(En memoria a las niñas violadas del Albergue de Higüey… por el estruendoso silencio que guarda la Conferencia del Episcopado, para que su Cristo les insufle una pizca de justicia en sus duros corazones)

Después de repasar la historia de su Iglesia el Papa Francisco ha podido comprobar que de su seno han salido más demonios que santos, por lo que ha decidido fundar una congregación que, semejante a la existente “para la causa de los Santos”, la llamará “Congregación para la causa de los diablos”.

Dice que se adjudicarán tres grados de “canonización infernal” para resaltar a sus mejores ejemplares, a saber:

*Gran “Mitra de Oro” de la Orden de los Borgias

*Gran “Pájaro de Plata” de la Orden Polaca Wesolowski con mención Juncalito

*Gran “Anillo de Bronce” de la Orden mexicana de Marcial Maciel, con mención San Juan Pablo II, protector de pederastas.

Se comenta que por la gran cantidad de prospectos detectados con evidencias criminales , el proceso podrá ser agilizado para alcanzar la mínima meta de doscientos curas exaltados semanales; se anuncia que todo el proceso será computarizado para impedir que muchos devotos de estos diablos negocien y los cuelen como santos en los mundos celestiales.

Esperamos, pues, que en su próximo viaje a Roma los obispos no se olviden de presentar el expediente “olvidado” del Albergue de Higüey, ni de preguntar por el nuncio Wesolowski

Sin embargo, se coló la información de que los obispos criollos que recientemente fueron a Roma en visita Ad Limina Apostolorum desconocían los planes del papa de canonizar demonios y que por ello no postularon a los curas pederastas del Albergue de Higüey, ni preguntaron siquiera por el nuncio Wesolowski, el demonio prisionero en una dura cárcel vaticana donde suele degustar exquisitos quesos y vinos.

Por lo que solo presentaron como candidatos a santos al Padre Fantino y Tardif, como futuros beatos, tratando de encubrir nuestra negra historia clerical, la que preside el bellaco arzobispo Meriño, aquel honorable personaje que acosó a la hermana de su alumno, el Padre Billini, la que dejó preñada, por lo que hoy tenemos la dicha de circular por una calle con su santo nombre para rendirle homenaje a tan casto personaje, como también se lo rendimos al mayor traidor de Duarte y de la Patria: el arzobispo Portes.

Esperamos, pues, que en su próximo viaje a Roma los obispos no se olviden de presentar el expediente “olvidado” del Albergue de Higüey, ni de preguntar por el nuncio Wesolowski, para que nos traigan noticias, para que nos dejen saber por qué el proceso de diabolización de este demonio polaco se encuentra estancado.