“Que nunca negociemos por miedo. Pero que nunca tengamos miedo de negociar”.
(John F. Kennedy)
El conflicto es parte consustancial de la naturaleza humana; empero, a la luz del construccionismo social, tenemos que abordarlo desde el seno de las relaciones sociales. De cómo los procesos sociales y las interacciones creadas por ellos, hacen de este fenómeno social que los sujetos sociales compitan, transijan, eviten o colaboren para la transformación de los mismos, en un espacio de ganar-ganar.
Un conflicto se da allí, donde los actores involucrados tienen intereses contrapuestos o perspectivas distintas, divergentes, sobre un mismo hecho o acontecimiento personal, social, político o económico. Cuando en el grado de relación social existe desconfianza, resentimiento, bloqueamiento emocional, exacerbación de la racionalidad a través de la hostilidad y el rencor, se produce el estancamiento.
El estancamiento, como abordaje inadecuado de un conflicto, acelera la distancia de los actores involucrados y se producen como derivación negativa, exigencias exageradas, cuasi incompatibles con el eje central que nos llevó en algún momento a la mesa de las negociaciones. Es más, a menudo perdemos la razón vital, esencial, del núcleo central de la diferencia o de la percepción de la disparidad.
La inteligencia, el buen juicio nos aconseja, en un ángulo de diversidad posible, preguntarnos siempre ¿cuáles son las necesidades de la sociedad, de la organización, de la empresa? ¿Cuáles son los niveles del desempeño que queremos construir en el seno de una institución determinada? ¿Coincide nuestra agenda con la de la sociedad o la organización a la cual nos debemos? ¿Qué nos dicen el entorno nacional e internacional con respecto a la temática que estamos ventilando?
El construccionismo social como elemento de análisis desafía el convencionalismo, el sentido común, para adentrarse, trascendiendo, cuales son los “cuellos de botellas” que impiden unas relaciones sociales que operen con el prisma psicológico de los intereses macro y no en la fase de lo micro, de lo individual, particular y corporativo.
La sociedad dominicana es un cuerpo bien estudiado, excelentemente bien diagnosticada, empero, los actores políticos, a la hora de buscar las soluciones más efectivas y pertinentes, no logran dibujar con el pincel y la pintura eficiente. Esto se produce porque no se enfocan en los intereses de la sociedad, en la agenda de la misma. Se enmarca en el cuadro de los intereses individuales. Sus intereses particulares desbordan el marco de las instituciones y la institucionalidad. Para Francis Fukuyama, en su libro Orden y Decadencia de la Política, nos dice “Las instituciones son pautas de conducta estables, apreciadas y recurrentes que perduran más allá de cada gobierno de líderes individuales; son, en esencia, reglas permanentes que forjan, limitan y canalizan la conducta humana”.
Alguien se puede preguntar, como es posible que 15 años después de haber sido introducido por primera vez un proyecto de partido político, no se haya aprobado, a pesar de que el actual Presidente se comprometió a asumirlo a más tardar en el mes de Diciembre del 2012; de que el Artículo 29, numeral 6, de la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, 1-12, conminaba a su aprobación en el 2015, al decir “La normativa democrática del sistema político, especialmente en lo relativo a los sistemas de partidos y electoral, se aprobará y consolidará en un plazo no mayor de tres (3) años”.
Nos seguimos preguntando, cómo es posible que la pieza referida durara 3 años ante una Comisión del Comité Político del PLD presidida por Rafael Alburquerque, el distinguido jurislaborista y uno de los políticos decentes de la sociedad dominicana, y frente a una organización partidaria que se caracterizó por el espíritu de cuerpo, tampoco lograran aprobarla. De igual manera, el Congreso reivindicaba su espacio como órgano del Estado para legislar y aprobar las leyes. La Constitución en su Artículo 77, numeral 4, establece “Las y los senadores y diputados no están ligados por mandato imperativo, actúan siempre con apego al sagrado deber de representación del pueblo que los eligió, ante el cual deben rendir cuentas”. Ahora, dejan a un lado la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas hasta tanto el Comité Político decida qué hacer, después que “5 expertos en Derecho Constitucional digan si es o no constitucional las primarias abiertas”. Se supone que esa “mirada de los expertos” no es vinculante con ningún órgano del Estado y que alrededor de un “informe” de esa naturaleza, tiene que ver con la ideología del abogado, con sus creencias, valores, filosofía e intereses inmediato y mediato.
Ese estancamiento y conflicto, que parecería imposible de resolver, se debe en gran medida a que el poder de la formulación y el poder de los procedimientos han sido totalmente ineficientes e ineficaces a la luz de las necesidades de la sociedad y de los niveles de exigencias de desempeño que aspira la ciudadanía de los partidos políticos. La perspectiva del poder de la empatía, que es la mirada holística de cómo en la búsqueda de la influencia, englobamos los intereses de todos los actores relevantes, con horizonte reales.
En el “conflicto alrededor de la Ley de Partidos” hay una estrategia SUMA CERO. La estrategia suma cero consiste “en que la cantidad que gana una parte debe ser exactamente igual a la que pierde la otra”. Se produce, entonces, que ninguna de las partes hace “concesiones” para no sentirse que una parte ha ganado y la otra ha perdido.
El Presidente sabe que la Ley de Partidos es una Ley Orgánica, que a la luz del Artículo 112, requiere del voto favorable de las dos terceras partes de los presentes en ambas cámaras. Así, aun cuando tiene la mayoría del Comité Político, no se impone, independientemente, de que el panorama político institucional ha variado significativamente a partir del 22 de Enero del 2017. ¡La degradación trajo consigo la esperanza. El parto del dolor, de la descomposición, de la anomia social, de la anomia institucional, está dibujando un nuevo acontecer alineando el esplendor de un sol resplandeciente!
Para la sociedad, las Primarias, no importa su formulación, (abiertas o cerradas), son secundarias, aun reconociendo que la abierta viola los artículos 208, 209, 216 y 277 y resulta muy costosa para una sociedad pobre y vulnerable, y recrudece el clientelismo. La raíz, lo esencial, es la problemática del control, rendición de cuentas, la transparencia, la equidad, la competencia real en la campaña electoral, los límites de la campaña y el financiamiento, tanto público, como privado. Lo revelador, lo meritorio es que los partidos garanticen la participación, la democracia interna y asuman los valores de la democracia, en una nueva cultura de la decencia política.
Nos encontramos con respecto a la Ley de Partidos frente a un conflicto disfuncional, que es aquel que dificulta el desempeño del grupo (PLD), lo cual genera un estancamiento, porque el sector dominante en esa organización ha personalizado las diferencias, sin tomar en cuenta a la sociedad. Si los intereses de la sociedad prevalecieran, en este caso, la ley hace mucho que se hubiese aprobado. Ahora, ni el partido gobernante como corporotocracia, logra su hegemonía, por la estrategia suma cero. Ya nos decía Raúl Castro en su libro Tiempo para Decidir, citando a Roy Disney “No es difícil tomar decisiones cuando uno sabe cuáles son sus valores”.