos pasan las mejores.
Hasta dónde vamos a llegar?
Siento que no es posible, ni justo, ni necesario dejar una sociedad rota a nuestras generaciones presentes y futuras, ya son demasiados malos ejemplos que están mirando nuestros pequeños, y eso no es sano. Tampoco es justo que nos demos a la tarea de dejarnos meter en el barco del odio, la irracionalidad y las injusticias por doquier, como si no hubiésemos salido del tiempo de la edad de la piedra, nos urge otro comportamiento, ya no estamos en la cueva. Por tal razón, todos los que crean fortunas en este pueblo a costa de esta siembra macabra, es hora de que entiendan que nuestro cerebro ha pasado del reptil al neocórtex, es decir, del instinto a la razón.
Hemos salido de la animalidad y bajo ningún concepto nos podemos dar el lujo de volver a ella, por tanto, el ojo por ojo y diente por diente, la discriminación, el abuso a los derechos de las personas, no pueden ser una manera de vivir en este pueblo, y que esto se deje pasar como si fuera la mayor obra de caridad que estuvieran realizando quienes lo hacen, tampoco es justo. Estamos teniendo la oportunidad de vivir como seres civilizados, y a eso apelamos, a vivir y mostrarnos como tal.
Es bueno entender que lo que hacemos nos afecta adentro por lo que estamos dejando como herencia, y también nos afecta hacia afuera, pues a nivel de relaciones somos aldea global.
La verdad los hará libres
Conocer las fortalezas y debilidades para hacer los cambios necesarios, nos hace libres.
Retomar los valores legítimos que son una de nuestras principales reliquias: la hospitalidad, la capacidad de acogida, la alegría, la amabilidad, la ternura, nos hace libres.
Abrir nuestros ojos, cambiar la mirada e iniciar o volver a mirar desde lo nuestro y que es auténticamente propio, como el amor y el respeto, nos hace libres.
Mostrar con nuestras acciones que hemos crecido y que nos toca dar los mejores ejemplos a nuestras pequeñas generaciones, nos hace libres.
Implementar y mostrar niveles de educación, de cuidado, de humanidad, nos hace libres.
Seguir mostrando al mundo lo mejor de nosotros, esos valores por lo que allá afuera nos han conocido, eso nos hace libres.
Fortalecer nuestras fortalezas, superar nuestras debilidades y como pueblo dar siempre lo mejor, eso nos hace libres.